El año 2011 la editora Maura Brescia (Mare Nostrum) publicó mi investigación periodística –titulada Magnicidio-, revelando por primera vez la verdad del asesinato de Eduardo Nicanor Frei Montalva”, una “Operación Especial de Inteligencia de Eliminación Física”, consumada el 22 enero de 1982, que se constituye en el primer asesinato de un Presidente de la República en Chile.
 
Mi trabajo consistió en establecer el complot criminal contra el trigésimo segundo Mandatario de la historia republicana del país. Mis conclusiones fueron dos: 1) Los autores y ejecutores son agentes de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE); 2) Las “bases del plan de eliminación” del ex Mandatario se urdieron bajo  la condición de enemigo, “de amenaza para la  Defensa y seguridad nacional”, desde el punto de vista de la lógica de la seguridad nacional imperante bajo la dictadura cívico militar.
 
A través de muchas horas de estudio de documentos históricos, diplomáticos y políticos, conocí la impresionante “ruta al pódium de los dioses” de Eduardo Nicanor Frei Montalva, su increíble vida, luminoso ideario, principales realizaciones de su gobierno y su estatura de megalíder opositor a la dictadura.
 
Al mismo tiempo, accedí a entrevistas con agentes y policías, a oficios secretos, peritajes, expedientes reservados, fotografías inéditas y testimonios policiales y judiciales que obtuve de fuentes fidedignas, abiertas y cerradas, pero comprometidas con el trabajo de investigación. Junto con lo anterior conocí  los testimonios de los actores principales y pruebas definitivas y documentales en contra de los implicados en estos hechos horrendos: Cuatro médicos y dos agentes de inteligencia vinculados a la Central Nacional de Informaciones (CNI) y a  la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE).
 
Este  siniestro plan, urdido comprendió un espionaje de 24 horas por varios años al líder opositor, en su casa, su oficina, sus reuniones familiares y sociales. Y, por cierto, durante los 53 días que padeció en la clínica Santa María. Los mismos espías acosaban a su familia, a los altos dirigentes de su partido Democracia Cristiana, al igual que a otros dirigentes sociales contrarios al régimen militar.
 
El posterior hallazgo de gases venenosos Talio y Mostaza en los tejidos del cadáver, por parte de científicos asignados a la investigación judicial -a cargo del ministro en visita Alejandro Madrid-, permitió detectar el arma letal. Incluso, laboratorios europeos y norteamericanos apoyaron los resultados, tras realizar contramuestras. Aquí debo destacar el trabajo denodado de las peritos Carmen Cerda y Carmen Börguel.
 
Pero el descubrimiento de los gases mortíferos fue posible gracias a la torpeza de los criminales. Frei Montalva murió a las 17:15 horas y 20 minutos  después los patólogos Helmar Rosenberg y Sergio  González Bombardiere arribaron a la pieza 205 de la clínica Santa María para arrancarle al cadáver sus principales órganos mediante la autopsia: Había que ocultar las pruebas químicas.  Pero lo que no hicieron fue abrirle el cráneo y sustraerle la masa encefálica.
 
El año 2000 una fuente anónima llamó al diario La Nación, para informar que en el Departamento de Anatomía Patológica de la Universidad Católica estaba oculta la autopsia de Frei Montalva. El ingenuo editor envió a un iluso reportero, que se presentó ante la relacionadora pública Ana María Bolumburu y le pidió el documento. Esta,  prima de Eliana, “Enfermera de la Muerte”), dio aviso a Sergio González Bombardieri y la respuesta fue negativa. Detrás estaba el entonces director de la Clínica, Luis Castillo, hoy subsecretario de Salud del Gobierno de Piñera.
 
El primer trimestre de 2003, el juez Alejandro Madrid ordenó allanar el recinto, porque un patólogo amigo de la familia Frei confirmó la existencia de dicha pieza legal relevante. Así fue posible recuperar el texto de la autopsia y restos orgánicos del fallecido en cajitas plásticas (epon, se denominan)
A fines del año 2004, el juez dispuso la exhumación del cadáver. Esta pesquisa fue clave. Se hallaron pocos restos en buen estado, pero intacta la masa encefálica. El trabajo de Cerda y Börgel fue sobresaliente: Tanto en las restos de las cajitas plásticas como en la masa encefálica descubrirán las sustancias mortales, con el fundamental apoyo científico y tecnológico de laboratorios extranjeros.
 
El periodo cubierto por mi libro-reportaje comprende desde 1961 hasta fines de 2010. Y para una mejor comprensión de los actos humanos, describo con exactitud el contexto socio-politico nacional e internacional, consignando los principales hechos políticos, policiales, judiciales y culturales,  acaecidos en Chile y el mundo a lo largo de los 44 años cubiertos por este extenso reportaje.
 
La tesis que planteo es que el atentado se produjo en el Pabellón N°1 de la clínica, donde el ex Jefe de Estado fue reintervenido por  un grupo de cuatro médicos militares, entre los cuales había un agente DINA-CNI perteneciente a la siniestra “Clínica London”. Así lo representaron dos facultativos del equipo de la Clínica Santa María y, ulteriormente, lo postuló el primer cirujano de la fatal saga de intervenciones quirúrgicas, ocupando la figura de “las manos negras”.
 
Todos estos episodios de sangre están cruzados por un mismo hilo conductor: en todos ellos actúan las brigadas de extermino o “brigadas del infierno” –denominadas “Lautaro”, “Purén”, “Mulchén, “Avispa”, “Brigada Político-Sindical”, y otras-  creadas y formadas por la dictadura  militar tanto para eliminar experimentalmente a personas como a disidentes políticos. Si no hubiera habido una política de exterminio no hubiera habido magnicidio.
 
Me sorprendieron muchas situaciones. Entre ellas la intervención de los poderes fácticos, esos que movieron personas influyentes, sicarios de uniforme verde oliva y delantal blanco, editores y periodistas inmorales de diarios y revistas, que  publicaron historias falsas para encubrir los hechos reales.
 
El camino recorrido por el juez Madrid ha sido muy esforzado, honesto y jugado por la verdad. Junto con el magnicidio, estableció otros crímenes cometidos con sustancias químicas mortales -Gas Sarín, Toxina Botulínica y otros neurotóxicos-, fabricados tanto en cuarteles-laboratorios por los agentes de la DINA, Michael Townley y Eugenio Berrios Sagredo, como en un Laboratorio Secreto de Guerra Bactereológica del Ejército, en el marco de un plan llamado ANDREA en 1974 y que acabó en 1990, destinado a exterminar opositores políticos, militares y agentes desertores, al igual que para tácticas de combate contra ejércitos invasores.
 
En esta investigación periodística también recojo el esfuerzo de otros jueces que esclarecieron otros casos de víctimas de los derechos humanos. Pero en este  minuto la justicia tiene su hora por la verdad de Frei Montalva.