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jueves, 17 de enero de 2019

Chadwick, dime de qué presumes y te diré de qué careces

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por  17 enero, 2019
Chadwick, dime de qué presumes y te diré de qué careces

No sé si es, solamente, por su aspecto delgado acompañado de ese nuevo tono de voz suave y comprensivo, lo que hace ver a Andrés Chadwick como un león sin dientes. O más bien es por lo errático de su actuar político en el asesinato de Camilo Catrillanca, que dista mucho de las capacidades que tanto les gusta auto-atribuirse los hombres en política cuando se llaman “panzers”. Pero cada vez que lo veo en la tele o lo escucho en la radio me da la impresión de que tiene los días contados como ministro. Pienso que es una mezcla de estos dos factores: forma y fondo.
Es extraño lo que ha pasado con Andrés Chadwick ya que siendo, quizás, el ministro más cercano y uno de los que más confianza le da al Presidente, también es uno de los más caros de sostener para el Gobierno.
Hay que decirlo: el ministro ha demostrado coraje y rapidez a la hora de tomar decisiones. Así lo hizo cuando junto al Presidente, a las horas de haber entrado al gobierno, le pidieron el cargo al General Director de Carabineros, Bruno Villalobos, y nombraron al que sería su sucesor y depositario de las más nobles virtudes de la institución: Hermes Soto. Este último duró alrededor de 8 meses al mando, hasta que le pidieron el cargo con las dificultades que conocemos y que dejara en entredicho la supeditación de la institución al poder civil.
Rapidez y decisión no son sus problemas, sino la soberbia y la falta de visión política. Sacaron a Villalobos y pasearon su cabeza por la plaza pública buscando el aplauso fácil, creyendo que el problema de Carabineros era una sola persona; lo sacaron de una manera infantil, haciendo creer que estaban los buenos en un extremo (el Gobierno y Soto) y a los malos al otro (Villalobos y el ex Gobierno de Bachelet). Esto desató una guerra sin precedentes al interior de Carabineros, de la cual todos los días nos sorprendemos con un episodio nuevo. En esta guerra -me temo- Chadwick será el mayor perjudicado.
La rapidez en ir a declarar voluntariamente al Ministerio Público, acompañado de una ofensiva comunicacional encabeza por los medios del grupo Edwards -El Mercurio y La Segunda- donde en sendas portadas se mostraba a un ministro investido de un halo de justiciero, cual superhéroe clásico, en busca de “la verdad” en el caso del asesinato de Camilo Catrillanca, indignado por las desinformaciones provenientes de Carabineros y dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias, hoy lo tienen atrapado en medio de versiones donde su propia palabra está en entredicho. Según él, la llamada de teléfono del ex general Victtoriano no se escuchaba bien y no supo si Catrillanca estaba armado o no. Menudo error. A la luz de los hechos, pareciera que ir a declarar tan presuroso fue una estrategia de ponerse el parche antes de la herida, frente a lo que se venía.
El Presidente de la República en un acto en la escuela de Carabineros, conminaba enérgico a la institución a decir la verdad respecto de los hechos de ese 14 de noviembre de 2018. A fines de año, la ministra vocera, Cecilia Pérez, hizo un mea culpa y aprovechó de contarnos que el Presidente le había enviado una carta a la familia de Camilo Catrillanca, información que fue rápidamente desmentida por la familia.
Mantener a Andrés Chadwick es de un tremendo costo para el Gobierno: lo distrae de su agenda, polariza más el ambiente, y vuelve a instalar como concepto característico de Sebastián Piñera y su Gobierno las “noticias falsas”, ya que le falla la memoria para recordar si Carabineros le informó o no sobre si Camilo Catrillanca  estaba armado cuando lo asesinaron.
Iniciado el 2019 no sólo nos enteramos que la carta del Presidente a la familia Catrillanca aún no ha llegado -seguro Correos de Chile debe haber estado muy congestionado con las cartas enviadas al Viejito Pascuero-, sino que el mismo 14 de noviembre el vicepresidente Chadwick conversó telefónicamente con el renunciado general Victtoriano y éste le habría informado que no había armas en poder de Camilo Catrillanca y el adolescente que lo acompañaba. El ministro de tono suave y amante de la verdad, supo a las dos horas de sucedido el asesinato que nadie en el tractor estaba armado. No sería nada de raro que luego saliera la hipótesis de que el general (r) Victtoriano es parte de una operación de los malos y que era un infiltrado de Villalobos, algo bien truculento y enredado para ganar tiempo.
Pese a que el Presidente había logrado de sacar el tema del asesinato de Catrillanca de La Moneda y dejarlo en Carabineros, ha sido su propio ministro quien nuevamente lo instala en pleno Patio de los Naranjos, imagen con la que todos nos quedaremos al salir de vacaciones.
Mantener a Andrés Chadwick es de un tremendo costo para el Gobierno: lo distrae de su agenda, polariza más el ambiente (¿cómo queda su credibilidad y trato frente a Carabineros y las comunidades?); tercero, pierde valor como interlocutor en la Región de la Araucanía; cuarto, ha descuidado su rol de “comisario” sosteniendo la seguridad prometida a los vecinos y en estos  días ha habido muertes en poblaciones y un sinfín de portonazos y bombazos; quinto, vuelve a instalar como concepto característico de Sebastián Piñera y su Gobierno las “noticias falsas”, ya que le falla la memoria para recordar si Carabineros le informó o no sobre si Camilo estaba armado cuando lo asesinaron.
En conclusión, tenemos un jefe de gabinete que no tiene las condiciones para ejercer su rol a plenitud como lo necesita cualquier Gobierno, que en vez de ampliar su universo de acción lo ha limitado, que a pesar de su persistente actuación como un ser humilde y amante de la verdad y la justicia, en sus hechos no convence. Me acuerdo de ese dicho popular que calza perfecto para el ministro: “dime de qué presumes y te diré de qué careces”.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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