Diciembre 2012
Fuiente PanorasNews
Por Alejandro Bell, desde Iquique
La elección presidencial ya está desatada. La oposición tiene la posibilidad cierta de cambiar el Gobierno. Incluso puede hacerlo a pesar de una Concertación desarticulada, con profundas contradicciones y diferencias no resueltas. El sistema binominal seguirá manteniéndose y dominará nuevamente el próximo panorama parlamentario, lo que implica que en el mejor de los casos la oposición no logrará contar una mayoría suficiente para gobernar. En esas condiciones, el próximo Gobierno, como sea que se defina, no se diferenciará demasiado de los anteriores Gobiernos dela Concertación, con el agravante de una alta abstención electoral que agravará la grave crisis de representatividad que sufre el país. Las primarias no resolverán dichos problemas, aunque teóricamente incuestionables como proceso democratizador, pueden terminar siendo simplemente un mecanismo de resolución interno de las candidaturas teniendo como espectadores pasivos a la gran masa del país. Cualquiera sea la competencia de la oposición, con más o menos candidatos, el resultado previsible parece ser el triunfo de Michelle Bachelet. Contradictoriamente con el amplio rechazo ciudadano al sistema político y en particular al exiguo respaldo ala Concertación, la figura de Michelle Bachelet se proyecta por sobre la contingencia y los actuales actores políticos. Evidentemente, el respaldo a Bachelet no constituye un apoyo irrestricto de lo que fue su gobierno y las autoridades que lo representaban, por el contrario hay una crítica muy profunda, particularmente de los movimientos sociales, de los problemas que no se enfrentaron ni resolvieron de manera adecuada. Sería profundamente erróneo interpretarlo como un apoyo al continuismo de su anterior Gobierno y de sus “administradores”.
¿Qué es entonces el factor Bachelet?. Por distintas razones, el peso de su compromiso histórico, la calidez de su personalidad, no contaminada por un ambiente político que ha perdido respeto y legitimidad ciudadana, Michelle Bachelet se percibe como una esperanza de cambio que contiene una aspiración de reconciliación y armonía con la gestión pública. Representa la posibilidad alternativa de un nuevo Gobierno, al menos diferente de lo que actualmente tenemos y conocemos. Su candidatura constituye entonces un espacio en disputa, un potencial político que no tiene ni contenido definido ni dirección política garantizada, puede ser más de lo mismo, “con los mismos” o puede ser también el inicio de un proceso de cambios significativos en la profundización de la democracia.
Frente Social Amplio. En este contexto el escenario del año 2013 se presenta pleno de desafíos para los chilenos. ¿Cuáles son las principales tendencias que caracterizan dicho escenario político?
La presencia y fuerza de los movimientos sociales. El sujeto determinante de la situación política de estos últimos años han sido, sin duda, las movilizaciones sociales: los estudiantes, las movilizaciones regionales de Punta Arenas, Aysén, Calama, los movimientos ambientalistas en el sur, centro y norte, los pescadores artesanales y el rechazo a la nueva ley de pesca, etc.
El creciente deterioro del Gobierno y el surgimiento de una mayoría social y política de oposición. En un contexto de cifras macroeconómicas favorables, la gestión del Gobierno no ha logrado concitar el respaldo esperado de la ciudadanía. Conjuntamente con el crecimiento económico y de los ingresos han aumentado las expectativas y por tanto se han hecho más evidentes las desigualdades. Las medidas programáticas se han traducido en grandes operaciones publicitarias con impactos sociales mínimos, la “letra chica” de todos los proyectos ha dejado en evidencia su carácter declarativo y demagógico. Las contradicciones internas del bloque de Gobierno, han evidenciado un respaldo político desestructurado y el dominio y dependencia del poder político y parlamentario dela UDI. La distancia entre el Gobierno y la ciudadanía se ha acrecentado, la falta de respuesta oportuna y adecuada a las múltiples y crecientes demandas sociales ha quebrado la confianza y la esperanza en el Gobierno. Se ha creado así, un clima generalizado de rechazo y descontento social que ha fortalecido las demandas por cambios más profundos en la sociedad chilena.
Las demandas sociales no han encontrado un referente adecuado en la actual estructura política del país. La fuerza de las movilizaciones sociales ha chocado con el muro de un sistema político, anquilosado, burocrático y desprestigiado, incapaz de asumir la tarea de representación que el movimiento social requería , por el contrario ha intentado manipularlo y “conducirlo” Esta contradicción entre demandas sociales y bloqueo político ha revertido en contra de los movimientos sociales y de la política en general, lo cual se ha manifestado en menor movilización y mayor desesperanza política, cuya expresión más reciente y explícita ha sido el alto nivel de abstención en las elecciones municipales.
El bloque social y político por los cambios que genera esta amplia oposición al Gobierno de derecha, es sólo una potencialidad, que no se encuentra estructurada, no tiene coherencia, ni política ni programática y sobre todo no tiene una conducción aceptable y reconocida como tal. La unidad política formal del auto denominado frente opositor, estructurado desde la cúpula de los partidos y sobre la base de simples acuerdos electorales no tiene la capacidad de construir esa coherencia, esa movilización, esa confianza y ese liderazgo que la ciudadanía está demandando. La posibilidad de un nuevo Gobierno de Michelle Bachelet, no continuista y efectivamente transformador dependerá en gran medida de la fuerza política conductora que ella pueda convocar y aceptar. La actual Concertación, no sólo carece de credibilidad y organización para hacerlo sino que su intento de “administrar a Bachelet” puede menoscabar e incluso impedir el triunfo electoral. Otras organizaciones política de izquierda o de “oposición” no han sido inmunes a la crisis de representatividad que sufre el sistema político como conjunto. La simple unidad de todos ellos es insuficiente. Se hace necesario construir un nuevo Frente Social Amplio, desde la base y no sólo desde las cúpulas, que tenga la capacidad de convocatoria y de legitimidad suficiente para construir y conducir dicho frente social.
Frente Amplio Programático. El Programa tiene que ver, por supuesto, con la orientación y naturaleza del nuevo Gobierno. Necesariamente tiene que expresar el acuerdo programático de las fuerzas políticas y sociales que respaldan dicho Gobierno. Tradicionalmente, la formulación programática se entiende no sólo como una expresión tecnocrática a nivel de las cúpulas partidarias, las famosas Comisiones Programáticas, sino que esencialmente construidas a partir de la oferta programática y no desde la demanda programática. Se formula y “negocia” una propuesta programática y luego se presenta a la ciudadanía, como un producto de mercado, la cual, supuestamente, se adhiere o la rechaza con su voto. Es una fórmula tecnocrática y verticalista que niega la participación democrática. Evidentemente, no es factible consultar a todo el mundo para formular un programa, menos uno de Gobierno, sin embargo, la actual situación de apatía, desinterés, y en cierta manera desesperanza de la ciudadanía frente al discurso público, además de la manipulación informativa, hacen que esta metodología tradicional y cupular no tenga los efectos movilizadores que se supone. Además, en las campañas electorales los programas se diferencian muy poco entre sí. A nivel nacional y cupular, si no se quiere ser demagógico, es poco lo que se puede ofrecer que no se haya intentado antes de manera fallida o para cuya concreción se necesitaban condiciones políticas que no se han dado o muy difíciles de obtener.
La formulación programática puede y debe ser concebida como uno (no el único) de los instrumentos de construcción del Frente Social Amplio. Ello requiere que se entienda como un proceso social y político amplio y que se estructura de abajo hacia arriba. La credibilidad y por tanto la capacidad movilizadora de una agenda programática tiene relación directa con la percepción de cercanía y viabilidad que las posibles medidas tengan con los problemas objetivos que afectan a la ciudadanía. Es por ello que la discusión programática debe realizarse en un ámbito territorial y social definido que involucre algún nivel institucional de poder gubernamental. La comuna y la región ofrecen hoy potencialidades políticas y sociales para realizar dicho proceso. Ello podría expresarse en la conformación de un Frente Amplio Programático que nace y se organiza desde la comuna, la región, algunas mega regiones como el Norte Grande, hasta el nivel nacional.
En conclusión, efectivamente existe una posibilidad de cambio real en la situación del país y de un nuevo Gobierno, ello depende de la capacidad que tengamos para despertar, movilizar y conducir la inmensa potencialidad democratizadora de las fuerzas sociales y de la sociedad chilena.
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