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martes, 10 de enero de 2017

OPINIÓN

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La crisis de los partidos socialistas tradicionales en Europa… ¿y Chile?

por  10 enero 2017

Crisis existencial de la centroizquierda tituló un artículo el periódico británico Financial Times en diciembre recién pasado, a propósito de la debacle del socialista F. Hollande en Francia, que se junta con la casi desaparición del PSOE en España o las divisiones de los socialistas alemanes, la inexistencia de socialistas en Italia y la incierta “reconversión” del socialismo en el Reino Unido.
En nuestra región, más específicamente en América del Sur, hay un retroceso de los “partidos por el socialismo” que tienen, cada uno, sus propias identidades. El socialismo, a diferencia de los partidos comunistas, no ha logrado –si es que lo ha buscado alguna vez– homogeneizar partidos “hermanos”.
En Europa las viejas socialdemocracias se han alternado en el poder con las aún más viejas instancias conservadoras (las Thatcher en Reino Unido; los Rajoy en España; Merkel en Alemania o los Sarkozy en Francia). La gente en el Viejo Continente creyó una y otra vez que los “socialistas” eran diferentes a los conservadores y en igual número de casos han terminado en total frustración, ya que ambas coaliciones terminan por administrar un mismo modelo: el neoliberal . Tal es el caso que, en las últimas elecciones en cada país, aparecen alternativas diferentes, más frescas y sin el peso del uso del poder y los privilegios (con numerosos casos de corrupción) que caracterizan a esos “duopolios”.
El progresismo democrático en Chile y otras múltiples expresiones de la izquierda fuera de la Nueva Mayoría (NM), han explicitado que los partidos tradicionales de la NM –PDC, PS, PPD– han perdido con creces el apoyo de las organizaciones sociales de antaño que, finalmente, les daban su fuerza electoral. Los candidatos a direcciones gremiales que militan en partidos tradicionales deben presentar y explicitar discursos completamente diferentes a los de sus cúpulas partidarias para intentar continuar en los mandos gremiales, a menudo sin éxito. Ver, por ejemplo, lo que sucede en las organizaciones estudiantiles –secundarias y universitarias– a nivel nacional; la CUT o las organizaciones de profesores; los sindicatos portuarios o los de pescadores; las otras organizaciones sindicales no afiliadas a la CUT o los movimientos de deudores habitacionales, entre muchos otros.
En la medida que los partidos de los trabajadores de antes dejan de interesarse en representar a los trabajadores, pierden su razón de ser y, con esta actitud, fomentan ellos mismos los populismos que critican y se convierten en instancias de administración de puestos y de poder. Sin embargo, se vislumbran otras fuerzas que pueden estructurarse para, al menos, neutralizar la arremetida del gran empresariado con sus abusos, colusiones, destrucción del medio ambiente y cobros exagerados en empresas monopólicas con el aval del Estado.
Los más tradicionales de los candidatos presidenciales de la Nueva Mayoría de Chile acuden a la imagen de orden que les es tan propicia para atemorizar a la población. Sin embargo, hoy se han abierto espacios inéditos que permiten la creación de un Frente Amplio serio, responsable, progresista y con un programa de gobierno razonable, no solo posible sino necesario en el marco de los cuatro años que dura el gobierno.
Esto ha avanzado de manera significativa en los últimos años en diversas latitudes. La prensa poco ha hablado del ecologista Van der Bellen en Austria, que logró el gobierno este año (un defensor de los movimientos sociales de 1968); o de que Podemos –la organización social española– es más que una indignación; y que en Portugal y en Grecia, como en la pequeña Islandia, hay cambios importantes en favor de posiciones alternativas que no son populistas.
Los más tradicionales de los candidatos presidenciales de la Nueva Mayoría de Chile acuden a la imagen de orden que les es tan propicia para atemorizar a la población. Sin embargo, hoy se han abierto espacios inéditos que permiten la creación de un Frente Amplio serio, responsable, progresista y con un programa de gobierno razonable, no solo posible sino necesario en el marco de los cuatro años que dura el gobierno.
Tendrán que entender, quienes hacen discursos electorales “radicales” para ganar elecciones pero gobiernan con el férreo dictamen de los respectivos ministros de Hacienda –Eyzaguirre, Velasco, Larraín o Valdés–, que las personas han llegado al convencimiento de que se las está embaucando y, en esa perspectiva, es que el progresismo democrático con un Frente Amplio podrían dar una enorme sorpresa en la contienda electoral de 2017. Esto dependerá, en primer lugar, de que sean capaces de unirse –lo cual hasta ahora no ha sido posible– y de que, en un trabajo de base muy permanente, aclaratorio y convincente, logren que la gente vote por una alternativa diferente y no se desvincule electoralmente como lo han hecho varios millones de chilenos y chilenas desde 1990. Este es el desafío que, ciertamente, es de envergadura.

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