La esperanza de la derecha y sus aliados sigue siendo la misma de siempre: conservar el poder. Y el gobierno no es, necesariamente, el poder.
En política la tozudez siempre es dañina y termina socavando los cimientos ideológicos de quienes la enarbolan. Ha ocurrido ello tantas veces que por la extrema abundancia de sus ejemplos pareciera ser materia de fácil olvido.
Hoy, uno de los socios del todavía existente duopolio “gatopardista” –Chile Vamos- se resiste a aceptar el mandato desglosado de la soberanía popular expresada en el reciente plebiscito constitucional. Junto con ello se resiste también a entregar la férula a quien el pueblo favorezca en las elecciones presidenciales del próximo año 2021. Tal vez, después de todo, a esa derecha dura no le moleste tanto perder la presidencia de la república como sí le preocupa, por ejemplo, dejar escapar de sus manos el poder que aún le otorga el ‘derecho a veto’ en el Congreso, mediante el cual puede seguir abortando cualquier proyecto de ley que huela a justicia social, a derechos laborales, a independencia verdadera, a democracia real.
Lo mencionado en estas líneas muestra qué es lo que tiene nerviosos a muchos dirigentes de la UDI, de Evopoli y de RN, quienes apuestan sus fichas a la elección de convencionales para manejar a su favor el escenario donde se jugará el balance o desbalance del poder político. No por nada Jacqueline van Rysselberghe, presidenta de la UDI, hace esfuerzos para que su colectividad y la derecha en su conjunto acepten recibir a los ‘republicanos’ de José Antonio Kast, a objeto de conformar una lista de unidad con la cual enfrentar la elección de los convencionales o constituyentes en abril del 2021.
Algunos líderes de las colectividades derechistas, en conversaciones sotto voce, reconocen dificultades en la próxima contienda presidencial, puesto que –hasta este momento- la distancia obtenida por su mejor exponente, Joaquín Lavín, se ha estrechado a ojos vista, y candidatos de la otra vereda, como Daniel Jadue, apuran el tranco dispuestos a pasar al primer lugar. Por ello, para la derecha, la batalla actual se circunscribiría a la elección de los convencionales y, posteriormente, a las parlamentarias. Pero aún no dan por perdida la lucha por la presidencia. Han logrado reflotar otros nombres, como el de Evelyn Mathei y el de Mario Desbordes.
Por su parte, la actual oposición centroizquierdista sufre de los mismos ahogos. Fragmentada en varios bloques y grupos, no logra dar con el liderazgo requerido para enfrentar con posibilidades reales de éxito una contienda electoral relevante, como es la presidencial. En tiempos de dudas y turbulencias aparecen personajes que, en tiempos de calma y reflexión, no tendrían siquiera la posibilidad de ser mencionados como posibles candidatos. En ese listado están Francisco Vidal, José Miguel Insulza y Heraldo Muñoz. Todos ellos miran hacia arriba, hacia donde ya se posicionó el actual alcalde de Recoleta, el comunista Daniel Jadue, y tragan saliva al barruntar que el pueblo empoderado no teme enfrentar al mundillo político que se transformó en costra tóxica. .
Lo concreto es que debido a ello, y apurando el paso, en el duopolio unos y otros intentan prolongar la agonía del chileno medio, evitar a como dé lugar la estructuración de una nueva Constitución Política moderna y democrática, solidificar la usura, el lucro y la
avaricia de las megaempresas incrementando la venta del país a manos privadas, y muy principalmente, mantener a la población asfixiada con deudas que se prolongarían hasta una tercera generación.
¿Una vez más no ven venir lo que se sabe llegará tarde o temprano? Es sano recordar…
El 2012, escribí artículo en el cual mencionaba lo siguiente:
<<En suma, Alianza y Concertación se hermanan no sólo en el proyecto económico (¿se puede hablar de ‘proyecto’ si la idea es, simplemente, vender el país a quién lo remate en precio más elevado?), sino también están intrincadamente unidas en enriquecer a sus grupos familisteriales -que dominan el escenario nacional desde hace décadas- mediante la explotación y engaño de una sociedad civil que todavía muestra cierta capacidad de aguante, y se resiste –por ahora- a salir a la calle para poner de pie lo que se encuentra de cabeza.
<<Sin embargo, bien sabemos que tarde o temprano situaciones como estas siempre revientan, explotan, pero lo delicado del tema radica en que ese reventón puede ser demasiado doloroso.
<<Por ello, muchos ciudadanos, y también estudiantes que aún no tienen edad para sufragar, suman sus fuerzas a la tarea mancomunada de millones de personas que, sin ponerse a sí mismas un plazo perentorio, extienden sus esfuerzos y capacidades para convencer al país respecto de la insoslayable necesidad de cambiar el estado de cosas; y es entonces que conceptos, ideas y planes como Asamblea Constituyente y nueva Constitución Política, aparecen en lontananza con luz propia, brillante y necesaria>>
Eso fue, reitero, en el 2012…y llegó. Hoy, ocho años después, lo que pueda venir –teniendo como recuerdo cercano lo acaecido el 28 de octubre del 2019- podría ser sin duda mucho más “estruendoso” si la gente confirma que el establishment revolvió las fichas para repartirlas en beneficio de los predadores y corruptos de siempre que se han sentado en la voluntad y soberanía del pueblo.
Falta un año para las elecciones parlamentarias y presidencial. Con esta turbulencia actual, un año es mucho tiempo, hay demasiado espacio para cualquier cosa. Incluso para que la derecha y sus aliados pavimenten a Daniel Jadue, al pueblo y a cualquier líder honesto y democrático, el mismo camino que asfaltaron en 1970. Sólo han cambiado los apellidos. Ayer fueron los Bulnes, los Ossa, los Viaux, los Jarpa, los Durán…hoy podrían ser los Kast, los Moreira, los von Baer, los Aylwin, los Burgos.
La traición es sólo es cuestión de tiempo, aseguró el general Patton en Berlín el mes de junio de 1945. Y quien ya traicionó una vez e insiste en su tozudez …
Por Arturo Alejandro Muñoz
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