Los interdependientes y el poder constituyente
por Rolando Garrido Quiroz 23 noviembre, 2020
Los seres vivos interactúan con otros organismos en sus hábitats en dinámicas de interdependencia. En el caso de nuestra vida humana como sociedad, esto es estableciendo una relación recíproca o de correspondencia mutua entre dos o más personas.
Gandhi afirmaba que la interdependencia era y debía ser el ideal de la persona, entendida como autosuficiencia. Somos seres sociales y nuestra interacción con la sociedad evidencia la unicidad con nuestro contexto histórico y, de esa manera, facilita suprimir el egoísmo tan presente en las distintas variantes del individualismo reinante. La interdependencia social pone a prueba nuestro compromiso con el tiempo histórico que compartimos con sentido de herencia.
Chile vive un tiempo histórico importante con la apertura del proceso constituyente, luego de la aprobación mayoritaria para elaborar una nueva Constitución política, mediante una convención constitucional paritaria con representantes 100% elegidos por la ciudadanía. Dicho lo anterior, el foco se ha puesto en quiénes van a ser electos como los encargados para redactar la nueva Constitución y cómo van a llegar a la papeleta en la elección del 11 de abril del 2021 esas mujeres y hombres mandatados para dicho propósito institucional.
Bastante se ha escrito y dicho sobre la calidad, origen e idoneidad de quienes debiesen elaborar la Carta Magna que nos regirá como país en los próximos años o decenios. Los partidos políticos constituidos legalmente tienen el derecho y deber de levantar candidaturas de sus propias filas y de sumar a independientes interesados en recibir el respaldo de una estructura partidaria. Por su parte, existen distintas iniciativas organizadas de independientes que se van a presentar a la elección constituyente por sus medios y espacios posibles, conforme a las disposiciones legales.
El 80 % de la ciudadanía se manifestó de manera contundente en el plebiscito de entrada, en orden a que la decisión ciudadana va más allá de una esperanza delegada al poder constituido, ya que el poder soberano se erigió como mandato claro para hacer del proceso constituyente un espacio de colaboración, activo, democrático, inclusivo y deliberativo que avance hacia el equilibrio como óptimo, es decir, una ciudadanía que quiere prosperar en paz, con justicia y dignidad; por tanto, el desafío de redactar una nueva Constitución surge del anhelo de contar con un contrato que asegure un equilibrio dinámico como el óptimo refrendado en bien común.
Este mandato invita con decisión a las élites políticas para que faciliten la participación de candidatas y candidatos que no son parte de las organizaciones partidarias. Al mismo tiempo, la ciudadanía soberana espera que los partidos políticos no lleven de candidatos constituyentes a políticos que han sido parte del poder constituido y responsables de la crisis de legitimidad institucional cuestionada y emplazada por el poder soberano que exige nuevas reglas del juego.
Volviendo al concepto de interdependencia, sabemos que existen distintos tipos de interdependencia, entre ellas, positiva, negativa, compleja; sin embargo, en sentido gandhiano, nos interesa poner el acento en los niveles de interdependencia que son exigibles para dirimir y participar en este proceso constituyente, donde la unicidad de propósito genera un compromiso con el tiempo histórico y sus alcances e impacto sobre un futuro posible y deseado.
Una nueva Constitución es relevante como declaración política, espíritu soberano y cuerpo institucional para superar la crisis de legitimidad institucional sistémica que se arrastra por varias décadas en Chile y transformarla en una oportunidad, donde ese futuro deseado pasa a ser parte de la dinámica democrática natural, más allá de la propia Carta Fundamental. Dicho de otra manera, no todos los sueños se cumplen en la realidad y muchas veces la realidad supera a los propios sueños. Así es el juego de la vida como misterio y el desafío auspicioso que tenemos por delante.
Los políticos y congresistas constituidos abrieron el proceso constituyente en curso el 15 de noviembre del 2019 con el acuerdo negociado alcanzado y, en parte, han comprendido las dimensiones de la crisis de legitimidad institucional de la cual son parte y responsables directos en su representación institucional, y saben qué significa ese 80% como mandato soberano donde la mayoría ciudadana optó por una Convención Constitucional para redactar la nueva Constitución con perspectiva de futuro compartido e incluyente o diálogo estratégico para una convergencia nacional de propósitos. Lo pendiente es coaprender a ponerlo en práctica.
El proceso constituyente invita a considerar espacios de interdependencia colaborativa y herramientas innovadoras distintas de las tradicionales que ofrece la política y su lógica de democracia representativa clásica, esto es, votar, elegir y delegar en los electos la solución de los asuntos para los cuales se votó y eligió, sean independientes o militantes.
Las chilenas y chilenos podemos avanzar hacia una cultura de innovación colaborativa que haga más visible y evidente la interdependencia existente entre la ciudadanía, los poderes del Estado y todos aquellos actores incidentes en una estrategia nacional democrática para la adaptabilidad ecosistémica que exige la interdependencia local y global, más allá de la necesidad de una vacuna, más allá de los indicadores que hoy miden la economía, la política y el ejercicio de ciudadanía en tiempos de crisis sistémicas y ecosistémicas. En tal sentido, este proceso constituyente no se puede ir con chicas, ni menos con letras chicas propias de esa democracia de las élites que nos han gobernado.
La innovación colaborativa es un tipo de innovación abierta donde las personas y las organizaciones desarrollan una plataforma común desde la cual reflexionar, compartir recursos y aportar soluciones de innovación conjunta e intercambio de ideas, conocimientos, experiencias, aprendizajes, prácticas, aspiraciones, oportunidades y resultados sostenibles.
La innovación colaborativa es posible cuando los niveles de interdependencia son evidentes y urgentes, ya que potencialmente podría ser un fracaso la participación de candidatas y candidatos independientes en el proceso eleccionario de constituyentes, si es que estos mismos apuestan por mero voluntarismo y desprecian espacios efectivos de colaboración estratégica. De la misma forma, las candidaturas partidarias podrían eventualmente confundir estrategia con objetivo y jugar cartas gastadas o trucadas por fuera del mandato soberano de elegir con criterios de inclusividad y diversidad a ciudadanas y ciudadanos aptos para esta responsabilidad. Ambas posibilidades no estarían a la altura del soberano elector y su poder constituyente.
La responsabilidad histórica demanda abrir plataformas de creatividad dialógica e innovación colaborativa para que se exprese el poder constituyente de los interdependientes desde un espacio ofrendado con generosidad y fraternidad, haciendo de este espacio un ejercicio para practicar el bien común y una oportunidad para posicionar a Chile como un país que despertó y se dispuso a navegar contra vientos, mareas, pandemias y cambio climático, equipado de nueva legitimidad y diálogo intergeneracional, para abordar la complejidad y la incertidumbre desde una democracia ciudadana coedificada con dignidad y sostenibilidad.
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