Las mismas cabañas que otrora se llenaban de risas y alegrías se transformaron en un lugar de encierro de sobrevivientes a los campos de exterminio como Villa Grimaldi, Londres 38 y otros brutales sitios que tenía la DINA. Sin embargo, el trabajo de memoria y la persistencia nos demuestran que nunca fuimos derrotados y hoy, aunque con más arrugas y canas, seguimos trabajando para el futuro, siendo nuestro principal objetivo las nuevas generaciones, únicos continuadores de esta memoria porfiada.
Este 19 de noviembre de 2020 ha sido un día de enorme significación para nuestra corporación. En 2019 ganamos un fondo para la “Puesta en valor Monumento Histórico Balneario Popular y Campo de Prisioneros Melinka-Puchuncaví”, financiado por el Fondo del Patrimonio, que busca impulsar la resignificación y puesta en valor del monumento, con miras a la habilitación de un Museo de Sitio.
Esto, en base a reconstruir en el sitio una de las cabañas originales que sirvió como centro de detención a mediados de los 70 en Puchuncaví.
La cabaña fue encontrada casi intacta en una escuela de Maitencillo. Vino entonces un proceso realizado con la asesoría de profesionales del Centro Nacional de Conservación y Restauración (CNCR) para identificación de cada parte, registro de huellas y posterior desarme, pieza por pieza, de una de las cabañas donde estuvimos detenidos tantos meses. Tras eso, debía hacerse el traslado a Puchuncaví y, en paralelo, comenzar la preparación del terreno, con poyos y pilotes, además de habilitar alumbrado solar sustentable y autónomo, para que nuestro proyecto futuro de un museo de sitio y memoria sea realidad. Hasta febrero todo iba bien, pero llegó la pandemia.
Luego de largos siete meses, en los que el trabajo llevado adelante para la recuperación de la emblemática cabaña situada en la escuela básica de Maitencillo debía suspenderse, a partir del 2 de noviembre se retomaron los trabajos con mucho éxito, logrando importantes avances cada día.
Y pasó que este 19 se transformó en una jornada emblemática para nosotros, con la instalación del techo de la cabaña, lo que nos llevó a realizar una pequeña ceremonia de tijerales, una idea que les surgió a los propios trabajadores, y en la que participaron 23 personas muy significativas para nuestra corporación y este proyecto.
Un camarada que estuvo aquí, y hoy vive lejos de Chile, comentaba por el trabajo de reconstitución de la cabaña en Melinka: “Se ve hermosa, nunca pensé que se podía dar ese adjetivo un lugar de reclusión”. Es que estas cabañas representan momentos muy dispares, desde su origen. Primero, un lugar en que los trabajadores comenzaban a tener más derechos y más dignidad, pues gracias a la Medida Nº 29 del programa de gobierno del presidente Salvador Allende pudieron disfrutar de unas merecidas vacaciones con sus familias.
Tras el golpe cívico militar, las mismas cabañas que otrora se llenaban de risas y alegrías se transformaron en un lugar de encierro de resistentes sobrevivientes a los campos de exterminio como Villa Grimaldi, Londres 38 y otros brutales sitios que tenía la DINA. Sin embargo, el trabajo de memoria y la persistencia nos demuestran que nunca fuimos derrotados y hoy, aunque con más arrugas y canas, seguimos trabajando para el futuro, siendo nuestro principal objetivo el trabajo con las nuevas generaciones, únicos continuadores de esta memoria porfiada.
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