La Caída de Longueira
Interferencia reproduce un capítulo del libro 'Pescado Rabioso: Leyes de pesca y luchas de poder de en la derecha chilena' del periodista Carlos Tromben, una detallada crónica sobre la intriga política que envolvió la tramitación de la polémica ley de pesca, también conocida como Ley Longueira.
La derecha chilena había sido durante décadas una familia disfuncional. Hasta que Piñera ordenó el sector con su talento y la ayuda de los brujos de Chiloé, los escasos momentos de armonía en la derecha obedecieron a necesidades tácticas: detener a la izquierda.
El ascenso de la UDI y de Longueira es un caso digno de estudio. Del pinochetismo duro pasó a un pragmatismo clientelar que le rindió frutos concretos. Estuvo a punto de conquistar el poder en 1999 y logró establecer una bancada sólida y aguerrida en defensa del sistema heredado de los gobiernos cívico-militares.
Sin embargo, sus contradicciones internas, el caso Spiniak y el tesón a toda prueba de Piñera supusieron un techo insalvable.
Longueira no leyó esas señales cuando se lanzó a la fatídica campaña por las primarias de 2013. No supo ni pudo sopesar la oposición interna que había creado en su contra y, lo más grave: no supo leer a Piñera.
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La carrera presidencial comenzó en la Concertación con una serie de aspirantes menores y una corredora con ventaja, Michelle Bachelet. En la derecha, los adelantados fueron Andrés Allamand por RN y Laurence Golborne por la UDI.
“Las primeras fricciones datan de 2003, cuando Novoa resentía el pragmatismo a ultranza de Longueira. Pero fue durante el “Caso Spiniak” cuando se cimentó la ruptura”.
El ministro que se hiciera famoso por llorar durante el rescate de los 33 mineros era la carta de Novoa y Coloma, dos de los coroneles con mayor peso dentro del partido. Para ellos era cuestión sine qua non bloquear las ambiciones de Longueira.
“Las primeras fricciones datan de 2003, cuando Novoa resentía el pragmatismo a ultranza de Longueira. Pero fue durante el “Caso Spiniak” cuando se cimentó la ruptura”.
El autor de la nota, Sebastián Minay, identifica otros tres episodios que ensancharon la grieta: en 2006 Longueira y Andrés Chadwick, el otro coronel UDI, no apoyaron a Juan Antonio Coloma, el candidato de Novoa para presidir el partido. Luego, ya con Piñera en el poder, Novoa y Coloma se atrincheraron para defender a Ena Von Baer en el gabinete. Longueira y Chadwick, en cambio, empujaron su caída.
Con estos antecedentes Novoa y Coloma levantaron la opción de Golborne, quien reunía una serie de atributos: su popularidad derivada del episodio de los mineros, su estilo llano y despolitizado, su sonrisa ingenua. Además, no venía de la elite sino de los “sectores aspiracionales”.
Con el slogan “es posible” comenzó la campaña del exministro estrella de Piñera.
Golborne niño, Golborne con sus padres en Maipú, Golborne alumno ejemplar, Golborne meritocrático. “¿Es posible volver a casarse, construir una nueva familia y mantener la armonía entre ambas?”, se preguntaba la voz en off del video que circuló por youtube y las redes sociales. Sí, era posible. Era posible replicar la exitosa campaña de Michelle Bachelet, una desconocida cuando Ricardo Lagos la nombró ministra de salud y luego de defensa.
Para Novoa y Coloma, el rescate de los 33 mineros iba a ser para Golborno lo mismo que las graves inundaciones de 2002, cuando Bachelet recorrió Santiago abordo de un vehículo blindado del ejército, comandando los esfuerzos por asistir a los damnificados.
Con su implacable fuerza territorial, la UDI confiaba en derrotar a Andrés Allamand, el candidato de RN, un político profesional, tradicional, que en su carrera se había dado tantas volteretas como estrofas tenía el himno nacional.
Pero entonces una fuente anónima reveló a The Clinic que el intachable y simpático Golborne tenía fondos en el paraíso fiscal de las Islas Vírgenes, no mencionados en su declaración de patrimonio e intereses. Solo Patricio Fernández, editor de The Clinic, e Ivonne Toro, periodista que firmó el artículo, conocen la identidad de esta fuente.
El 29 de abril de 2013 retiró su candidatura.
Se rumoreó que el soplo provenía del ex empleador de Golborne, el empresario Horst Paulmann, dueño de la cadena Jumbo. El candidato había responsabilizado tácitamente a Paulmann de la decisión de aumentar las comisiones de la tarjeta de crédito Jumbo Más, sancionada como ilegal por el Servicio Nacional del Consumidor y la Corte Suprema. “Uno recibe órdenes”, dijo Goldborne a los medios.
Sin embargo, se sabía que el empresario de origen alemán era reacio a abrir flancos políticos.
Si no había sido Paulmann, las posibilidades se restringían. Más de alguien recordó que Patricio Fernández era sobrino de Andrés Chadwick, primo hermano del presidente Sebastián Piñera.
El hecho es que Longueira, Chadwick y Lavín no estuvieron presentes en la conferencia de prensa en la que Golborne anunció que retiraba su candidatura. Novoa figura en un discreto segundo plano junto a Coloma, mientras Patricio Melero, el presidente del partido, pronunciaba un discurso dramático. Shakesperiano casi.
"Laurence, la UDI no tiene otra palabra para ti que una enorme gratitud y un mayor compromiso por este gesto que tú tienes esta tarde de dejarnos en la libertad para elegir la mejor opción. Junto con expresar mi agradecimiento, quiero también pedirte perdón si en algún momento no estuvimos a la altura de lo que tú esperabas de nosotros".
Longueira tenía, por primera vez, el camino despejado hacia su objeto de deseo.
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Por esos días Georgio Carrillo abrió la caja de pandora sobre los aportes ilegales de Corpesca a Marta Isasi, parlamentaria que presidia la comisión encargada de tramitar de la ley de pesca. Ajeno a esta polémica considerada menor, Longueira se lanzó a la madre de todas sus batallas.
El domingo 30 de junio Pablo Longueira se impuso por una diferencia de 22.172 sufragios de un total de más de 800.000 sobre Andrés Allamand, el eterno perdedor de la derecha.
Con Lavín como generalísimo, armó un equipo de fieles colaboradores que salieron a captar financiamiento y votos. Acuñó el concepto de “centro social” y el slogan “por un Chile más justo”. Con estas herramientas y millones de pesos recaudados de manera limpia y no limpia, como se demostraría después, salió a pelearle la nominación a Allamand, a quien las primeras encuestas daban por ganador.
Recorrió el país entero, como quedó registrado en su perfil de twitter. Estaban en juego años de trabajo con pobladores, mujeres, gente de esfuerzo, desde que Jaime Guzmán lo sacara del camino fácil del ejecutivo corporativo para hacer de él un guerrero capaz de disputarle a la izquierda el corazón de las masas.
El domingo 30 de junio Pablo Longueira se impuso por una diferencia de 22.172 sufragios de un total de más de 800.000 sobre Andrés Allamand, el eterno perdedor de la derecha.
“Con el 82% de las mesas, gana el candidato que une y no desune, el que construye y no destruye. ¡Bien!”, posteó Golborne en su cuenta de twitter.
Allamand concurrió a la sede de la UDI para felicitar al ganador de la contienda. De paso encaró a Lavín y, ante numerosos testigos, apuntó contra el ex abanderado su dedo acusador: “hasta cuando me humillas”, le espetó con dureza, evocando las viejas querellas del caso Spiniak.
Exultante y rodeado de sus más fieles colaboradores, Longueira declaró: “si en dos meses ganamos la primaria, en cinco ganamos la presidencial”
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En un universo paralelo, uno de esos multiversos que la física actual considera como posibilidad, Longueira habría llegado a la papeleta de primera vuelta en noviembre de 2013. En la gran mayoría de estos universos paralelos habría perdido contra Michelle Bachelet en un balotaje. Pero habría quedado en posición de asegurar una segunda candidatura por la UDI y competir contra Piñera en la madre de todas las batallas, las presidenciales de 2017.
Sin embargo, no estamos en ese universo.
La lista de enemigos que Longueira amasó durante sus años de gloria no es muy larga. En la UDI se restringe a los nombres de Novoa y Coloma.
En las dos semanas posteriores a su triunfo sostuvo algunas reuniones con la bancada de la UDI en el congreso y con el propio Andrés Allamand. Estaba agotado, se decía. Fundido por el esfuerzo de improvisar una campaña y ganarla contra todo pronóstico.
Su cuenta twitter siguió haciendo posteos esporádicos. El 3 de julio: “es muy importante avanzar en defensa de los derechos ciudadanos”. El 11 de julio: “un gran saludo a todos los profesionales del Periodismo que hoy celebran su día”. Y eso fue todo.
Silencio absoluto hasta el 17 de julio, el día en que delegó en Lavín y en sus hijos la responsabilidad de informar que renunciaba a la campaña.
¿Qué había sucedido en aquellos 17 días? Son el secreto mejor guardado de la derecha.
La lista de enemigos que Longueira amasó durante sus años de gloria no es muy larga. En la UDI se restringe a los nombres de Novoa y Coloma.
Al día siguiente de la noticia, Sebastián Piñera concurrió al matinal de Chilevisión, el canal que había sido de su propiedad hasta antes de asumir la presidencia. Estaba resplandeciente, optimista, como si nada hubiera ocurrido. Junto con apoyar la candidatura de Evelyn Matthei, pronunció un par de frases que hoy resultan significativas:
“Para ser candidato lo más importante es tener un compromiso, fuerza, ganas, y yo creo que ella los tiene. Lo peor son esos candidatos a los que hay que ir a convencerlos para que asuman una responsabilidad”.
No mencionó a Longueira por su nombre. Estaba desarmado y en el suelo y, con sutileza, Piñera echó las últimas paladas de tierra sobre su tumba.
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Según Adam Phillips, huir es un acto de omnisciencia. Sabemos lo que va a pasar: viene la frustración. Alguien nos va a robar el objeto de deseo; alguien que nos ofreció su apoyo que en el último momento nos defrauda. ¿Por qué le creímos al defraudador, el mago que vacía de contenido nuestros deseos? Solo Pablo Longueira sabe la respuesta.
Los detalles se irían sabiendo con el correr de los meses. Por un oscuro proceso iniciado en Valparaíso se supo que varios congresistas habían recibido aportes ilegales de la principal empresa pesquera del país. Antes, durante y después de la tramitación de la ley Longueira. La fiscalía comenzó a revisar todas las facturas de los asesores del congreso y se encontraron con las del exministro y excandidato. Secretarias, choferes y oscuros exfuncionarios emitían facturas a empresas por servicios que no se realizaban. Longueira las utilizó para financiar sus fundaciones y, lo más importante, para financiar su campaña de primarias.
El fin de semana del 13 de julio de 2013 algo sucedió, alguna conversación, un correo, un mensaje cifrado lo llevó a huir de la situación que él mismo había creado. Toda la producción y la tramoya se cayeron.
Los detalles se irían sabiendo con el correr de los meses. Por un oscuro proceso iniciado en Valparaíso se supo que varios congresistas habían recibido aportes ilegales de la principal empresa pesquera del país. Antes, durante y después de la tramitación de la ley Longueira. La fiscalía comenzó a revisar todas las facturas de los asesores del congreso y se encontraron con las del exministro y excandidato. Secretarias, choferes y oscuros exfuncionarios emitían facturas a empresas por servicios que no se realizaban. Longueira las utilizó para financiar sus fundaciones y, lo más importante, para financiar su campaña de primarias.
Todos los políticos chilenos recurrían a estos trucos, pero los de Longueira se hicieron públicos cuando estalló el escándalo conocido en Chile como “platas políticas”, una matiné pobre de políticos recibiendo pequeños aportes de las empresas, a cambio de grandes favores regulatorios.
En enero de 2016 la revista Qué Pasa lanzó otro misil. El gerente general de SQM, financista corporativo transversal de los políticos chilenos, le dictaba a Longueira párrafos completos del nuevo código de aguas del sector. Estos correos, más las facturas truchas de sus colaboradores fueron la base para su formalización por delitos tributarios y cohecho. El 22 de junio quedó con arresto domiciliario y prohibición de salir del país.
En su prematuro libro de memorias, “Mi testimonio de Fe”, publicado cuando aún no se cerraba el caso Spiniak, Longueira afirma: “Las dos obras más hermosas de mi vida son mi familia y la UDI”. En él relata su vida como una secuencia de decisiones impuestas desde afuera, un locus de control externo en que Jaime Guzmán actúa como imperativo categórico. El contraste con Piñera, individuo que controla su propia vida y su agenda como los que sí saben rearticular su frustración, resulta clarificador para entender por qué uno de los dos primó.
Longueira se lanzó a la guerra sin haberla ganado. Al parecer creyó de buena fe que Piñera lo había perdonado por la guerra de los seis días. Tal vez se dio cuenta demasiado tarde de que el ministerio de economía y la ley de pesca eran en realidad una trampa, una emboscada que se tragaría su carrera política. Hoy Longueira es el Cordero de Dios de la derecha.
Ir a la guerra sin haberla ganado es muy costoso. Pero más todavía no reelaborar adecuadamente la frustración, pues da pie para que esta se perpetúe ad eternum. Reelaborar adecuadamente las muchas frustraciones que le tocó enfrentar en su vida de político y empresario le ha permitido a Sebastián Piñera salirse sistemáticamente con la suya. No hacerlo hundió a Longueira. Solo uno de los dos sería el elegido para liderar a la derecha hacia la tierra prometida de la unidad.
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