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sábado, 18 de noviembre de 2023

Joan y Víctor

 

Joan y VíctorOPINIÓN


Sebastián “Tato” Seves
Por : Sebastián “Tato” Sevesmúsico y docente del Instituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado.
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El canto truncado de Víctor, la partida longeva de Joan, marcan un arco de tiempo en nuestra historia de país, pero sobre todo en una huella imborrable de nuestra cultura popular chilena.


La partida de Joan Jara, despedida en su casa roja del Espiral, que está en medio del agitado, tradicional y popular barrio Brasil, me propone una banca de la plaza para divagar, agradecer, recordar y honrar.

Joan y Víctor, dos personas que se encontraron, que se amaron, que partieron de este plano a distinto tempo y tiempo. Ambos reflejan la necesidad vital de decir, crear, enseñar y construir. Así como la música, la danza, en su inevitable y elemental convivencia, la virtud de ambos se proyecta entreverada, conectando mundos a través de la acción directa de sus múltiples disciplinas artísticas y de su capacidad de fundar y educar. La palabra legado juega resonando en las extrañas formas de colores que construyera Federica Matta al centro de la plaza.

La creación, como acto de pulsión, intuitivo, tenaz, es un acto político movilizador no ajeno a la búsqueda de belleza.

Para Víctor, para Joan, se convierte en un hacer cotidiano, que nace de una chispa genuina y sensible, la lucha permanente por los derechos humanos ante la evidencia de la injusticia reinante, visibilizar lo proscrito, el llevar a las “personas de a pie”, del oficio ordinario, al centro de la escena, posicionándolas en un espacio visible y audible, sin perder realismo, belleza ni crudeza.

Víctor usó las herramientas del teatro para dar coherencia a los relatos musicales de los grupos Quilapayún e Inti-Illimani. Se acercó a propuestas musicales lejanas, como los instrumentos eléctricos de Los Blops. Sus últimos trabajos creativos integraban música, danza y teatro. Creaba y enlazaba mundos, y cada mundo eran personas que se encontraban y colaboraban para un fin.

Joan, creadora, fundadora del Centro de Danza Espiral junto a Patricio Bunster, generó a mediados de los 80 un lugar que al poco tiempo ya se convirtió en centro artístico y cultural. Por ahí pasaron y siguen pasando grupos musicales, compañías de danza y teatro, tanto connotadas como en formación. Sus locaciones se han facilitado para encuentros de todo tipo de disciplinas, dando valor a nuevas propuestas que mezclan lo popular con lo contemporáneo. La importancia de generar un espacio es darle cobijo a algo; permitir que pase un algo que no sabemos, bajo un resguardo. Abrir la puerta es escuchar. Generar encuentros, dialogar.

Víctor, creador, se ha transformado en el principal referente de la canción popular chilena junto a Violeta Parra. Sus canciones, construidas a partir de un claro propósito temático y una alta claridad estética. Víctor dispone de la música como un teatro, dibujando la escenografía con palabras y sonidos buscados desde la guitarra principalmente, evocan el contexto y resuenan en la sensibilidad de la acción que se narra. La pluma de Víctor es refinada como el tañido de su guitarra, cálida y dulce, el rasgueo fuerte y a la vez sutil de su mano diestra, con un chasquido estridente y blanco como su carcajada. A través de su canto se perciben los elementos de la raíz folclórica y del oficio de cantor/cantora campesina, como lo fuera su madre.

El canto truncado de Víctor, la partida longeva de Joan, marcan un arco de tiempo en nuestra historia de país, pero sobre todo en una huella imborrable de nuestra cultura popular chilena.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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