Leído en el Dallas Morning de esta mañana: "El sorpresivo plan del presidente Trump para imponerle aranceles a las importaciones de productos de México será un martillazo a la economía de Texas, dañino para la economía local, y financieramente doloroso para las empresas tejanas y sus consumidores". El diario texano es muy preciso: "El año pasado el Estado de la estrella solitaria importó más de US$ 107 mil millones desde su vecino del sur. Eso quiere decir que si Trump realiza su plan... los tejanos deberán pagar casi US$ 27 mil millones de impuestos". Sergio Rodríguez Gelfenstein explica las sinrazones de la Guerra Comercial de Donald... |
Mucho más que una guerra comercial. El conflicto de Estados Unidos contra China
(2ª parte y fin)
Escribe Sergio Rodríguez Gelfenstein
La semana pasada cerramos este espacio diciendo: “El gigantesco mercado chino es la primera arma que tiene ese país para enfrentar la guerra de Trump… pero no es la única”. Efectivamente, en el desenvolvimiento de este conflicto se ha podido observar como China, con su habitual pensamiento de largo plazo, comienza a prepararse para enfrentar el diferendo en esos términos y tal vez esa sea otra ventaja a su favor: mientras EEUU lo asume en el plano coyuntural y específicamente con la mirada puesta en las elecciones del próximo año, el país oriental –fiel a su tradición– lo encara en perspectiva estratégica y no circunscrito a la figura que está dirigiendo el ejecutivo.
En este momento la frase más socorrida en los ámbitos políticos y académicos chinos es que esta confrontación es una oportunidad para ampliar, mejorar y acelerar los planes de inversión en ciencia y tecnología a fin de lograr en cortos plazos los objetivos que se habían propuesto un margen superior de realización.
Así mismo, sin ocultar la preocupación por los impactos que la guerra comercial y tecnológica tendrá en lo inmediato en el país, los dirigentes chinos no dudan en afirmar que al final saldrán fortalecidos y poseedores de una significativa autonomía e independencia en todos los planos.
Colocándose además en mejor situación para cumplir los planes de largo plazo, en especial aquellos encaminados a la conmemoración, en 2049, del primer centenario de la fundación de la República Popular China. Para esa fecha se han propuesto ser un “país moderno, próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado, armonioso y hermoso” como declaró Xi Jinping en 2017 en su informe al XIX Congreso del Partido Comunista de China. Además, dijo, este país y su sociedad serán socialistas.
En la confrontación actual, otra herramienta poderosa que posee China es la dependencia de EEUU de sus tierras raras, que cuentan por un 80% de las compras mundiales que hace Washington de estos materiales estratégicos. Ellas son imprescindibles en la fabricación de instrumentos y equipos de alta tecnología: teléfonos inteligentes, paneles solares, vehículos eléctricos, computadoras, la industria militar, sistemas de guiado de misiles y sensores avanzados para los aviones caza-bombarderos.
China tiene las mayores reservas de tierras raras, y es el primer productor mundial de molibdeno, tungsteno, antimonio y magnesio, cuya producción estuvo controlada por EEUU desde la guerra fría mediante convenciones y acuerdos internacionales. Ahora, China domina el rubro y los EEUU son deficitarios. La potencia asiática podría utilizar esa fuerza o debiese, como afirma Jin Baisong, –ex investigador de la Academia China de Comercio Internacional y Cooperación Económica–, en un reciente artículo publicado en Beijing en el periódico China Daily.
En otro ámbito, los especialistas anuncian que las pérdidas previstas en la economía estadounidense duplicarán el impacto que las sanciones tendrán sobre China. Esto se desprende de las declaraciones de un grupo de economistas de la Reserva Federal de Nueva York, quienes aducen una serie de factores en apoyo a sus afirmaciones. Entre ellos, que otros países producen con menor eficiencia productos que además son más caros. Explican que “…el costo anual de los aranceles a las importaciones chinas —valorado en unos 52.800 millones de dólares para la economía de EEUU en general y en 414 dólares anuales para una familia promedio— subirá hasta los 106.074 millones y 831 dólares, respectivamente”.
De esta manera las medidas tomadas por la administración Trump tendrán un efecto directo en las familias estadounidenses quienes serán, in fine, las que pagarán por las sanciones.
Otra respuesta china podría ser la reducción de sus colocaciones en la deuda estadounidense. China posee bonos del Tesoro yanqui por 1,13 billones de dólares: financia así el déficit estadounidense. Los analistas especializados creen poco probable esta reacción que provocaría la devaluación de los bonos estadounidenses, dañando más a China que a EEUU. La probabilidad de adoptar esta medida tiene más que ver con la defensa del Yuan, como ocurrió en 2016, que con una acción de represalia.
En cualquier caso, Beijing podría escalar el conflicto vendiendo bonos estadounidenses. Una movida de ‘guerra monetaria’ que provocaría un aumento de las tasas de interés con el fin de mejorar el rendimiento de los bonos (para que alguien los compre), y por consiguiente el encarecimiento de los créditos a empresas y particulares. Tal movida podría debilitar al dólar y provocar una desaceleración de la economía norteamericana. Beijing ha reducido sus colocaciones en Bonos del Tesoro en un 4% en los últimos 12 meses, pero aun ocupa el primer lugar entre los acreedores extranjeros, lo cual está lejos de ser neutro en medio del conflicto actual.
En el ámbito global esto podría provocar fuertes turbulencias en los mercados de divisas y en los mercados de valores, por lo que es poco probable que China lleve adelante acciones de este tipo.
Wall Street cayó bruscamente el lunes 13 de mayo, cuando China anunció un aumento de aranceles sobre algunos productos estadounidenses. Este anuncio tuvo lugar como respuesta a una amenaza de Donald Trump de incluir unos 325.000 millones de dólares adicionales en mercancías chinas castigadas con aranceles. El índice NASDAQ tuvo su peor día del año cayendo 3,4%, mientras al Dow Jones cayó 617 puntos, o casi 2.4%. El S&P 500 bajó un 2.4%: una muestra de lo que podría ocurrir en las Bolsas en caso de mantenerse el conflicto.
Un observador incauto podría juzgar ‘asimétrico’ el aumento de aranceles de US$ 325 mil millones por parte de EEUU frente a “sólo” 60 mil millones de China. Pero Beijing está siendo fiel a su tradición: actuando con gradualidad China no agota todas sus posibilidades de reacción y deja un espacio a la negociación en la cual cree como vía de solución de la controversia.
Por otro lado, el aumento de aranceles chinos está orientado a afectar áreas vitales para EEUU y en especial al electorado de Trump, sobre todo en el sector agrario de Estados tradicionalmente republicanos que serán los primeros afectados por las medidas.
La decisión estadounidense de centrar sus ataques en las empresas tecnológicas chinas, –en especial Huawei–, ha sido interpretado en el país asiático como una “declaración de guerra” en los campos económico y tecnológico. Ello ha radicalizado ciertos sectores de la sociedad china que enarbolan un discurso nacionalista radical que contrasta con la mesura con la que el gobierno ha manejado el conflicto.
De este modo llaman a las autoridades de Beijing a "desprenderse de sus ilusiones": el compromiso "no conducirá a la buena voluntad de Estados Unidos". Solo queda prepararse para el “escenario extremo” de nula cooperación entre ambos países, para el cual las compañías chinas se han preparado desde hace mucho tiempo con la convicción de que no serán derrotadas.
La radicalización del discurso de algunos actores chinos es la expresión de un cambio en la mentalidad tradicional del país asiático. EEUU lleva adelante una guerra real que va más allá de lo estrictamente comercial, ante lo que Beijing declara que no se quedará con los brazos cruzados. Respetando no obstante las normas internacionales. Su rápido desarrollo, iniciado en 1978, estuvo presidido por la opinión de que China no debe "ser demasiado amable o estar preocupada por la opinión occidental" según afirma el periódico Global Times. El diario señala que "una rivalidad estratégica más feroz es inevitable" y que "Huawei no puede perder, ni China tampoco".
Por otra parte, aunque las sanciones han impactado la economía china, hasta el momento el país ha respondido positivamente a la agresión. El primer trimestre de 2019 la economía creció un 6.4%, como en el período previo. No es el ritmo de años anteriores, pero los indicadores son muy superiores a los de EEUU y Europa. Proyectos estratégicos, como la Ruta de la Seda, además de generar crecimiento generan una mayor influencia de China en la economía mundial, a tal punto que, Italia, país miembro del G-7, se incorporó oficialmente al programa en marzo de este año durante una visita del presidente chino.
La contribución de las exportaciones al crecimiento del PIB chino, desde 2011, no ha sido superior al 1%, mientras que en el año 2017, cuando este indicador fue de 0,6%, el consumo público interno aportó el 3,9% y el privado 2,3%. Además, hay que destacar que en 2018, primer año del aumento de aranceles estadounidenses a productos chinos, el excedente comercial con EEUU siguió aumentando.
Por otra parte, la estructura exportadora china muestra que, contrariamente a lo que se supone, el 50% corresponde a productos de alta tecnología. En esto Huawei ha jugado un papel esencial, además de alcanzar un avance significativo en la tecnología 5G. Esto permite comprender el encono estadounidense contra la empresa.
China parece estar preparada para afrontar los retos de esta guerra económica. Se espera que su economía mantenga sus ritmos de crecimiento con una cifra estable alrededor del 6% anual, que duplica y hasta triplica la de los países industrializados.
Según un informe de los académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México Oscar Ugarteche y Alfredo Ocampo:
“Para 2018 su importancia [de la economía china] en el PIB mundial fue de 18.7% seguido de los EE.UU. con un 15.1%. No obstante, la diferencia entre el PIB per cápita de ambos países está muy lejos, para el primero es de 16,000 dólares PPA y para el segundo de 55,600 dólares PPA. Tomando como referencia los últimos 6 años y suponiendo constantes las tasas de crecimiento del producto y la población, el PIB per cápita chino superaría al de los EEUU para 2045”.
Justo cuatro años antes de la celebración del centenario de la fundación de la República Popular China.
Todo esto es visible en la superficie. En las profundidades subyace la idea de que EEUU, y Trump en particular, están usando el desequilibrio del comercio con China para justificar las debilidades de su economía tras décadas de deslocalización de sus empresas. Estas aprovecharon las “ventajas” de la globalización que hoy en día se revierten. Es lo que lo lleva a EEUU a regresar al proteccionismo en lo económico y al unilateralismo en lo político.
El problema es que se encontró con una nación china cohesionada en lo político, fuerte en lo económico y poderosa en lo militar, que no acepta ser vasallo de otras potencias.
De tal manera que las presiones no surten efecto: muy por el contrario la primera respuesta China ha sido la aceleración de sus procesos de innovación tecnológica. La grieta tenderá a profundizarse.
A diferencia de Occidente, China no apela ni apelará a la guerra y seguirá insistiendo en una negociación entre iguales. Es difícil comprender esa posición desde esta parte del planeta, habituada a bajar la cerviz. Pero quien conoce el talante del pueblo chino, su filosofía milenaria y una cultura firmemente acendrada en la población, entiende que ese comportamiento está apoyado en pilares de carácter identitario.
Negociando con flexibilidad para llegar a un acuerdo mutuamente ventajoso, China se ha negado a hacer el más mínimo cambio en aquellos aspectos que le dan viabilidad y solidez a su sistema político.
China no aceptará el tradicional chantaje, la habitual arrogancia ni la conocida intimidación con los que EEUU se conduce en sus relaciones internacionales y no es un país susceptible de amilanarse ni amoldarse a Occidente como lo hizo Japón en el pasado (bombas atómicas mediante).
China no aceptará hacer modificar un sistema económico que tiene en las empresas estatales el soporte principal para la realización de las metas económicas de desarrollo y combate a la pobreza. Y considera esa exigencia de EEUU como una “invasión a su soberanía”.
China ha asumido esta guerra con carácter nacional y patriótico. Su confianza se basa en la solidez económica del país. Del mismo modo está resurgiendo el espíritu que la llevó en solo 40 años de ser un país pobre y atrasado a convertirse en la segunda potencia mundial. Junto a ello, los medios de comunicación del país transmiten llamados a su poderoso desarrollo industrial, científico y tecnológico, sus tierras abundantes, su gigantesco capital humano, además de sus históricas tradiciones de lucha y de victoria.
Por todo ello, consideran que este conflicto es una batalla más que será superada. La coyuntura los ha llevado a enarbolar un nuevo lema: "Si quieren hablar, la puerta está abierta; si quieren luchar, lucharemos hasta el final".
En este marco, el investigador gallego Xulio Ríos, uno de los sinólogos más reconocidos de Occidente, ha destacado que el presidente chino Xi Jinping ha depositado una ofrenda floral en un “monumento conmemorativo al inicio de la Larga Marcha en la provincia de Jiangxi”, mientras que “En paralelo, en diferentes medios, se anunciaba la disposición a iniciar ´contraataques` a modo de respuesta a las invectivas estadounidenses. Se reitera así una voluntad de resistencia. La disposición moral y el patriotismo son claves en la nueva etapa que se abre en la serie sino-estadounidense”. La mención de la Larga Marcha hace alusión a la epopeya más trascendente de la historia china reciente.
Sin olvidar sus debilidades, China invoca hoy sus fortalezas, la primera de las cuales es su “conciencia histórico-nacional, que hoy invita a no bajar la cerviz apoyándose en la escala de sus dimensiones y en la fortaleza de su economía”, como afirma Ríos.
Vienen tiempos difíciles, advirtió Xi Jinping , haciendo un llamado al pueblo para prepararse para los avatares que el devenir de la historia les pueda traer.
Mientras tanto, la música ayuda a enfrentar el conflicto. Una canción titulada “Guerra comercial” se ha vuelto viral en China. En una de sus partes, dice "Si el perpetrador quiere pelear, lo superaremos en ingenio" y repite el estribillo "¡Guerra comercial! ¡Guerra comercial! ¡No temamos este indignante desafío!”
En el contexto, a partir del pasado 27 de mayo los medios audiovisuales de comunicación en China comenzaron a transmitir el himno nacional del país, “La marcha de los voluntarios”, todos los días a las siete de la mañana hasta el final del año.
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