La
política es voluntad, es poder, es símbolo, es metáfora, es discurso…,
pero lo único de lo cual carece es de la “razón”, según el espíritu
cartesiano que explica el porqué, la mayoría de las veces, los
encuestólogos, opinólogos e, incluso, cientistas políticos se equivocan
en sus predicciones. Esta vez, el pato de la boda fue Marta Lagos, de la
encuesta Mori quien erró, medio a medio en su pronóstico del triunfo
arrasador de Andrés Allamand sobre Pablo Longueira.
Otro
de los temas tratados por los panelistas, fue el tema de la votación:
nadie creyó, ni en sueños, que el invierno, los debates -que no fueron
debates -, la corta y malísima franja electoral de todos los candidatos
y, además, la iniciación legal de una de las primarias con resultado
conocido, que pudiera atraer a tres millones de votantes. Sería ridículo
atribuir a Kramer semejante milagro y sólo cabe colegir que la conducta
electoral es bastante impredecible y, por consiguiente, cualquier
análisis en ciencia política o historia – o en cualquier rama de las
ciencias sociales – es, necesariamente, ex post.
En
los hechos, Michelle Bachelet confirmó el enorme apoyo popular, que se
mantiene desde que dejó la presidencia de la república, por
consiguiente, los continuos y agudos ataques de la derecha sólo le han
servido para crecer: un 50% de los votos emitidos, equivalente a un
millón quinientos mil votos y más del 73% de los votantes del Pacto que
la apoyó hablan por sí solos; se podría interpretar de varias maneras,
pero lo que sí está claro es que el fenómeno Bachelet se instaló, y la
líder carismática tiene muy poco que ver con la desprestigiada
Concertación – hay que reconocer que tuvo la habilidad de esconder muy
bien a los estafermos que la apoyan fervientemente -.
El
gran derrotado es Claudio Orrego y su Partido, la Democracia Cristiana,
lo cual no constituye ninguna novedad, pues desde hace varios años,
este Partido ha iniciado el mismo camino que, otrora, siguió el Partido
Radical: desde que el DC perdió un millón de votos en las municipales de
2008, ha ido cuesta abajo hasta su “consagración” como un Partido
secundario, cuyo único sentido histórico y político ha sido la habilidad
para instalar bien a sus candidatos a parlamentarios y repartirse las
empresas fiscales, - entre los actuales democratacristianos y los
radicales no hay mayores diferencias, salvo puntos más o puntos menos en
las elecciones -.
Derrotado
Claudio Orrego, tal vez sea nombrado, como premio de consuelo,
generalísimo en la campaña presidencial de Bachelet, a lo mejor, se siga
la costumbre histórica: Marmaduke Grove fue generalísimo de Pedro
Aguirre Cerda y Rafael Tarud, de Salvador Allende, por ejemplo, pero no
serán los “príncipes”, sino los “guatones” – en el caso de la DC –
quienes se sentarán en la mesa de la “repartija”, pues son más
pragmáticos y dejan de lado la tautología de la doctrina social
cristiana y el supuesto humanismo, que siempre ha sido lo contrario del
cristianismo – como si Savonarola tuviera algo que ver con Pico de la
Mirandola” -.
La
Concertación considerará a la Democracia Cristiana como un Partido eje
aun cuando pierda poder electoral: a veces, en política es más
importante lo simbólico que lo fáctico, lo imaginario, que lo real, pero
pasará poco tiempo en que la Democracia Cristiana no será más que un
recuerdo - como lo fueron otrora liberales y conservadores – un tema
para historiadores.
La
gran derrotada en las recientes primarias fue la derecha: hoy
representa cerca de 700.000 votos, lo que equivale a un 25% del total de
tres millones de electores. Ya no sólo se puede culpar a Sebastián
Piñera como el “Terminator” chileno, sino que se puso de manifiesto que
el 75% de los chilenos rechaza el nuevo pinochetismo fascista, que
mostró la mayoría de la derecha, aterrada ante la idea de una leve
subida de impuestos y, para qué decir de la nueva Constitución y de la
educación gratuita: esta “trinidad” es peor que el “anticristo” para los
millonarios del Opus y la Legión.
La
derecha liberal – que hasta nombrarla produce hilaridad – votó en masa
por Andrés Velasco que, con razón fue el candidato de la Red Liberal.
Este nuevo líder del liberalismo le comió todo este sector a Andrés
Allamand quien, por cierto, es el gran perdedor en las primarias del 30
de junio, donde se confirma que Renovación Nacional tiene, cada vez,
menos sentido en la derecha chilena, que se radicaliza hacia el
franquismo católico de la UDI. Es muy difícil sostener una estructura
política cuyo presidente sea el conservador y primer humorista, Carlos
Larraín, y una parte importante de sus militantes se declaren liberales
de la aquella entelequia, llamada “nueva derecha”.
Andrés
Velasco, un derechista liberal que expresa, a la perfección, lo que
podríamos denominar “nueva derecha”, debiera atraer, sin mayor
dificultad, al sector que encabeza Lily Pérez y otros connotados
militantes de RN. Un buen resumen de esta postura podría ser la
manifestación de un liberalismo en los temas llamados “valóricos” –
matrimonio igualitario, aborto terapéutico, entre otros – y un
neoliberalismo con algún sentido más humanista en lo económico-social.
Andrés
Allamand volvió a demostrar que, a pesar de sus buenos años en
política, no ha aprendido casi nada y, ahora, que “envejece” como
político, se presenta menos flexible y más odioso ante la ciudadanía; en
los mal llamados debates, previos a las primarias, no tuvo la voluntad
de marcar ninguna diferencia con Longueira, una de las causas
principales de su derrota. Si se trata de disputar cuán de los dos
Partidos es más derechista-fascista-neoliberal y Chicago Boys, es muy
lógico que gane la UDI, como en realidad ocurrió.
Estas
primarias tuvieron el gran mérito de despejar varios mitos: en primer
lugar, “el centro social” se ubica en Las Condes, Vitacura y Barnechea, y
Longueira es el Mussolini de los ricachones asustados – acuérdese de
que el fascismo no es más que el miedo de la derecha a lo que ellos
creen que es revolución social; en segundo lugar, cuando el clivaje se
refiere a la mantención o cambio del modelo, los partidos de centro
pierden sentido – sé que aún no estamos en el multipartidismo
polarizado, descrito por Giovanni Sartori -, pero al menos se vislumbra
un cierre del ciclo de la democracia de los acuerdos y, por extensión,
al extinción del rol del llamado centro político - el hecho de que
Longueira sea ahora el candidato debiera polarizar el quiebre político
-; en tercer lugar, está por verse el espacio político que queda abierto
para los candidatos no pertenecientes al duopolio; en cuarto lugar, en
qué grado el programa de Bachelet se hace más vago y derechista, dejando
espacio a los candidatos anti-duopolio.
A
partir de hoy comienza una nueva campaña en la cual se disputan, al
menos, cuatro millones de electores - a lo mejor, siete u ocho – y si se
da un escenario de alta votación, es evidente que todo está en juego y
el capital político de un millón quinientos mil votos de Michelle
Bachelet, tiene un peso mínimo si los candidatos contrarios al duopolio
se demuestran capaces de politizar el movimiento social, lo que hoy
equivale a tomar el cielo con las manos.
Rafael Luis Gumucio Rivas
1º de julio de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario