México DF.- En entrevista con Clarín.cl
Gonzalo Martínez Corbalá (1928), embajador de México en Chile
(1972-1973), habla de la ruptura de relaciones diplomáticas con la
dictadura de Pinochet: “Le pedí tres veces al presidente Luis Echeverría
que rompiera relaciones diplomáticas con Pinochet, pero el gobierno de
México tenía que esperar hasta que pudiéramos rescatar a los 71 asilados
en la embajada, hubiera sido un crimen abandonarlos, al principio
habían más de 500 asilados políticos en la embajada, la dictadura no
autorizó los salvoconductos de los últimos 71 refugiados. El Canciller
Rabasa viajó a Chile en mayo de 1974 para solucionar la crisis
diplomática y para solicitar la liberación del Canciller de la Unidad
Popular, una vez que la dictadura liberó a Clodomiro Almeyra y permitió
la salida de los 71 refugiados, el presidente Luis Echeverría anunció la
ruptura de las relaciones con el régimen de Pinochet el 26 de noviembre
de 1974”. El diplomático mexicano también reveló un dato hasta ahora
desconocido: “En Perú dije: ‘Llevo la invitación del presidente Luis
Echeverría para el poeta Pablo Neruda como Huésped de honor del gobierno de México’”. Desde el 17 de septiembre de 1973 la dictadura sabía los planes del exilio de Neruda.
MC.-
Don Gonzalo, en su libro “Instantes de decisión” (1998) publicó los
salvoconductos de la familia Allende Bussi, pero en la Cancillería de
México no encontramos los salvoconductos de Pablo Neruda y Matilde
Urrutia, ¿dónde quedarían los documentos?
GM.-
No podría asegurarte si todavía conservo los salvoconductos de Pablo
Neruda y Matilde Urrutia, me cambié de casa, pero te ofrezco revisar en
mi archivo, si encuentro los documentos te regalaré una copia. Yo tengo
los originales de los salvoconductos de la familia Allende Bussi, los
publiqué en mi libro, junto con el mío propio, que era impropio porque
la dictadura debió respetar mi inmunidad diplomática, pero me exigieron
el trámite del salvoconducto, de lo contrario podrían arrestarme o
asesinarme en las calles, así que cumplí con sus requerimientos; o me
ponía estricto al pedir que respetaran la Convención de Viena o
tramitaba el salvoconducto para poder movilizarme a cualquier hora y así
agilizar la salida de los asilados de la embajada.
MC.-
El 16 de septiembre regresó a México, conversó con Luis Echeverría y
con el Canciller Emilio Rabasa, le pidieron que fuera a buscar a Neruda;
el 17 de septiembre aterrizó en Perú, los periodistas le preguntaron si
México rompería relaciones con Pinochet…
GM.-
Le pedí tres veces al presidente Luis Echeverría que rompiera
relaciones diplomáticas con Pinochet, pero el gobierno de México tenía
que esperar hasta que pudiéramos rescatar a los 71 asilados en la
embajada, hubiera sido un crimen abandonarlos, al principio habían más
de 500 asilados políticos en las dos casas de la embajada, la dictadura
no autorizó los salvoconductos de los últimos 71 refugiados. El
Canciller Rabasa viajó a Chile en mayo de 1974 para solucionar la crisis
diplomática y para solicitar la liberación del Canciller de la Unidad
Popular (detenido en Isla Dawson y trasladado a Tres Álamos), una vez
que la dictadura liberó a Clodomiro Almeyra y permitió la salida de los
71 refugiados, el presidente Luis Echeverría anunció la ruptura de las
relaciones con el régimen de Pinochet el 26 de noviembre de 1974.
MC.-
Usted salió definitivamente de Santiago el lunes 1 de octubre de 1973,
¿quién se quedó a cargo de la embajada hasta noviembre de 1974?
GM.-
El agregado militar de México en Chile, yo no confiaba en Manuel Díaz
Escobar, participó en la represión contra los estudiantes del 10 de
junio de 1971 en México DF (El Halconazo),
era anticomunista. Díaz Escobar tenía muchos amigos en la Junta Militar
de Chile, simpatizaba con la dictadura de Pinochet; cuando yo salí de
Santiago, Díaz Escobar se quedó en la embajada de México con el riesgo
de que revirtiera lo que habíamos logrado por la vía diplomática, yo
estaba preocupado porque los militares chilenos podrían allanar la
embajada para detener a los asilados políticos.
MC.-
Usted “engañó” al canciller de la dictadura, le hizo creer que los
militares deberían respetar la Convención de Caracas, pero Chile no
había ratificado la convención sobre el asilo político, además de
ignorantes, ¿los milicos eran ingenuos al creer que México no rompería
relaciones diplomáticas?
GM.-
Está claro que los militares no sabían que Chile no había ratificado la
Convención de Caracas, tampoco sabían si México rompería relaciones
diplomáticas. En el regreso a Chile, me sirvió la Doctrina Estrada
(la no intervención de México en los asuntos políticos de otros
países), en la escala en Lima los periodistas querían saber si
romperíamos relaciones con Pinochet, yo respondí: “Voy de regreso a
Chile, México no califica ni descalifica a la Junta Militar, se
considera un gobierno de excepción. México, en ejercicio de su
soberanía, decide con cuáles gobiernos mantiene o no relaciones
diplomáticas”. A Pinochet no le convenía quedarse sin el intercambio
comercial con México, la dictadura necesitaba el petróleo y algunos
productos agropecuarios.
MC.- ¿Los periodistas peruanos le preguntaron si regresaría por Pablo Neruda?, ¿cuándo fue público el plan de Luis Echeverría?
GM.-
Ese plan estaba definido desde México, todas las preguntas en Perú
tenían que ver con el destino de Neruda: “¿el poeta regresará con usted a
México?”, en la rueda de prensa dije: “Llevo la invitación del
presidente Luis Echeverría para el poeta Pablo Neruda como Huésped de honor
del gobierno de México”. Neruda tenía una enorme cantidad simpatías en
México, lo puedes ver en la actualidad, en México no interesa la
polémica sobre el suicidio del Presidente Salvador Allende, en cambio,
lee el interés que despierta la investigación sobre la muerte de Neruda,
la gente se indigna al ver los documentales del funeral de Neruda y la
represión de los militares.
MC.- Usted le contó a Volodia Teitelboim los detalles de la invitación extendida a Neruda: “Allá tendrá
mejor atención médica que acá” (Neruda, 1984); dos años después le dijo
a Ximena Ortúzar: “lo convencimos de aceptar el viaje a México, donde
podría recibir toda la atención médica necesaria” (México y Pinochet,
1986). ¿Qué antecedentes tenía sobre la salud de Neruda?
GM.-
Sabía que padecía cáncer de próstata y flebitis; sin embargo, en la
Clínica Santa María no advertí que estuviera agonizando, encontré a
Neruda igual de enfermo como el día que lo conocí en Isla Negra. Nunca
entendí sus razones para reprogramar el viaje a México del 22 al 24 de
septiembre, lo visité tres días: el 19, el 20 y el 22 de septiembre en
la clínica, Neruda no estaba catatónico, ni en coma, el sábado 22,
hablaba con normalidad. En la actualidad se investiga si lo asesinaron
con la inyección de un medicamento, estoy pendiente de las noticias del
Caso Neruda, envié mi declaración jurada ante Notario Público, y espero
conocer el veredicto de la justicia.
MC.-
El año pasado le organizamos un enlace telefónico con Manuel Araya,
¿cómo describiría el reencuentro con el chofer de Neruda?
GM.-
Fue muy especial conversar con Manuel Araya, alguien tan remoto en el
tiempo y en la geografía. Conversamos sobre los últimos días de Pablo
Neruda.
MC.-
El poeta y diplomático Rafael Vargas llevará la Colección Carrillo Gil a
Chile, 40 años después, ¿qué piensa ante la posibilidad de recuperar
este proyecto?
GM.-
Sería un acto magnífico, lo tenemos que celebrar en México, por encima
del golpe de Estado que derramó tanta sangre, después de la tragedia y
habiendo pasado 40 años, me da una enorme alegría que se reanude el
proyecto de inaugurar la Colección Carrillo Gil con el prólogo de
Neruda, esperaré ese día con una gran emoción y cariño, será un merecido
homenaje para mi amigo Pablo Neruda.
MC.- Al inaugurarse la Colección Carrillo Gil en Chile, ¿quedaría pendiente cumplir la voluntad testamentaria de Cantalao?
GM.-
Si todavía tienen valor las palabras, si se puede confiar en la palabra
de un poeta, si todavía creemos en la humanidad y en la sensibilidad
social, si todo esto es así, se debe cumplir con el gran proyecto de
Neruda: la Fundación Cantalao.
MC.-
En septiembre se reencontró en México con: Inés Enríquez (la hermana de
Miguel Enríquez), Ximena Ortúzar (la histórica corresponsal de
Proceso), Rogelio de la Fuente (diputado socialista en 1973), entre
otros exiliados. ¿Qué significa para usted la generación de chilenos que
decidió quedarse en México?
GM.-
Procuro ir a todos los actos que organizan los chilenos del exilio,
siempre que me invitan voy a sus actos, sean grandes o pequeños, sean
políticos o culturales; a pesar de los años nos seguimos viendo y
hablando por teléfono. Con Inés Enríquez nos acordamos de su papá,
Edgardo Enríquez (rector de la Universidad de Concepción y Ministro de
Educación de la UP); por otra parte, Ximena Ortúzar me dijo que
presentará su libro “México y Pinochet”, me invitó a participar en la
presentación; y Rogelio de la Fuente es mi vecino en el Pedregal. Todos
los chilenos del exilio me mandan sus publicaciones: libros, artículos
periodísticos o ensayos académicos. Estrechamos nuestra amistad a partir
del exilio de 1973.
MC.-
Finalmente, Ximena Ortúzar publicó una carta de Lázaro Cárdenas a
Salvador Allende (7/10/1964), ambos se conocieron en Cuba. ¿Fue un
privilegio compartir la amistad de Cárdenas y Allende?
GM.-
Nunca he encontrado la manera de hacer justicia a lo que muchos
llamarían suerte y otros llamarían destino. A mis 85 años tengo el
privilegio de vivir para contar los detalles de mi amistad, durante 20
años, con Lázaro Cárdenas. Mi amistad con Salvador Allende, durante 2
años, fue sincera e intensa, lo admiro porque no dudó en apretar el
gatillo para conservar la dignidad del cargo de Presidente de Chile.
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