05/03/2017 |
Por María Cristina Prudant
• Ex militares que envenenaron con la toxina botulínica a presos políticos que estaban en la cárcel pública, durante la dictadura, recibieron sus condenas, después de 30 años.
• Los sobrevivientes están hasta hoy con las graves secuelas que dejó el veneno en su cuerpo
• Es la punta del iceberg que llevó a los criminales a atentar contra la vida del ex Presidente Frei Montalva
Más de 30 años esperaron las familias de las víctimas y los sobrevivientes al envenenamiento masivo que experimentó la Dirección Nacional de Inteligencia (Dina) con chilenos que se encontraban recluidos en la ex Cárcel Pública en 1981. La idea era asesinar a unos integrantes del MIR, que se encontraban prisioneros por razones políticas en la Galería N°2 de la ex Cárcel Pública. Lamentablemente, fueron afectados por la neurotoxina, considerada un arma química de destrucción masiva, los reos comunes que murieron por esta causa, Víctor Corvalán Castillo y Héctor Pacheco Díaz.
Tras una larga investigación, el juez especial Alejandro Madrid condenó a 20 años de prisión a Eduardo Arriagada Rehren, ex director de Sanidad del Ejército, y a Sergio Rosende Ollarzú, como autores de dos homicidios consumados y cinco frustrados.
En tanto, los oficiales retirados Joaquín Larraín Gana, Jaime Fuenzalida Bravo y Ronald Bennett Ramírez (ex alcaide de la Cárcel Pública) fueron sentenciados a 10 años y un día de prisión como cómplices.
Según se ha podido establecer, Arriagada Rehren fue el mismo facultativo que participó del magnicidio del Presidente, Eduardo Frei Montalva, mientras que Larraín Gana y Fuenzalida Bravo estaban ligados al Instituto Bacteriológico del Ejército. Los coroneles Joaquín Larraín Gana y Jaime Fuenzalida Bravo habían colaborado con la DINA y luego la CNI en la fabricación de armas químicas.
Además, el juez condenó al Estado de Chile al pago de una indemnización de 950 millones de pesos a los familiares de las víctimas.
Amigo de Rodríguez
Sobre este fallo el doctor Patricio Bustos, quien estuvo detenido en Villa Grimaldi y ha dicho sentirse orgulloso de haber participado en la resistencia contra la dictadura. Al referirse al fallo que condena a los autores del envenenamiento en la ex Cárcel Pública dijo que tiene una mirada bastante sesgada del tema porque es amigo de Rodríguez y a título personal dijo a Cambio21 “no es mi frase pero aunque la justicia tarda pero llega, y llega cuando encontramos un ministro como (Alejandro) Madrid comprometido con la búsqueda de la verdad y la justicia y cuando encontramos protagonistas ciudadanos, en este caso las víctimas que sobrevivieron, que se han hecho parte no solo de lo que ellos sufrieron sino que también de quienes no están, en particular de la gente que muere en ese lamentable hecho que ocurre, y que demostró una vez más que la dictadura militar no ponía límites en su actuar represivo sea en cuanto a métodos, lugares y en circunstancias. Por lo tanto, es mejor para la ciudadanía, para el país que queremos construir que en estos procesos haya esclarecimiento, verdad, justicia y castigo a las personas responsables”.
En cuanto al uso de este tipo de veneno, Bustos, comentó que “lo que sí está demostrado históricamente que también a través de verificación de testimonios y con fundamento científico es que no era el único producto (butolina) que se usaba en el terrorismo de Estado a través de mecanismos envenenamiento biológico o químico. De hecho, existen evidencias también en procedimientos judiciales de otros casos en que se usó el gas zarín, por tanto es lógico deducir, en modo fundamentado, que la dictadura no solo usaba la picana eléctrica en la tortura, las bombas para hacer explotar a los detenidos, el ocultamiento a través de la operación de retiros de televisores sino que también el exterminio de las personas que caían secuestrados durante la dictadura cívico militar, también se utilizaron mecanismos de envenenamiento biológicos, sicológicos y químicos”.
Violaron todos sus derechos
Esta es una de las conductas más atroces del régimen cívico-militar porque el experimentar el efecto de productos químicos en las personas, sea como medio de tortura o de eliminación de “enemigos políticos” fue un acto total de violación de los derechos humanos más mínimos de estas personas. Más, en un tiempo en que el país, la ciudadanía, estaba dando muestras de rechazo rotundo a las prácticas autoritarias de los uniformados en el poder, pero que también fueron años muy duros para quienes se oponían a la dictadura y muchos pagaron con su vida por ello.
Además, consta en los expedientes y en investigaciones que la aplicación de este tipo de procedimiento fue bastante extensiva. Aparece en el expediente del caso que la toxina fue traída desde Brasil por el Instituto Bacteriológico y entregada a los encargados del laboratorio de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE).
Investigaciones separadas de los jueces Alejandro Madrid y Víctor Montiglio, entre otros, dieron luces del modo en que operaban las brigadas especializadas en el uso de gas sarín y otras sustancias similares, tales como Tabún, Somán, Clostridium botulínica, Saxitoxina y Tetrodotoxina. También lo supieron las múltiples víctimas de estos procedimientos de exterminio químico y que no sobrevivieron. El Presidente Eduardo Frei Montalva, el funcionario internacional Carmelo Soria, el Conservador de Bienes Raíces Renato León Zenteno, los presos comunes de la cárcel pública Víctor Corvalán Castillo y Héctor Pacheco Díaz, los dos jóvenes peruanos de la cárcel secreta de Simón Bolívar y hasta el mismo cabo y agente Dina Manuel Leyton y muchos otros...
Los reos del MIR que también fueron intoxicados con sustancias tóxicas fabricadas en el Instituto Bacteriológico del Ejército, Adalberto Muñoz Jara, Guillermo Rodríguez Morales y Ricardo y Elizardo Aguilera lograron sobrevivir, aunque con terribles secuelas.
Testimonio de un sobreviviente
El relato de uno de los sobrevivientes a Cambio21sobre la odisea vivida no hace más que pensar en la aplicación de justicia y condena para quienes fueron capaces de atacar a sus opositores tan cruelmente.
Guillermo Rodríguez, una de las víctimas, relata a Cambio21 los hechos de ese día en que junto a los hermanos Ricardo y Elizardo Aguilera compartieron la "carreta" que mantenían él y Adalberto Muñoz en la cárcel: "Me senté a un costado de la cancha de babyfútbol. Patricio (Reyes, otro interno), comenzó a poner caras raras y me pedía a cada momento que le repitiera lo que decía, porque yo estaba hablando muy enredado. Encendí un cigarrillo y comencé a ver de manera distorsionada. Me tendí un momento y, cuando me enderecé y traté de hablar, me di cuenta de que no podía articular bien. Patricio me acompañó a la celda y encontramos a Adalberto vomitando y con agudos dolores. Elizardo y Ricardo estaban igual. Habían envenenado nuestra comida".
Recuerda que los reos pedían ayuda pero "no llegó nadie, a pesar de que todos los días la guardia pasaba la cuenta de la tarde y nos encerraban. Los presos comunes gritaban, encendían fogatas y golpeaban las puertas de lata de las celdas, pero nadie aparecía”.
Rodríguez era el jefe de las Milicias de Resistencia Popular del MIR lo detuvieron en agosto de 1981 y un Consejo de Guerra lo condenó a cadena perpetua.
La ayuda no llegaba
"Tomé bidones de agua con detergente para provocar vómitos y de cierta manera ‘lavar' los intestinos. Los dolores eran atroces" comenta. Y el tiempo pasaba y Gendarmería no los auxiliaba. "Convulsiones, espasmos, vómitos... El estómago se contrae con tal violencia que me deja sin respiración. No puedo mantenerme despierto. Las dolorosas contracciones se repetían. No sé si perdí el sentido o me dormí... Desperté a mediodía. Algunos reos me arrastraron a la enfermería. Frente a la puerta de entrada de las visitas vi al doctor Manuel Almeyda, que indignado discutía con el alcaide", afirma.
"Habían pasado casi 20 horas y no habíamos recibido ningún tratamiento específico. Uno de los reos comunes comenzó a hacer contorsiones, abriendo los ojos de manera desmesurada. Finalmente desde su tórax se elevó un bulto y quedó inmóvil... Caía la tarde y recién llegaron a la enfermería gendarmes y practicantes. Corrían y gritaban. Llegó una ambulancia. No quisieron prestarnos atención médica a tiempo. Quedé solo en la enfermería, mirando el cadáver del muchacho que también había recibido nuestra comida... Al final de la tarde gendarmes se llevaron el cadáver y en la ambulancia me engrillaron con el muerto. Luego declararon que murió en el camino, salvando la responsabilidad del alcaide coludido en la operación", denuncia Rodríguez.
"Un doctor me tomó los signos vitales y sin vacilar me preguntó si yo era el jefe mirista recientemente condenado por el Consejo de Guerra. Respondí que sí y, para mi sorpresa, se presenta formalmente diciendo que era el doctor Jorge Mery, acusado injustamente de colaborador de la DINA, que ésta sería su ocasión de demostrar que no era así y que él creía que habíamos sido envenenados con botulina", relata.
Guillermo Rodríguez Morales asegura que:"Nos envenenaron con toxinas botulínicas en diciembre de 1981, operación considerada la antesala del asesinato del ex presidente Frei, en enero de 1982 en la Clínica Santa María".
Un antecedente relevante y que Cambio21 anticipó, es el que da cuenta que el químico de la DINA y la CNI, Eugenio Berríos estuvo en la Clínica Santa María e incluso en la pieza en que estaba postrado Eduardo Frei Montalva durante su hospitalización. Supervisaba el envenenamiento con las toxinas que él mismo elaboró, por orden del DINE. No fue el único, agentes encubiertas de seguridad disfrazadas de enfermeras y agentes caracterizados de funcionarios de la clínica ingresaron hasta el mismo lecho de Frei.
Cuando la familia fue advertida de manera anónima y poco clara de que algo ocurría, se dispuso sistemas de vigilancia. Era tarde, ya el crimen se había perpetrado. Desde meses antes se había fraguado el Magnicidio.
Las graves secuelas
Ahora le dicen el “Ronco”, debido a las secuelas que dejó en su organismo la toxina botulínica, o botulina. Su voz delata el accionar de la sustancia y hasta el día de hoy tiene dificultades para respirar.
Otras consecuencias del envenenamiento son “una ectacia gástrica grave, que con el tiempo derivó en un cáncer al estómago. Una estenosis subglótica, es decir que en la traquea se formó una especie de costra dura entre mis cuerdas vocales y los músculos que ahí están… eso me generó una parálisis de cuerdas vocales por lo que me tuvieron que operar tres veces. En la primera me hicieron una traqueotomía para que pudiera respirar, después un anclaje de cuerdas vocales y después una operación para tratar de ampliar el lumen de la laringe, que quedó estrecho” cuenta.
“Con el tiempo me dio cáncer al colon, me operaron. Tenían que operarme de la vesícula y no se ha podido porque tendrían que sedarme, y no pueden sedarme por obstrucción laringe” dice.
“Quedé con un nivel de respiración dificultoso… soy apodado en todas partes como el “Ronco” por como quedó mi voz. Yo antes practicaba karate todos los días y nunca más pude practicar ningún deporte, no puedo.
“Todos tuvimos que pasar por un proceso de re aprendizaje de nuestra musculatura. Tuvimos que volver a aprender a caminar, no como las guaguas, pero si a poner en funcionamiento los músculos. Usábamos mesas como andadores. Lo más fregado era el estómago, que llevaba mucho tiempo sin actividad. La respiración era otro problema, teníamos que hacer ejercicios para fortalecer los músculos que nos permitieran mover el diafragma. Fueron varios meses de tratamiento” recuerda.
Una sospechosa torta
Según contó Rodríguez a él ya habían tratado de envenenarlo, incluso el hecho ocurrió dos semanas antes de la botulina. “Llega una mina muy bonita a la cárcel y me lleva una torta. Me dice que era familiar de un detenido desaparecido y me ensalza diciéndome que yo era un héroe de la resistencia. Por supuesto esa torta no me la comí y la entregué a la gente del CODEPU (Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo) para que la analizaran… resultó que la torta tenía tánax en su interior”.
“Eso si nunca entendí por qué me trataron de envenenar y no me mataron en el consejo de guerra, estaba el clima para eso y yo lo tenía asumido, que me iban a fusilar. ¿Me dieron perpetua para después envenenarme?, muy raro. Siempre pensé que fue un lote descolgado de ellos que empezó a hacer negocios por fuera, y que lo nuestro fue una prueba de los efectos de la botulina. Berríos hacía negocios por fuera cuando lo mataron, no sería raro en la historia de estos tipos.
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