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martes, 2 de marzo de 2021

Ganar perdiendo: La falsa ilusión del cambio constitucional

    

El triunfo del Apruebo y de la Convención Constitucional en el plebiscito del 25 de octubre de 2020, paradojalmente, puso fin a la Rebelión Popular y ciudadana de octubre de 2019. La lucha de clases por el fin del capitalismo neoliberal se institucionalizó y se canceló. Obnubilados por el extraordinario triunfo electoral los diversos actores políticos y sociales como las distintas ciudadanías iniciaron, entusiastamente, el ingreso político electoral a la arena institucional propiciada por el poder constituido.

La insurgencia popular de octubre 2019, como expresión de la lucha de clases profunda, desde sus inicios hasta marzo de 2020 era una manifiesta acción social y política que tenía como objetivo político de derribar la estructura de poder del capital neoliberal. No buscaba ganar el gobierno, ni realizar reformas institucionales en el régimen político, sino poner fin al capitalismo neoliberal en Chile.

Hacia al 14 de noviembre 2019 el bloque dominante, el gobierno de Sebastián Piñera y el legislativo, o sea, la estructura política del Estado se encontraba profundamente convulsionada, agrietadas, afectada y la clase dominantes como la clase política habían dejado de tener la dirección política del Estado. Se entraba en términos gramscianos en una crisis orgánica. Esta se refrendaba en que la sociedad neoliberal estaba semiparalizada, las actividades productivas, de servicios y financieras, mercantiles y estudiantiles (secundarias y universitarias) funcionaban intermitentemente o en algunas regiones del país completamente suspendidas, otras trabajaban a media máquina, abriendo tarde y cerrando temprano; los servicios de locomoción colectiva colapsados, etcétera. Los principales actores políticos, gremiales y sociales vinculados al poder empresarial; pero, también los sectores opositores estaban sorprendidos, perplejos y confundidos. Todo un mundo se estaba derrumbando.

Todo lo anterior implicaba que la violenta ofensiva social y política popular y ciudadana, tenía acorralado y bajo presión al poder social y político dominante. Sin embargo, todo eso cambió desde el 15 de noviembre de 2019 cuando el bloque dominante y los actores políticos, sociales y empresariales vinculados con el orden neoliberal decidieron sacrificar la CP80 con el objeto de salvarse asimismo como al capitalismo neoliberal.

El principal logro político del Acuerdo por la Paz y Nueva Constitución estuvo en asumir, por parte de la mayoría de los actores políticos firmantes, la idea fuerza, impulsada y propuesta por diversos sectores opositores sociales políticos al orden neoliberal de que la Constitución Política de 1980-2005 era: la gran responsable de los problemas de la sociedad chilena: desigualdad, abusos, expoliación y explotación de la vida humana y de la naturaleza, etcétera. En otras palabras, el problema de la sociedad chileno no estaba en las condiciones materiales de reproducción del capitalismo sino en la superestructura político-jurídica no solo del Estado sino, también, del régimen político. Por eso era necesario cambiar la CP80, para que Chile, pasara a ser otro país.

En un movimiento político estratégicamente brillante y audaz, el bloque dominante y sus aliados políticos y sociales opositores, especialmente, aquellos ligados a la mediana y pequeña burguesía (especialmente, la capas medias aspiracionistas y neoliberales), recuperaron la iniciativa política e impusieron al resto de la sociedad, especialmente, a los sectores populares, la salida política institucional: cambiar el régimen político y su institucionalidad, pero, a condición de no tocar ni afectar al poder infraestructural del capital.  Estableciendo para ello un cronograma político que ordenara y encauzara dentro de la legalidad vigente, o sea, del actual Estado de Derecho, el proceso político conducente a modificar la CP80-2005.

De manera que el plebiscito del 25O-20, un engranaje más de esa estrategia transformó algunas ciudadanías rebeldes en electores activos al interior de un régimen democrático que cabe señalar no había experimentar ningún cambio institucional, a pesar de la rebelión de O-2019. Todo lo contrario, dado el freno que sufrió la abstención electoral, ya que la participación aumento en relación con las elecciones de presidenciales y parlamentarias de 2017, fue considerada como un triunfo de la democracia y la opción por la paz.

 

La ratificación de ese triunfo político de la clase dominante queda materializada en la institucionalización y aceptación de los actores sociales y políticos del proceso electoral -constitucional. Todos quieren ser parte de él.  Algunos, especialmente, los sectores de izquierda, con la vana ilusión que, cambiando la Constitución Política del Estado, están modificando las condiciones materiales del capitalismo. Todo un espejismo.

El espejismo electoral tiene cegado a muchos actores sociales y políticos que durante la rebelión octubre de 2019 había apoyado la lucha directa contra el neoliberalismo, el patriarcalismo y el capitalismo. Grupos diversos que se identifican con las posiciones progresistas o de izquierda tienen, como he dicho, la ilusión que van a poder cambiar algo de la realidad imperante. Por cierto, y estoy seguro de que se van a producir y establecer cambios institucionales, o sea, se van a establecer nuevas reglas y normas que van a regir y regular diversas dimensiones de la sociedad chilena. Pero, no van se van a producir cambios estructurales profundos ni radicales. La Convención Constitucional, aunque contemple el hecho de que los 155 convencionalista serán elegidos directamente por la ciudadanía ello no implica ni supone que ella sea favorable a las posiciones progresistas o de izquierda. De acuerdo con la opinión de la mayoría de los expertos electorales la actuales reglas y normas electorales como las establecidas en la Ley 21.200 favorecen al estatus quo político institucional dominante. Es decir, más que favorecer a la derecha política, beneficia, en última instancia, a las posiciones política e ideológicas que procuran defender la continuidad histórica del capitalismo. Independientemente, de la forma que asuma ya sea el Estado o el régimen, el interés de esos sectores es evitar la transformación de la sociedad.

La única forma de quebrar ese espejismo es des-institucionalizar la lucha de clases, o sea, retomar el camino abierto por la insurrección social de octubre de 2019 de disputar, de luchar, por el poder, no aquel que radica en el régimen político, sino en el Estado y, sobre todo, en el poder infraestructural de la clase dominante.

Dadas las reglas y normas electorales (sistema D’hondt) existentes actualmente, estoy más que seguro que los sectores procapitalistas, fundamentalmente, orientación liberal, serán los que controlarán la Convención Constitucional. Y, elaborarán y escribirán una Constitución Política liberal. El espacio político e ideológico para introducir instituciones (reglas y normas) de carácter progresistas o avanzadas serán muy, pero muy estrechas.

La única forma de quebrar ese espejismo es des-institucionalizar la lucha de clases, o sea, retomar el camino abierto por la insurrección social de octubre de 2019 de disputar, de luchar, por el poder, no aquel que radica en el régimen político, sino en el Estado y, sobre todo, en el poder infraestructural de la clase dominante. Se debe colocar nuevamente la lucha de clases al centro de la historia. Una manera de hacerlo es organizar una plataforma política que reúna a todos las, les y los ciudadanos anticapitalistas, antipatricarles y ecosocialistas que permite autoconvocarse para la realización de una Asamblea Constituyente de carácter popular, nacional, revolucionaria, inclusiva, paritaria y democrática. Con el objeto de elaborar y redactar una Constitución Política en perspectiva popular, alternativa, a la que va a elaborar la burguesía en la Convención Constitucional. Y, someter al escrutinio popular ambas Constituciones.  En otras palabras, que sea la ciudadanía, el constituyente originario, se pronuncie por una u otra carta. Obviamente, esto no descarta ni cierra la puerta que una nueva fase insurreccional, rebelde e insurgente se levante a lo largo y ancho del país con el objeto de derrotar la dominación y hegemonía capitalista. Esa es la tarea de los revolucionarios, del movimiento social popular y del pueblo.

 

San Joaquín, 28 febrero de 2020

©JCGL/jcgl

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