Luego de un proceso que estuvo marcado por la participación inédita de sectores históricamente excluidos de los órganos de representación política, hoy vemos la restitución de la voz autorizada de los mismos, de los pocos. Lejos de la promesa optimista “de una mejor”, “una que nos una”, los avances y límites en el diseño del nuevo proceso se libran con salones cargados de riñas, polémicas y calles vacías.
En las últimas semanas hemos visto cómo día a día se abren, tensan, pero en especial se extienden, las conversaciones para dar curso a un posible proceso constituyente posterior al plebiscito. En el mismo lugar donde hace solo unos meses se reunían las y los integrantes de la Convención Constitucional hoy se citan representantes del oficialismo y la oposición para dar forma a un nuevo proceso (bordes, arbitraje y comisión de expertos mediante) del que emane una nueva Constitución para Chile. El escenario y los posibles resultados de esta negociación se mantienen entre, o incluso contra, las cuerdas.
Luego de un proceso que estuvo marcado por la participación inédita de sectores históricamente excluidos de los órganos de representación política, hoy vemos la restitución de la voz autorizada de los mismos, de los pocos. Lejos de la promesa optimista “de una mejor”, “una que nos una”, los avances y límites en el diseño del nuevo proceso se libran con salones cargados de riñas, polémicas y calles vacías. El único ruido de fondo no es otro que el del grupo de extrema derecha “Patriotas”, liderado por el femicida Francisco Muñoz, que exigen el cese de toda negociación.
En medio de esto, cabe preguntarse ¿qué pasó con el resto? ¿Dónde están las voces colectivas que participaron de la Convención? ¿Qué pasó con los movimientos sociales?
No pretendo responder de forma exhaustiva a interrogantes que aluden a una multitud de actores que se mantienen disgregados enfrentando no solo los prolegómenos de la derrota popular, sino la agudización de una crisis de sostenibilidad de la vida. Pero es posible rastrear el itinerario y los pasos más recientes de, al menos, una articulación de organizaciones feministas, socioambientales, educacionales, pobladoras, sindicales y territoriales que se mantiene vigente. Me refiero a la continuidad de Movimientos Sociales Constituyentes, que luego del plebiscito han tomado el nombre de Coordinadora de Movimientos Sociales (CMS).
Para hablar de sus últimos pasos, es necesario volver brevemente sobre su historia. El antecedente más directo de la CMS lo podemos rastrear en el trabajo de articulación para levantar listas de independientes del movimiento social en todo el país. Este ejercicio inédito se sostuvo sobre tres premisas compartidas: (1) el estallido del 18 de octubre no parte de cero sino de una acumulación histórica de movilizaciones contra la administración neoliberal; (2) el proceso constitucional fue levantado por los pueblos en revuelta y a pesar de los cuestionamientos al itinerario acordado el 15 de noviembre debía ser disputado; (3) en plena crisis de representación política, esta disputa debía ser asumida desde la voz colectiva, indelegable y autónoma del movimiento social.
La confluencia de estas lecturas habilitaron un proceso de unidad programática, acuerdos tácticos y articulación desde abajo que se extendió en todo el país. Fue, por cierto, en la mayoría de los casos, la primera experiencia electoral.
Luego de la elección, se consolidó esta articulación dentro y fuera de la Convención Constitucional con el nombre de Movimientos Sociales Constituyentes. Al interior del ex Congreso como un colectivo de doce integrantes[1] que se caracterizó por tener una de las votaciones más consistentes a lo largo de todo el proceso y presidir gran parte de las comisiones. Por fuera de la Convención contó con una articulación de organizaciones que mantuvo reuniones periódicas semanales y Encuentros Plurinacionales de carácter virtual y presencial. La posibilidad de sostener un referente político diverso, colectivo y compartido a nivel nacional se hizo cierta.
Un tercer momento fue la conformación del Comando Nacional de Movimientos Sociales por el Apruebo. Esta tercera fase volvería a ampliarse en función del ejercicio de campaña por el plebiscito y de un crecimiento sustantivo en las alianzas y el despliegue territorial. El comando logró posicionarse como un lugar de enunciación autónomo a la vez que articulado con el resto de los comandos en hitos de masas tal como los cierres de campaña. Con un equipo de coordinación general, el Comando de Movimientos Sociales mantuvo reuniones periódicas semanales, talleres sobre la propuesta constitucional, franja, propaganda e identidad visual, despliegue y estrategia de campaña propia.
Los pasos anteriores no han estado exentos de los propios límites que encontraron en el proceso, muchos de los cuales han sido ampliamente discutidos y analizados en los balances posteriores al 4 de septiembre. La fragmentación de las alianzas y proyectos de transformación, el límite del estado de la discusión en asuntos que exceden a las luchas sociales inmediatas, la necesidad de ampliar y acrecentar la fuerza social de base y territorializada y sin duda la desigualdad absoluta que supone el terreno de la disputa comunicacional.
A más de dos años del inicio de este recorrido, el escenario ha cambiado profundamente. Las tareas anunciadas en la revuelta no han perdido vigencia (ni urgencia), sino inmediatez. La velocidad de las cosas ha cambiado, la aceleración del tiempo con que se escribió la propuesta y la adrenalina de la revuelta social parecieran suspendidas. Sea por los efectos del duelo, la necesidad de balances colectivos, la continua incertidumbre o incluso el incremento de la distancia respecto de la continuidad del proceso, pareciera ser que la voz del movimiento social ha quedado perdida en un eco lejano. En contraste, cada día parece crecer la tribuna mediática, virtual y progresivamente también movilizada de nuevas y antiguas derechas que se arrogan la victoria del Rechazo.
Pero un cambio en los ritmos no implica detención; incluso puede ser resultado de una multiplicación. Después del plebiscito, la articulación extendida del comando vuelve a cambiar de nombre y estabilizar sus formas y tiempos. Hoy existe como Coordinadora de Movimientos Sociales con la participación de más de cien organizaciones a nivel nacional que han ido impulsando encuentros regionales para construir desde la experiencia de cada territorio, balances, estrategias, redes y proyecciones comunes.
¿Qué sigue abriendo este proceso? ¿Qué tareas se vislumbran? ¿Qué alternativas emergen? ¿Qué futuros posibles?
A la fecha se han realizado cinco Encuentros Regionales y este sábado se realizó el primer Encuentro Nacional posterior al plebiscito. Sin certezas preestablecidas más que saber que la crisis que originó el proceso constituyente sigue presente y más aguda, desde la CMS buscan sostener y ensanchar sin apuro, pero sin detenerse, un camino propio para el próximo ciclo de lucha.
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