Es propio de nuestra sociedad, la existencia de los partidos políticos, que en Chile, han proliferado en esta época. Como cualquier acontecimiento que surge en la comunidad, hay una íntima relación entre los tiempos de la majamama, donde vivimos y la aparición de nuevas corrientes políticas. No es consecuencia de la aparición de las setas o champiñones en los bosques, al concluir las lluvias, pues este año no se vieron. Aunque hay por ahí, hongos venenosos, los cuales, al ser ingeridos, pueden ocasionar la muerte.
No es casualidad, que hace un tiempo se haya fundado EVOPOLI, que los bromistas se apresuraron a bautizar como NECRÓPOLIS, debido a su composición. Sus miembros, parecen ser funcionarios de las pompas fúnebres, sepultureros o vinculados al negocio de la muerte. Cierta mañana, llegaron al SERVEL a inscribir a su organización, portando escudos, estandartes y vestimentas religiosas, emulando a los niñitos de FIDUCIA. Incluso, llevaron música de nuestro folclore. Se parecían a esa muchachada, es decir a los 77, que en 1977 ascendieron a la cumbre del cerro Chacarillas, llevando antorchas, como si fuese el funeral de un beato. Similitudes tan evidentes, que nadie puede desestimar. En aquella época de terror y muerte, le rendían tributo al dictador Augusto Pinochet, capataz de la oligarquía.
Ahora, se nos viene encima otro partido político. Este miércoles, el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, señaló, que el nuevo partido —El Mercurio le puso “parido”— «Transformar Chile», busca constituirse junto a ex convencionales, como una «alternativa distinta» al Gobierno, a Apruebo Dignidad y a otras «fuerzas que dicen ser nuevas, pero replican las mismas prácticas». Nada distinto o innovador, en medio de tantas escisiones, cabriolas circenses, y caprichos de niñitos díscolos.
En 2019 se fundó el Partido de la Gente PDG, —no de los indigentes— donde militan, restos del naufragio de una derecha que busca disfrazarse de Caperucita Roja. Debido a sus difusos postulados, aunque se reconocen ser de derecha, ya han demostrado inconsecuencia en sus apoyos. Anda por ahí, ofreciendo baratijas y mejunjes en sus canastos de vendedores ambulantes.
Otra agrupación política, en medio de la zafacoca, surgió este año, que apresuró llamarse los amarillos. Es decir, personas vinculadas a infinidad de partidos en descomposición, o restos de un naufragio a causa de una tempestad. Van del amarillo al gualdo, pasando por el rubio. A la cabeza, se encuentra un intelectual vinculado a El Mercurio y a la oligarquía, sus verdaderos patrones. Asegura haber pertenecido al MIR, mientras estudiaba en la Universidad Católica, sin embargo, nadie lo recuerda. A veces, la historia es mezquina y desconoce ciertos hechos.
En septiembre de este año, los amarillos, es decir ICTERICIA, con motivo del plebiscito, desplegaron una campaña en contra de la nueva constitución, que les dio sus frutos. Apuntaron hacia los borregos, masa ignorante y manipulable, y terminaron por asustarlos. Ahora, surge la posibilidad que en breve se funde el partido de los borregos, PB, el cual debería ser mayoritario en el país. Desde hace años, ha demostrado fidelidad y certeza al pensar, y aunque nos fastidie, ha definido la mayoría de las elecciones.
Esta semana, Sebastián Sichel —¿lo recuerdan?— piensa crear una agrupación o cofradía, no un partido político, cuya misión es meditar, “lejos del mundanal ruido”, sobre la política, la filosofía y aquellos temas esotéricos, a los cuales no se les otorga importancia. Loable tarea, encaminada a dotar de espiritualidad a la masa, contaminada por el desenfrenado consumismo, y las futilidades del diario vivir. A cualquiera le seduciría integrar esta hermandad secreta, sin fines de lucro.
Lo ideal sería fundar un nuevo partido político, y encargarle a “Pancho Malo” del team Patriótico, la elaboración de sus postulados.
Por Walter Garib
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