Siempre la violencia ha favorecido a quienes son dueños de la riqueza de un país. Llámese dictadura o derecha, es decir, las hijas siamesas predilecta de la oligarquía. Engendros, destinados a someter a un pueblo y manipular su destino. Conjura ideal o asociación ilícita, consagrada a ejercer el poder. Disponen de los mecanismos y en el momento oportuno, saben cómo actuar. Cultivarla es una fórmula encaminada a ejercerla, sin contrapeso. En suma, convertirla en necesidad. Inherente a la condición humana, sin ella, no se obtiene cuanto se desea para vivir. De la mano del desenfrenado consumismo que patrocina en sus medios de comunicación, la disfrazada necesidad, crece y a diario se transforma. Se incorpora a la sociedad, como cualquier elemento destinado a servir de sostén en nuestra vida. Parasitaria, en la mayoría de los casos, a menudo se confunde con la necesidad.
Chile vive una libertina violencia, heredada de la dictadura, que los sucesivos gobiernos, fueron incapaces de combatir. Enquistada en las instituciones del Estado, sirvió de excusa y en plenitud, permeó a la sociedad. Ahora, el desmadre nos acompaña y vivir la violencia cotidiana, es como aceptar, que haya día y noche. El temor y la angustia, se han apoderada de la sociedad. ¿De dónde nace esta fuerza avasalladora? ¿Se trata de una estrategia destinada a desprestigiar la democracia y ofrecer la dictadura como alternativa? ¿O es consecuencia de una ceguera política?
La oligarquía chilena, que ha mandado y manda a su arbitrio en nuestro zarandeado país, sabe actuar. Tiene estilo y a través de sus partidos afines, dirige la campaña del terror. Se escuda en ellos y jamás muestra sus uñas de oso depredador. A diario, machaca y machaca a través de la televisión y la prensa, cualquier hecho delictual y lo presenta, como si fuese el acabo de mundo. Dueña de las riquezas del país, incluida el agua, las costas y el aire, observa el devenir y sabe que el futuro, les pertenece. Para este contubernio, el presente donde impera el miedo es el purgante adecuado que bebe el pueblo, y así convencerlo de la necesidad que el modelo actual se desmorona; no sirve de nada y debe ser cambiado. ¿Rumbo hacia otra dictadura? Sí, hacia una dictadura económica, disfrazada de abuelita querendona, donde se habla del emprendimiento, de la libertad de asociación y se coloca, por ejemplo, a países europeos.
Así, la propaganda en los medios de comunicación, machaca sin dar tregua. Comprar, comprar, en una escalada de desenfrenado consumismo, en lo que bien podría llamarse una borrachera, por adquirir cualquier cosa. En su mayoría, los bienes materiales, la bazofia que nos inunda a diario, se convierten en una necesidad ficticia, encarcelando al espíritu y la libertad de elegir. Esta violencia disfrazada de generosidad y espíritu altruista, sirve al modelo neoliberal y le otorga carta de virtud. ¿Cómo desconfiar, si proviene de una elite culta, dueña de Chile, la cual ha sabido enriquecerse?
Si ella ha logrado, desde el inicio de la república, dirigir en beneficio de todos, la conducción del país, debe ser creíble su gestión. Y entonces, ¿dónde está el origen de la violencia? La oligarquía acusa a ese pueblo desarrapado, en el cual cohabita la flojera, el analfabetismo y las malas costumbres, de ser los culpables de los portonazos, de la violencia callejera y de las lacras que agobian al país. Que hoy, 70 mil familias vivan en campamentos, hacinadas, sin servicios básicos, cuyos ingresos no les permite satisfacer sus mínimas necesidades, es sinónimo de una violencia institucional. Urge realizar ahora, no mañana, las reformas sociales comprometidas por la actual administración. De lo contrario, el país puede caer en la ingobernabilidad y bien sabemos, hacia donde conduce esta situación.
Por Walter Garib
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