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miércoles, 22 de agosto de 2018

Opinión


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No necesitamos un Museo de la Democracia: necesitamos más democracia

por  22 agosto, 2018
No necesitamos un Museo de la Democracia: necesitamos más democracia

Este fin de semana el Presidente Sebastián Piñera ha reflotado una idea que se encontraba ya presente, es justo reconocerlo, en su programa de gobierno que lo llevó por segunda vez a La Moneda: crear un museo de la democracia. La idea, como era de esperar, ha generado un arduo debate y posiciones encontradas. No es para menos, tratándose de una temática de tal grosor. En el aludido programa, sin embargo, la referencia aparecía aún de manera escueta: “Implementación del Museo de la Democracia, como instancia de valoración de los valores republicanos y democráticos.” En su reciente alusión al tema, Piñera ha intentado precisar algo más su propuesta: “Queremos establecer un museo que cuente la historia de la democracia. Podemos partir desde el origen de la democracia, pero que la democracia sea un valor que también sepamos reconocer, proteger y resguardar”, dijo en televisión.
Mas se trata, a todas luces, de una idea inoportuna, si se considera el momento en que se a reflota, puesto que emerge como una especie de empate moral tras la polémica suscitada por los dichos del ahora ex ministro de las culturas, las artes y el patrimonio, Mauricio Rojas, quien calificó de ‘montaje’ el contenido expuesto en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Frente a esto, Piñera responde por partida doble: depone primero a su ministro y propone luego la creación de un museo de la democracia. Esto, de paso, recuerda cómo en política no sólo hay que saber tomar decisiones, sino también saber cuándo y cómo tomarlas y comunicarlas.
Pero la pregunta de fondo es: ¿Necesitamos un museo de la democracia? Creo que no. Necesitamos, más que museos que la ensalcen, simplemente más democracia. Chile es un país donde son patentes tanto el desapego por lo político, en general, como por la democracia y la participación ciudadana en particular. Frente a esto, requerimos más educación cívica y formación ciudadana en las escuelas, junto con fortalecer las asignaturas de historia y de filosofía (a contracorriente de lo que ha venido sucediendo), dado que desde estas áreas se puede contribuir significativamente a la configuración de ciudadanos democráticos, libres, con capacidad de análisis y de argumentación.
La memoria histórica sobre las violaciones a los derechos humanos sí requiere ser resguardada y protegida, en tanto recordatorio permanente de lo que jamás debe volver a ocurrir. Tanto el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, como los diferentes memoriales que existen en Chile, cumplen dicho objetivo. A diferencia de ello, la democracia requiere ser promovida, nutrida y recreada por medio de medidas políticas específicas en tal dirección. Debe hacerse carne en todos los espacios posibles: en la casa y en la calle, en las instituciones y en los mecanismos de participación ciudadana. La democracia necesitamos vivirla, no ir a visitarla a un museo.
Requerimos también mayores y mejores mecanismos de participación ciudadana, tales como: iniciativa popular de ley, plebiscito revocatorio, referendo, consulta vinculante, entre otros; mecanismos de democracia directa “desde abajo”, como forma de contrarrestar el excesivo presidencialismo imperante en Chile. Junto con esto, necesitamos mayores espacios para deliberación ciudadana sobre asuntos de interés compartido, que enriquezcan el debate público y no reduzcan la participación al voto. Esto, en concordancia con el enfoque discursivo extendido al campo de la democracia que ha promovido el destacado filósofo contemporáneo Jürgen Habermas.
Lo anterior implica, consecuentemente, asumir uno de los mayores desafíos en términos de profundización de la democracia en Chile: darnos una nueva Constitución Política. Una Carta fundamental verdaderamente democrática desde su génesis, participativa en lo procedimental y temporalmente concordante con la realidad del Chile de hoy, diametralmente opuesta aquella que la vio nacer en 1980 en un contexto dictatorial. Porque más allá de las sucesivas reformas de estos años, dicho cuerpo sigue teniendo un origen espurio que impide su legitimación. Lamentablemente, ni en su programa ni en estos meses de gobierno Piñera ha dado señales en tal sentido.
En el programa que lo trajo nuevamente a la Presidencia se lee: “Creemos que la Constitución puede y debe perfeccionarse; también creemos que los cambios en democracia se hacen respetando las reglas del juego y las instituciones que le han dado estabilidad y progreso a Chile”. Pero, ¿qué pasa cuando las reglas del juego bajo las cuales fue gestada y promulgada la actual Constitución no fueron democráticas? ¿Cómo se puede relevar la democracia en lo discursivo –proponiendo construirle un museo como una especie de homenaje- sin profundizar en efectivamente ella en lo político-institucional?
No es ello una cuestión menor. En nuestro país aún persiste una visión autoritaria e individualista de las relaciones sociales. Un claro ejemplo de esto son los resultados del  último estudio sobre educación Cívica y Ciudadana de la Asociación Internacional para la Evaluación del Logro Educativo (IEA), aplicado a estudiantes de octavo básico, donde un 52% de los encuestados en Chile afirmó estar de acuerdo con un estado dictatorial si este conlleva orden y seguridad (http://www.agenciaeducacion.cl/noticias/disminuye-chile-numero-estudiantes-creen-la-paz-se-logra-negociacion-dialogo/). Resultados como este debiesen remecer e instar a la acción a toda la población, especialmente a las autoridades en cuyas manos está la generación de medidas globales para su enfrentamiento.
La memoria histórica sobre las violaciones a los derechos humanos sí requiere ser resguardada y protegida, en tanto recordatorio permanente de lo que jamás debe volver a ocurrir. Tanto el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, como los diferentes memoriales que existen en Chile, cumplen dicho objetivo. A diferencia de ello, la democracia requiere ser promovida, nutrida y recreada por medio de medidas políticas específicas en tal dirección. Debe hacerse carne en todos los espacios posibles: en la casa y en la calle, en las instituciones y en los mecanismos de participación ciudadana. La democracia necesitamos vivirla, no ir a visitarla a un museo.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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