Por Mario López M.

Sin duda esta periodista, académica y escritora, logra retratar de manera maestra los primeros años de la transición vividos en Chile y lo hace desde una óptica especial, la historia contada por los detectives de la Brigada de Derechos Humanos.

La caída del guatón Romo, el caso Colonia Dignidad, el apresamiento del “Fanta”, el crimen de Eugenio Berríos, la captura de Manuel Contreras y otros temas son tratados en profundidad y con cientos de nuevos e inéditos antecedentes.

No solo se trata de un relato de hechos que quizás muchos puedan conocer, por ser parte de nuestra historia, es mucho más que eso, es una investigación profunda, exhaustiva, con datos desconocidos hasta ahora o, que quizás, nadie había visto así.

Un relato interesante que mantiene pegado al lector en sus casi 500 páginas, donde lo introduce a conocer detalles desde la perspectiva del “policía de a pie”, aquel que fue parte de la historia misma. 

Pascale, reconoce que es muy buena para ver series policiales y de crímenes, de chica “quise ser detective”, nos confiesa. También recuerda el idealismo de los detectives que entrevistó, quienes “querían ir a ayudar gente, investigar delitos, no ir a matar, como les pasó a muchos policías civiles que les tocó la dictadura y tuvieron que ir asignados a la DINA o a la CNI, incluso algunos castigados”. 

Recuperar la memoria histórica

Quería alejarse un poco de temas de derechos humanos, recuerda, pero terminó cayendo en él, solo que con una óptica novedosa. Dos años y algunos meses demoró en escribirlo, a lo que se debe incluir el 2016, en que debió interrumpirlo para actualizar otra de sus obras, Estadio Nacional.  

Cazar al cazador, si bien partió con objetivos concretos, Osvaldo Romo, Colonia Dignidad, el Fanta, etcétera, al paso de las investigaciones fue descubriendo en cada uno de los casos un mundo impresionante, algunos o todos, daban para ser un libro por sí solos. 

Concuerda que hoy es poca la gente que conoce o se interesa en el tema de los DDHH, sobre todo los jóvenes. “Hay otras preocupaciones para ellos, la igualdad de género, identidad, medio ambiente, etcétera, que son de DDHH, pero en un nivel más amplio. Eso preocupa más hoy día”, señala. Sin embargo, lo encuentra un poco contradictorio, porque a su vez los libros de DDHH son muy vendidos y despiertan interés.

No basta el “nunca más”

Se muestra preocupada porque aún se ven muchos defensores de la dictadura. También en el Ejército, donde aún se justifica. “Va a tener que pasar un par de generaciones más para que el Ejército se limpie de su justificación de la dictadura, donde aún hay hijos de militares que participaron del genocidio. 

No basta el ‘nunca más’ dicho por Cheyre, tiene que haber una colaboración real, tienen información, verbal y documental, cualquier servicio de inteligencia que se digne de serlo, no va a destruir todos los archivos. Cuando realmente hagan eso, ahí se podrá apreciar un cambio”, dice.

“Más de alguien se debe haber llevado archivos para la casa, ‘para los periodistas, menos mal’”, dice entre risas.

Sin miedo

Pascale Bonnefoy nunca se ha sentido amenazada, “hoy ya no tienen el respaldo institucional que tenían antes, además uno no se guía por ese tipo de cosas, si es por eso me quedo encerrada en mi casa”. En su libro relata cómo se hostigó y amenazó a los policías que investigaban casos de DDHH. Cómo las FFAA -y la derecha-, presionaban cada vez que se quería avanzar en verdad o justicia.

Vuelta la democracia, no terminó el poder de la dictadura. Pinochet estaba “atrincherado” en el Ejército y muchos criminales y civiles continuaban enquistados en las FFAA y en instituciones de la propia democracia. En el gobierno de Patricio Aylwin, en medio de presiones y amenazas, el entonces director de la PDI, Horacio Toro, creó una unidad especializada en derechos humanos, situada en el Departamento V de Asuntos Internos. Su objetivo era rastrear y perseguir a civiles y militares vinculados a crímenes de lesa humanidad.

Pascale Bonnefoy vuelve a reconstruir la trama que rodeó a casos emblemáticos en la captura o caída de violentos violadores de DDHH. Las peripecias que debieron pasar los detectives tanto en Chile como fuera del país, debieron al enfrentarse a un todavía poderoso Manuel Contreras, o a un escurridizo Osvaldo Romo e incluso a Paul Schäfer, están hábilmente relatadas y documentadas. 

De aquí a fin de año ya está pensando en algún otro proyecto, por ahora, la Universidad de Chile donde es académica y su corresponsalía de medios extranjeros, entre ellos The New York Times, es lo que está en su día a día. 

-        Varias veces en el libro habla de “En la medida de lo posible”, la frase del Presidente Patricio Aylwin, que hoy algunos critican. ¿A qué se refiere con eso?

En la medida de lo posible se hace patente más que en el tema recursos, aunque se rasguñaban desde donde se podía. Eso, aunque el Presidente Patricio Aylwin inyectó bastantes recursos a la PDI los primeros años, tanto para personal, infraestructura, vehículos y gastos adicionales para comisiones de servicios, cuando se requería ir afuera en relación a las causas de DDHH.

El concepto aparece más relacionado con otros temas, como el de la justicia, la aplicación de la Ley de Amnistía y la relación con los militares, más que el tema de recursos. En la medida de lo posible da cuenta de los frenos permanentes en la década de los 90 en cuanto a la resistencia militar a las investigaciones, que llevaban ellos mismos en las fiscalías, los servicios de inteligencia que sacaban a los agentes fuera del país, que no colaboraron absolutamente nada. 

Costaba avanzar por la poca colaboración y por otro lado porque estaban amarrados por la institucionalidad dejada por Pinochet, donde existía el compromiso de la civilidad de respetar esa institucionalidad, si no, “hasta ahí no más llegaban las intenciones”. Los archivos de la presidencia de Aylwin que se encuentran en la Universidad Alberto Hurtado, dan cuenta de los conflictos que tenía el gobierno para determinar cómo lidiaban con las FFAA, el retiro de los ex CNI que seguían en el Ejército, de qué hacer con Pinochet y las causas relacionadas… 

-        Es cierto que la institucionalidad estaba “bien amarrada”, pero también pareciera que hubo temor por parte de los gobiernos democráticos. ¿Es así?

Claro, existía temor, sobre todo cuando se avanzaba en las investigaciones de las causas de DDHH, venían las presiones, como el “boinazo”. Cada vez que se intentó avanzar en temas en los gobiernos de Aylwin y Frei Ruiz-Tagle, como la reinterpretación de la Ley de Amnistía, de idear algún tipo de fórmulas para incentivar la entrega de información a cambio de un grado de impunidad, de anonimato del informante -lo que no prosperó-, siempre hubo de parte no solo de los militares, sino que, de la propia derecha, un intento de lograr una “moneda de cambio”. “Si se quiere avanzar, qué obtenemos a cambio”, planteaban. 

De hecho, relato en un capítulo, las discusiones y las circunstancias que hubo y que dieron pie a la construcción de la cárcel de Punta Peuco, que el Ejército admitiera que se iba a construir una cárcel era porque se admitía que alguien se iba a ir preso, por ejemplo.

-        Para los policías civiles que participaron en las investigaciones, debe haber sido duro entrar a ese ambiente y tener que investigar a sus propios colegas y a militares…

Lo fue. Tuvieron que tener una inducción muy rápida y medio violenta en el tema. Después del Informe Rettig tuvieron que empezar a entrevistar a todos los familiares, testigos y sobrevivientes de los campos de tortura. Para ellos fue muy chocante. La investigación de la DINA y el Comando Conjunto, fue lo primero que hicieron.

-        Qué tanto se sabía en aquel tiempo por parte de los civiles que participaron en apoyo a la dictadura, de la violación a los DDHH. Hoy dicen que no sabían, que estaban en una “burbuja”

Todos los “chicago boys”, todos los economistas y civiles que participaron en la dictadura militar dicen “yo no tenía idea porque me preocupaba de los números”. Es muy difícil que desconocieran lo que pasaba. Puede ser que no lo creyeron. He visto el documental “Chicago Boys” varias veces y allí dicen “nos llegaban rumores, pero pensábamos que eran mentiras”. 

-        Volvamos al libro, que presenta un perfil novedoso, una mirada distinta en materia de DDHH. ¿Qué buscabas con eso?

Dar a conocer ese lado de la transición desde la perspectiva de la policía civil y lo difícil que fue enfrentar las investigaciones en causas de DDHH. Primero busqué destacar la historia de estos detectives, pero después amplié el cuadro para mostrar lo difícil que fue la transición en el tema de los DDHH en la perspectiva de las personas que en terreno tenían que hacer la pega. Una cosa es la política de Estado, otra la del juez que da instrucciones y órdenes de investigar a la policía, pero de los que están a pie, literalmente, haciendo la pega, es lo que quise retratar.

Era interesante ver cómo se investigaban crímenes de hacía muchos años, aunque quería alejarme un poco del tema del los DDHH, pero al final termino en lo mismo, pero desde otra perspectiva. En la medida en que fui entrevistando detectives y luego sumergiéndome en los archivos de la brigada, descubrí como toda la historia de la PDI en transición en el aspecto de los DDHH y lo encontré fascinante. 

Era estudiar la transición, que es historia contemporánea, es saber lo que pasó en Chile, la transición moldeó lo que es hoy Chile, que es consecuencia directa de ese periodo.

-        Muchos alegan que ya es demasiado seguir, 45 años después, hablando de DDHH. ¿Qué opinas de eso?

La excusa siempre es “otros países han hecho mucho menos, nosotros hemos avanzado mucho más, así que quédense contentos con eso”. Es cierto que es un periodo histórico, pero explíquenselo a hijos, nietos y los que vienen, ellos van a seguir adelante, como la familia de Anita González. 

-        ¿Qué se siente que muchos de los militares y civiles de derecha que retratas en tu libro, ligados a violaciones de DDHH, siguieron en cargos públicos o dentro de las FFAA? Incluso hoy hay ministros que fueron cercanos a Colonia Dignidad, por ejemplo.

Es impunidad. Más aún, es negación de la historia, de los hechos históricos. Estoy en rebeldía con el concepto de la memoria histórica, últimamente. Se trata de hechos concretos. Está en juego el concepto de memoria histórica. Eso da pie para que personas como (José Antonio) Kast diga que esas son “interpretaciones de la historia” y no hechos históricos. 

Se trata de hechos irrefutables, eso es lo que me da rabia, porque se manipula la historia. ¿Y qué va a pasar en una o dos generaciones más? Todo va a quedar a la interpretación subjetiva de la de cada cual. A pesar de que hay tanta información y evidencia de lo que ocurrió e incluso están los mismos agentes que confiesan.

-        Es peligroso que no se conozca la historia, que se mantenga una memoria de lo que pasó y se difunda, pues el riesgo es volver a repetir el drama. ¿Es tan así?

Si uno mira las redes sociales, se da cuenta que hay gente muy fascista. El anonimato que da hacer comentarios online, permite que haya gente muy negacionista.

Brasil, por ejemplo, nunca se ha enfrentado al pasado como lo han hecho otros países de América Latina, incluyendo Chile. No han tenido juicios, ni justicia ni informes como han salido en Chile y hoy tienen un Bolsonaro que idolatra a los torturadores y habla de matar gente en las calles. Ese es un buen ejemplo que muestra que no han enfrentado su historia, que, aun sabiendo sus pensamientos, la gente lo vota igual, a pesar de todas las advertencias. 

Lo mismo puede pasar acá, pero este país si lo ha enfrentado, hay dos informes grandes y algo se ha hecho, aunque no lo suficiente. Pero aún hay gente que lo niega, como si fuese mentira, es casi como escuchar a la dictadura diciendo que es “mentira del marxismo internacional”, siguen en ese discurso. Y jóvenes que lo repiten de los mayores y eso es peligroso. Aun así, la democracia está bien consolidada.

-        Qué te golpeó mientras escribías el libro, escuchabas relatos inéditos, testimonios. ¿Hubo algo en especial que te sorprendiera?

Casi todo en realidad, todo lo que pasó al interior de la policía de Investigaciones. Ver a los agentes de la DINA o de la CNI pasearse como “pavos reales”. También cómo el gobierno de Aylwin se la jugó para traer a algunos agentes de vuelta, entregando más recursos para comisiones de servicios. 

El caso del “guatón” Romo es un buen ejemplo, los policías iban por 5 días a Brasil, pero se dilataba la entrega y debían quedarse un mes, entonces había que sacar recursos de otras partes. El propio Aylwin se comprometió con el caso y logró compromisos de Presidente a Presidente de obtener la entrega de Romo.

Yo tenía una mala impresión de lo poco o nada (en materia de DDHH) que había hecho el gobierno de esa época, podría haber sido mucho más decisivo, pero lo que hizo, no fue poco, en todo caso.