Fuente El Ciudadano
Desde el sábado, a la vera del camino costero que pasa por donde funcionó el campo de prisioneros de Ritoque (160 km al norte de Santiago) un monolito desafía el olvido al evocar el sufrimiento, tortura y muerte padecido allí por centenares de ciudadanos que cometieron el delito de tener una visión del mundo distinta al de la dictadura militar y civil que sometió a Chile por 17 años y de nuevo tiene representantes en el actual poder político chileno.
La
industria inmobiliaria convirtió los terrenos del antiguo campo de
concentración, inaugurado en 1973 y abandonado en 1975, en una lujosa
urbanización cercana a la playa, en un sector arbolado del municipio de
Quintero, a 50 km al norte de Viña del Mar y Valparaíso. En las
inmediaciones también está Puchuncaví, otro campo de prisioneros. Los
propietarios y residentes de ese lujoso sector playero ignoran por
completo que allí donde viven funcionó un campo de concentración.
La
iniciativa de erigir ese modesto monumento recordatorio fue adoptada
por el Grupo Debate de Valparaíso, que reúne a ex presos políticos y a
militantes de diferente signo político de izquierda. “Monolito
recordatorio, Campo de Prisioneros Políticos de Ritoque, homenaje
ciudadano organizado por Grupo Debate de Valparaíso”, reza un volante
para el recuerdo distribuido por los organizadores. “A la memoria
histórica de los prisioneros políticos que entre 1973 y 1975
permanecieron en este recinto ubicado en la Comuna de Quintero”.
La Ilustre Municipalidad de
Quintero nunca les otorgó la solicitada autorización oficial para
instalar el símbolo, que decidieron colocar de todas formas en las
primeras horas del sábado 8 de junio. Llevaron electricidad, hierros
para asegurar la base del monumento y, por supuesto, abundante café
caliente para combatir el frío húmedo y penetrante del invierto costero.
Afortunadamente, apareció el sol y hubo un hermoso día invernal, cálido
y emotivo, con la presencia de unas 150 personas que se desplazaron por
sus propios medios y en un autobús alquilado por los organizadores.
Un
sobreviviente de ese campo de concentración, Sergio Vuscovic, alcalde
de Valparaíso en tiempos de Salvador Allende, explicó que allí
estuvieron muchas personalidades del gobierno allendista que después
fueron alcanzados por la mano larga del terrorismo de Estado, dentro de
Chile y en el exterior, como el periodista José Tohá, ex ministro de
Interior y de Defensa asesinado en 1974 en el hospital militar de
Santiago, y Orlando Letelier, también ex ministro de Defensa, asesinado
en Washington en 1976. Entre los presos que no eran importantes, pasó
por allí mi fallecido hermano Hernando Carmona Ulloa, quien alguna vez
me contó que de noche sacaban presos de su lecho para sumergirlos
desnudos en rebosantes tambores de 200 litros de agua de mar fría.
El
gobierno de Salvador Allende construyó en Ritoque y la cercana Melinka
balnearios para familias pobres administrados por la Central Única de
Trabajadores (CUT), pero los militares cerraron los terrenos con rejas
de madera y alambres de púa para convertir el balneario popular en un
campo de concentración.
Entre
los presos de Ritoque estuvieron Algunos miembros del gobierno de
Allende detenidos en la austral Isla Dawson, cerca de la Antártica,
fueron traídos a Ritoque en junio de 1974. En octubre de ese año, otros
presos fueron transferidos desde Chacabuco, en el desierto de Atacama, y
Tres Álamos, una prisión habilitada en un edificio público del sur de
Santiago. El campo pertenecía a la cercana base aérea de Quintero,
mientras la mayoría de los guardias se rotaban entre Carabineros y
Fuerza Aérea.
Los
presos políticos fueron hacinados en barracas de madera donde eran
frecuentemente allanados, golpeados y sometidos rutinariamente a
castigos colectivos, como el plantón (permanecer de pie por
largas horas) y a extensas y exhaustas jornadas de ejercicio físico. En
una cruel diversión castrense, ciertos cautivos eran obligados a correr
perseguidos por perros policiales adiestrados para el ataque, según los
relatos que me hizo mi hermano Hernando. Conducidos a la playa en horas
de la noche, con los ojos vendados y amarrados, solían ser golpeados con
sacos mojados. Los presos vivieron sometidos a amenazas, golpizas y
amedrentamientos nocturnos, como descargas interminables de ráfagas de
ametralladoras en medio de la noche.
Condujo
el acto Eduardo Palma, dirigente del Grupo Debate. Además de Vuscovic,
habló Arturo Pérez, hijo de un prisionero ya fallecido, y muchos otros
se dirigieron al público, como Walter Caimí, periodista uruguayo, y el
autor de estas líneas, quien entregó un saludo fraternal y solidario del
Círculo de Periodistas de Santiago y de la Federación Latinoamericana
de Periodistas (Felap). Hubo canciones y mucha emoción. La pregunta es
¿respetarán la presencia del monolito a la vera del camino público, o lo
removerán?
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