- 27 mayo 2020
Foto: Mujeres protestando en el sector sur del Gran Santiago
“Los ricos de Chile ganan como en Alemania, y los pobres como en Mongolia”, decía Branko Milanovic, del Banco Mundial. El gobierno actúa mal porque no conoce a su pueblo, dice experta. Y la “tabla de salvación” es peor.
Una caja de víveres para una familia completa. El Gobierno de Chile está repartiendo más de dos millones de paquetes a las familias pobres.
Chile podría repetir la experiencia de España e Italia, siendo el próximo país en donde el sistema sanitario colapse. Las escenas lo evidencian: decenas de ambulancias que esperan hasta doce horas, o más, en las entradas de hospitales públicos, a la espera de que pacientes con COVID-19 sean atendidos, al menos dentro de los mismos vehículos. Si la ambulancia se ve obligada a entregar al paciente a una clínica privada, la familia tiene que cubrir sumas imposibles de pagar. A los altos costos de la atención médica se suma el hambre, para aquellos que ni siquiera pueden llegar a las puertas del Hospital San José de Santiago de Chile.
Con o sin pandemia, "el hambre en Chile es producto de la histórica desigualdad social”, dice a DW Fernanda Arriaza, directora de Gestión Comunitaria de la oficina internacional de la ONG TECHO, activa en 19 países de América Latina. "Son los pobres en los campamentos [asentamientos informales o barrios marginados] los que están viendo la cara más dura de esta crisis, porque se ha recrudecido su estado vulnerable: falta de acceso a servicios, a vivienda, a oportunidades de empleo”, agrega Arriaza desde Valparaíso, una ciudad en donde los más pobres viven en cerros casi inaccesibles para cualquier socorro. Valparaíso es la segunda ciudad más golpeada por la pandemia, después de Santiago.
El coronavirus se ensaña con los más pobres
Por esto el lema de "¡Quédate en casa!” es una ironía para muchos en América Latina que replican: "¿Y si no tienes casa? ¿Y si no tienes agua para lavarte las manos? ¿Y si no tienes 2 metros para distanciarte de 8 personas que comparten un solo cuarto?". Por esto se teme que la pandemia cause una catástrofe entre los 104 millones de latinoamericanos que viven en asentamientos populares.
Fernanda Arriaza, de TECHO no aventura un posible estallido social en el futuro porque "la situación ya estalló el 18 de octubre de 2019”. Y lo que hoy pasa, prosigue Arriaza, "es que esos mismos pobres no pueden respetar la cuarentena porque el hambre se ha hecho inaguantable”.
"El hambre”, según la experta social, "es la razón por la que están manifestándose en las calles”. Y las cosas pintan aún más difíciles. Antes de la pandemia de coronavirus, en Chile se pronosticaba que el 9,8% de la población iba a terminar este año en la pobreza. Ahora será el 13,7 por ciento, según la CEPAL. Al final de este 2020, en América Latina habrá 30 millones más de pobres, unos 215 millones en total en toda la región, así lo pronostica la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su Informe Especial COVID-19, presentado el 21 de mayo. Las cifras podrían incluso subir, si el impacto de la pandemia es aún más fuerte y las economías latinoamericanas no logran volver a despegar. En todo caso, la organización concluye que el inmenso trabajo de dos décadas de lucha contra la pobreza en América Latina se ha perdido en pocas semanas.
Vuelven las ollas populares
Pero en medio de la tragedia, en Chile resurge la solidaridad comunitaria. Así lo destaca TECHO, pero también Catalina Littin Menz, directora ejecutiva de la Fundación Superación de la Pobreza, con sede en Santiago de Chile. El hambre ha hecho reaparecer las ollas populares, una herencia de la depresión de los años 30 que revivió durante la dictadura de Pinochet.
"Estamos viendo un incremento de estrategias comunitarias de sobrevivencia y un resurgimiento del sentido comunitario”, dice Littin Menz a DW, para quien "es el momento de ponerse a disposición para fortalecer estas estrategias que nacen desde las organizaciones de base”. Un cometido que dicha fundación se propone enfrentar con el programa SERVICIO PAIS, "que ya tiene una exitosa historia de 25 años, gracias a jóvenes profesionales que han trabajado en las 100 comunas rurales más pobres de Chile", explica.
Un país, dos mundos
El mundo esperaría que Chile, una exitosa economía con "solo” 18 millones de habitantes, fuera capaz de manejar mejor la pandemia y sus efectos. Todos los gobiernos del mundo están aprendiendo con cada hora en que el coronavirus recorre el mundo.
Una caja de víveres para una familia completa. El Gobierno de Chile está repartiendo más de dos millones de paquetes a las familias pobres.
Chile podría repetir la experiencia de España e Italia, siendo el próximo país en donde el sistema sanitario colapse. Las escenas lo evidencian: decenas de ambulancias que esperan hasta doce horas, o más, en las entradas de hospitales públicos, a la espera de que pacientes con COVID-19 sean atendidos, al menos dentro de los mismos vehículos. Si la ambulancia se ve obligada a entregar al paciente a una clínica privada, la familia tiene que cubrir sumas imposibles de pagar. A los altos costos de la atención médica se suma el hambre, para aquellos que ni siquiera pueden llegar a las puertas del Hospital San José de Santiago de Chile.
Con o sin pandemia, "el hambre en Chile es producto de la histórica desigualdad social”, dice a DW Fernanda Arriaza, directora de Gestión Comunitaria de la oficina internacional de la ONG TECHO, activa en 19 países de América Latina. "Son los pobres en los campamentos [asentamientos informales o barrios marginados] los que están viendo la cara más dura de esta crisis, porque se ha recrudecido su estado vulnerable: falta de acceso a servicios, a vivienda, a oportunidades de empleo”, agrega Arriaza desde Valparaíso, una ciudad en donde los más pobres viven en cerros casi inaccesibles para cualquier socorro. Valparaíso es la segunda ciudad más golpeada por la pandemia, después de Santiago.
El coronavirus se ensaña con los más pobres
Por esto el lema de "¡Quédate en casa!” es una ironía para muchos en América Latina que replican: "¿Y si no tienes casa? ¿Y si no tienes agua para lavarte las manos? ¿Y si no tienes 2 metros para distanciarte de 8 personas que comparten un solo cuarto?". Por esto se teme que la pandemia cause una catástrofe entre los 104 millones de latinoamericanos que viven en asentamientos populares.
Fernanda Arriaza, de TECHO no aventura un posible estallido social en el futuro porque "la situación ya estalló el 18 de octubre de 2019”. Y lo que hoy pasa, prosigue Arriaza, "es que esos mismos pobres no pueden respetar la cuarentena porque el hambre se ha hecho inaguantable”.
"El hambre”, según la experta social, "es la razón por la que están manifestándose en las calles”. Y las cosas pintan aún más difíciles. Antes de la pandemia de coronavirus, en Chile se pronosticaba que el 9,8% de la población iba a terminar este año en la pobreza. Ahora será el 13,7 por ciento, según la CEPAL. Al final de este 2020, en América Latina habrá 30 millones más de pobres, unos 215 millones en total en toda la región, así lo pronostica la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su Informe Especial COVID-19, presentado el 21 de mayo. Las cifras podrían incluso subir, si el impacto de la pandemia es aún más fuerte y las economías latinoamericanas no logran volver a despegar. En todo caso, la organización concluye que el inmenso trabajo de dos décadas de lucha contra la pobreza en América Latina se ha perdido en pocas semanas.
Vuelven las ollas populares
Pero en medio de la tragedia, en Chile resurge la solidaridad comunitaria. Así lo destaca TECHO, pero también Catalina Littin Menz, directora ejecutiva de la Fundación Superación de la Pobreza, con sede en Santiago de Chile. El hambre ha hecho reaparecer las ollas populares, una herencia de la depresión de los años 30 que revivió durante la dictadura de Pinochet.
"Estamos viendo un incremento de estrategias comunitarias de sobrevivencia y un resurgimiento del sentido comunitario”, dice Littin Menz a DW, para quien "es el momento de ponerse a disposición para fortalecer estas estrategias que nacen desde las organizaciones de base”. Un cometido que dicha fundación se propone enfrentar con el programa SERVICIO PAIS, "que ya tiene una exitosa historia de 25 años, gracias a jóvenes profesionales que han trabajado en las 100 comunas rurales más pobres de Chile", explica.
Un país, dos mundos
El mundo esperaría que Chile, una exitosa economía con "solo” 18 millones de habitantes, fuera capaz de manejar mejor la pandemia y sus efectos. Todos los gobiernos del mundo están aprendiendo con cada hora en que el coronavirus recorre el mundo.
¿Por qué entonces cunde el caos en Chile? "Porque el Gobierno ha equiparado vidas humanas con economía”, es la determinante conclusión de Eduardo Vergara, director ejecutivo del laboratorio de ideas Fundación Chile 21. Para Vergara, exjefe de la División de Seguridad Pública del Ministerio del Interior bajo la presidenta Michelle Bachelet, "desde un principio, la actual administración manejó irresponsablemente la pandemia minimizando los riesgos, dando mensajes contradictorios y negándose a tomar decisiones basadas en los científicos que tuvieron que pedir en público ser escuchados”.
Para la experta de TECHO, justamente "ese desconocimiento del sentir ciudadano” explica por qué tantos chilenos han protestado -con una pausa obligada por la pandemia- tan vehementemente desde octubre, "porque un Gobierno que desconoce qué es lo que el pueblo necesita, no sabe qué respuestas dar a los problemas, y menos en una crisis como esta”.
Una "tabla de salvación” equivocada
La repartición, por parte del Gobierno, de 2 millones de cajas con víveres a familias pobres resultan ser una gota de agua en el Atacama. Pero hay algo adicional que puede agravar los males y enturbiar drásticamente el futuro de Chile: el narcotráfico, como presunta tabla de salvación para los más pobres. Esta es la advertencia del politólogo Eduardo Vergara, quien destaca que "durante estas semanas de crisis el número de asesinatos relacionados con el narcotráfico ha subido en Chile, un país cuya política antidrogas se limita a capturar a los 'soldados', casi siempre mujeres pobres y menores de 29 años, y a los peces gordos los deja libres”.
Ante la ausencia del Estado y el gobierno en Chile, "las estructuras del narcotráfico llenan ese vacío dándole a las familias alimentos y hasta pagando entierros para reclutar a sus soldados”, destaca Vergara, que tiene un máster en Asuntos Públicos del Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po).
Mucho apunta a que las raíces de la crisis en Chile no solo están en las decisiones erróneas o la falta de medidas para manejar la pandemia, sino que el caos se debe más bien a que "el Gobierno desconoce totalmente cómo es que funciona la ciudadanía”, arguye Fernanda Arriaza, quien concluye que el Gobierno y el pueblo chileno viven en dos mundos paralelos: "uno que interpreta desde arriba, y el otro que sufre la realidad en la calle”.
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