Todavía es bastante difícil comprender lo que ha ocurrido – y ocurre- en nuestro vecino país hermano, Perú.
Es necesario consignar que desde hace largos meses, a lo largo y ancho del territorio peruano, la población ha clamado masivamente y a viva voz ante el Presidente Castillo, la necesidad de cerrar el Congreso derechista y obstruccionista en razón de su oposición a legislar en beneficio del pueblo.
El Presidente y a la vez todo su gobierno han manifestado persistentemente su oposición a hacer efectiva una medida semejante, con la confianza en que en algún momento el Congreso accedería a colaborar con el Ejecutvo en sus planes de desarrollo.
De allí la enorme sorpresa nacional cuando, repentinamente, las noticias nos han dicho que el Presidente Pedro Castillo Terrones ha intentado cerrar el Congreso de la República y consolidar un golpe de Estado, para asumir poderes dictatoriales. Era difícil de creer. Extrañamente, todo ello habría ocurrido sin conocimiento previo de nadie y desde la soledad de su gabinete presidencial, a través de una declaración leída por cadena informativa nacional. Hasta ahora ha sido difícil dilucidar qué es lo que ocurrió realmente en el despacho presidencial el día 07 de diciembre, en Lima. Nadie ha intentado entregar una explicación acerca de los hechos que conciernen al supuesto actuar del Presidente y de los funcionarios que se supone lo rodeaban. Nadie de las nuevas autoridades ha manifestado interés alguno en hacer claridad acerca de las circunstancias que han tenido como resultado un hecho tan trascendente y grave y sobre todo incomprensible, que ha alterado diametralmente la realidad política del país. Sólo el presidente podría hacer claridad sobre ello, lo que no será posible mientras permanezca secuestrado por sus enemigos políticos.
Ese día, sin aviso previo de cadena nacional de medios, el país tuvo ante sus ojos sorpresivamente la imagen de un Presidente al parecer turbado y vacilante que daba lectura a una declaración que, atendiendo al clamor popular de larga data, decretaba el cierre del Congreso y la instauración de un gobierno de excepción que gobernaría por medio de decretos leyes. El Presidente había iniciado su lectura sin introducción particular ninguna, sin dirigirse a nadie, sin apelar a una audiencia determinada, lo que era evidentemente extraño. No parecía un discurso realmente oficial, sino más bien una lectura personal y tentativa. ¿Un ensayo?. ¿Sabía el Presidente que su voz estaba en el aire y que había una audiencia viéndolo y oyéndolo? Se trataba, de la cadena oficial operante desde el palacio de gobierno y la lectura debió ser aceptada como una comunicación pública y oficial de la Presidencia. Para mayor sorpresa, pocas horas después, los medios informativos daban cuenta, además, que el presidente Castillo, había sido detenido y conducido a una jefatura de policía cuando intentaba supuestamente solicitar asilo en la embajada de México. ¡Insólito! ¿Qué había pasado?
Los medios de comunicación no se daban por enterados de lo absolutamente contradictorio entre ambos hechos. Ningún presidente, ninguna persona en su sano juicio podría estar decretando un estado de excepción que habría de encabezar el mismo, al mismo tiempo que intentaba salir del país. Absurdo. No tenía sentido. Algo no cuadraba -y no cuadra todavía- entre ambos hechos. En la explicación de esta contradicción está sin duda la verdad desconocida de los nebulosos hechos que llevaron al Presidente Castillo a aparecer leyendo una imprevista declaración pública y luego, a su inesperada detención ilegal y secuestro. El aspecto demudado del presidente tras su secuestro pareciera mostrar que ha ocurrido algo sorprendente, algo nunca sospechado … ¿un enemigo invisible? … ¿acaso, que el servicio de inteligencia, DINI, lo que es es decir, la CIA y su agente principal Vladimiro Montesinos, el protegido de la Armada, siempre tuvieron dentro de palacio, capacidad de acción y de registro de sus más mínimos actos y gestos?. El rostro del Presidente se muestra profundamente ofendido y humillado. Como quien ha sido víctima de una jugada siniestra e inesperada.
Mientras tanto, su enemigo acérrimo visible, es decir, el Congreso de la República mayoritaramente derechista y calificado como golpista por la población, intentaba la votación de un tercer proyecto de vacancia del Presidente. Cuestión que pone a la vista otra incongruencia inexplicable sucedida en este día. Esta es que la declaración de la mañana, emitida supuestamente por el Presidente sobre el cierre del Congreso, otorgaba a éste precisamente la justificación, la tan buscada prueba que necesitaba para colocar al Presidente fuera de la ley. ¿Puede alguien mínimamente inteligente creer que Pedro Castillo había decidido voluntariamente realizar tal aberración contra sí mismo? No. En ningún caso. ¿Cómo pudo ocurrir entonces aquello? He aquí el principal oscuro gato encerrado que se nos oculta, pero, cuyo hedor a conspiración se anuncia desde lejos.
Constitucionalmente, la votación requería para su aprobación de un total de 104 votos. Por todos los rincones se hablaba de la compra del voto de los congresistas y se señalaban incluso públicamente los precios que se estaban pagando por fallar en contra del Presidente. A pesar del esfuerzo la votación logró acumular sólo 101 votos, con lo cual la intención de vacancia fracasó legalmente. Sin embargo, en un caso inaudito de violación pública y desvergonzada de toda regla constitucional y ética, el Congreso declaró aprobada la vacancia del Presidente Castillo. Los congresales enemigos de éste, incluído su presidente, celebraban como niños alborozados en el propio recinto del Congreso, la inventada derrota del enemigo racial y democrático. Sin embargo, las declaraciones del jurista Guillermo Olivera Díaz ante los medios de comunicación alternativos dejan absolutamente claro, que la secuencia de irregularidades jurídicas y reglamentarias preliminares, cometidas por el Congreso en el proceso de vacancia, habían anulado por sí mismas dicho proceso aún antes de la dolosa e invalidada votación. Consecuentemente, constitucional- y legalmente el Presidente no ha sido vacado.
Nos encontramos por consiguiente con el “inexplicable” caso de un golpe de Estado realizado supuestamente por el Presidente Castillo, pero que ha entregado el poder político a sus encarnizados enemigos políticos. ¿Será posible que un golpe de Estado pueda invertir “mágicamente” sus resultados sólo en Perú?
La podredumbre
Ahora, el aborrecido Congreso ha aprobado la medida decretada por la nueva Presidenta Boluarte sobre adelanto de elecciones, ignorando la exigencia del pueblo sobre un adelanto extra urgente de éstas. El pueblo peruano, que ha reclamado desde largo tiempo el cierre de un Congreso que no lo representa, corrupto y antidemocrático, quiere que éste desaparezca hoy, no dentro de un año y medio. Además exige la inmediata renuncia de Dina Boluarte, la nueva presidenta. Esta fue elegida vicepresidenta como compañera presidencial de Castillo, pero en vez de renunciar en apoyo a su presidente, escogió integrarse al campo golpista asumiendo la Presidencia sin ningún rubor ético. Su rechazo popular es inmenso, pues se la señala como un títere responsable de las muertes que está causando la represión.
Con Boluarte a la cabeza, una vez más se desprecia la voluntad popular, así como se desvirtuará también, de una u otra manera, la exigencia de un referéndum y de una Asamblea Constitutyente para una nueva Constitución. Nada hay hasta ahora que garantice que el pueblo será oído y que se dará lugar a un proceso eleccionario sin trampas maquiavélicas como es habitual y a un gobierno verdaderamente democrático y popular.
La desverguenza y la podredumbre moral y ética puesta en evidencia reiterativa por la opresión y la conspiración perpetua de la derecha política y económica, del Congreso, de los medios de comunicación, del poder judicial, de la policía y fuerzas armadas, de la fiscalía nacional, actuando unidos y sincronizados en contra de Castillo y del pueblo, no tienen medida ni parangón en la historia política contemporánea. Sus excesos y vulgaridad han sido incomprensibles. Este gigantesco conglomerado conspirativo impidió al inexperimentado Presidente, tanto gobernar como reorganizar un Estado estructurado bajo décadas de corrupción institucional generalizada. Desde luego, limitó enormemente las posibilidades de su gestión.
El país se encuentra en una condición de aplastamiento y coerción cruel y absolutista que -podría decirse- justificaría absolutamente que éste fuera incendiado de arriba abajo por el pueblo y que se colgara de los faroles con plena justicia a los pocos cientos o miles de responsables que se regocijan y profitan del atropello inmisericorde de todo derecho humano y ciudadano. El pueblo no tendría nada más que perder que sus cadenas de cuatrocientos años de ignominia. Este iluso pensamiento no es más descabellado e irracional que el odio racial, clasista y opresor sin medida que caracteriza a la elite dominante y a sus lacayos. La legalidad constitucional a la que ésta alude a cada rato, es una construcción dictatorial, inmoral, mentirosa y abusiva destinada sölo a justificar lo injustificable. Es decir, a hacer posible la corrupción generalizada y el saqueo sin trabas del Estado en su beneficio, como fuera planificado expresamente en la vigente Constitución del dictador Fujimori.
Guerra desigual
Este ha sido el medio político y social en el cual le ha cabido actuar al Presidente Castillo, desde julio de 2021. En el momento mismo de su aparición en la arena política se inició la guerra política en su contra. Es decir, mucho antes de que éste hubiera podido siquiera imaginar alguna de las profusas acciones de corrupción que han sido inventadas en su contra. El nuevo presidente aparecía como lo que verdaderamente es, un maestro humilde, de connotación racial y social en contradicción con el medio político y elitario del país, como una persona naturalmente honesta y de sentimientos asolutamente solidarios con el pueblo del que forma parte. A pesar de evidenciarse como poco preparado para afrontar las exigencias de un cargo presidencial y sobre todo para enfrentar una guerra comunicacional y política sostenida que derribaba uno tras otro sus gabinetes ministeriales, el nuevo presidente se fue mostrando como un personaje difícil de someter y sobre todo, de corromper personalmente. De otro modo es imposible comprender la persecusión implacable que ha debido soportar, extendida incomprensible- y cruelmente en contra de su propia familia. La desmesura del odio contra Castillo y su familia, menores incluídos, es tan grande que se la ha calificado como constitutiva de una “organización criminal”, lo que no sólo es gratuitamente injusto y absurdo, sino evidentemente ridículo.
El rechazo de los poderes fácticos y económicos a la presencia de Castillo en la Presidencia parece aún más incomprensible, si pensamos que el Presidente proclamaba su plena adhesión a una plena economía de mercado y nunca se manifestó como adversario del neoliberalismo. En este aspecto, el poder económico peruano nada tenía que temer de parte del maestro-presidente. Aún así, esto no detuvo jamás la estrategia en su contra.
La intensificación de las maquinaciones de todo tipo destinadas a mostrar al Presidente como la persona más corrupta del mundo, artimañas edificadas sobre falsos testimonios, acusaciones y supuestos antojadizos, nunca han conducido a ninguna parte debido a su debilidad fundamental: la carencia de pruebas. Es decir, la no existencia de ellas. Consecuentemente, el odio de la elite no hizo más que multiplicarse. El presidente Castillo había adoptado además una inaceptable costumbre para la elite dirigente: la de trasladarse a provincias y comunidades con su gabinete de ministros para conocer, discutir y decidir sobre el terreno y en contacto con el pueblo, los problemas locales. Es decir estaba gobernando con el pueblo desde sus propios territorios, algo que comenzaba a socavar la absoluta separación histórica entre las clases subordinadas y la clase en el poder. El pueblo había comenzado a entrar y salir del palacio presidencial ya de modo habitual. Aquello no era soportable de manera alguna.
Los proyectos de ley enviados por el Presidente Castillo y sus ministros al Congreso para su discusión y aprobación comenzaron a ser archivados metódicamente por éste sin examen, para que sus enemigos y los medios de comunicación pudieran proclamar públicamente la ineficacia del Ejecutivo y en particular de su presidente, quien supuestamente no atendía a las necesides de la población y ni a las del desarrollo del país. Dichos proyectos de ley suman hoy 74 y continúan siendo silenciados y obstruídos por el Congreso.
El maestro amigo
La deposición del Presidente ha conmovido e indignado al pueblo en toda la geografía del país. Ningún pueblo de la Tierra podría tener más razones que el peruano para su indignación y para su movilización pacífica rechazando la sediciosa y conspirativa toma del poder por los tradicionales sectores antidemocráticos que consideran al país como su propiedad particular. Las fuerzas del orden y los militares, adalides de la sinrazón y de la antidemocracia, han respondido cruelmente ante la reacción popular y sus víctimas mortales suman ya tres decenas de personas. Desde los lugares más apartados del país, desde los Andes y la Amazonía, las comunidades se movilizan de cualquier manera para llegar a Lima, el centro de la vida política del país, para manifestar su repulsa a la organizada confabulación antidemocrática y antipopular de las clases privilegiadas.
El eco de su grito de lucha: “!Pedro amigo, el pueblo está contigo!, se oye a lo largo de calles y plazas y montes. En ningún momento, el pueblo se ha dejado engañar por la falsa vocinglería de los medios de comunicación que trataban de vestir la figura del presidente Castillo con los más oscuros y siniestros ropajes de deshonestidad. El pueblo sabe perfectamente que la corrupción, el abuso y el saqueo del peculio estatal jamás podrían ser invención o praxis de un maestro que viene de los medios rurales, pues aquellas son práctica y normas instaladas en la vida política nacional hace muchas décadas atrás, por una elite dirigente de carácter urbano, indiferente a las necesidades populares y ajena a convicciones democráticas y humanistas.
Ejemplo y símbolo
Al contrario, el presidente Castillo ha demostrado que como persona no sólo es ajeno sino enemigo de todo pensamiento y práctica corruptiva. De allí sus iniciativas territoriales de gobierno desde el pueblo mismo, las que intentaban hacer partícipes a sus iguales de la gestión presidencial. Su forma de actuar entre el pueblo es espontánea y natural, se identifica plenamente con sus congéneres y éstos con él. La comunicación es directa y sin dobleces. El pueblo sabe que puede confiar en él y lo reconoce como líder. He aquí un hecho de valor simbólico muy grande para el pueblo que lo ungió como Presidente. Pues, seguramente, sin quererlo él mismo, Pedro Castillo ha devenido, con su extraordinaria resistencia, valiente y sostenida, ante el ataque implacable de un sistema de poder político y mediático poderoso dirigido a derribarlo como fuere, un símbolo de la lucha del pueblo por sus derechos y por la democracia. Ningún político incipiente como él ha manifestado hasta ahora, la tenacidad de Pedro Castillo en su lealtad al pueblo que lo puso en la presidencia del país. Esto es innegable y el pueblo lo ha reconocido espontánea e intuitivamente y la estrategia enardecida, exasperada e irracional de sus enemigos políticos, no ha hecho más que fortalecer su convicción. Es necesario recordar que antes de su candidatura a la presidencia Pedro Castillo era un dirigente sindical de los maestros desconocido y que justamente por eso, quienes votaron por él lo hicieron como un acto de rotundo rechazo a la corrupción imperante que representaba Keiko Fujimori.
La presencia de Pedro Castillo en la Presidencia de Perú durante 16 duros meses, afrontando día a día los ataques más alevosos y abusivos a su investidura, a su persona y a su propia familia, son hechos gratuitos e imperdonables que constituyen una verguenza y un baldón para el sistema judicial, político y clasista peruano . Ante estos hechos, Pedro Castillo dejó de ser simplemente un maestro rural devenido circunstancialmente Presidente, para convertirse en un hecho histórico en si mismo. Desde luego, ha asumido con una envergadura insospechada la condición de líder democrático y humanista de su pueblo, digno del respeto y la consideración nacional e internacional. A la vez, la degradación de la clase privilegiada y dirigente peruana, ha dejado de constituir un fenómeno nacional, para alcanzar una connotación abyecta internacional justificadamente merecedora de condena. §
Por Elias Vera Alvarez
Diciembre 24 2022
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