Un juez sin miedo
por Baltasar Garzón 27 enero, 2021
Este viernes 22 de enero de 2021, recibí con profundo pesar la noticia triste del fallecimiento de Juan Guzmán Tapia, a sus 81 años. Siempre sentí un profundo respeto y admiración por el juez chileno del caso Pinochet, que con coraje y determinación –enfrentando todo tipo de amenazas y ataques personales– tuvo la entereza de investigar de manera objetiva, constante y tranquila las innumerables querellas que se fueron acumulando en contra del dictador.
Una avalancha que se inició con la primera que interpusieron, a principios de 1998, Gladys Marín y un grupo de abogados encabezados por Eduardo Contreras, de quienes muchos se burlaron por cometer el atrevimiento o la ingenuidad de buscar justicia en su propio país.
Durante mucho tiempo, solo había oído la voz de Juan Guzmán a través del hilo telefónico, sin hablar con él directamente, sino por medio de su amigo chileno radicado en España, el catedrático de Derecho Penal, Hernán Hormazábal, pues la Corte Suprema chilena le tenía prohibido cualquier contacto conmigo.
El juez Guzmán inició en solitario, antes de la detención de Pinochet en Londres por mi orden, una larga travesía a lo largo de toda la geografía chilena, buscando pruebas, tomando testimonios, pero sobre todo buscando a los desaparecidos. Con razón fue apodado "Juan Sin Miedo", apelativo que se ganó a raíz de las numerosas presiones y ataques que tuvo que soportar, pese a las cuales siguió haciendo su trabajo con una determinación inquebrantable.
Recuerdo que fue en el año 2003, en la Comisión de la Memoria de la ciudad de La Plata (Argentina), cuando por fin pude conocerlo. Nos acompañaba el fiscal argentino, amigo y hermano entrañable, también fallecido, Hugo Omar Cañón. Nos dimos un abrazo fraterno, que dijo mucho más que cualquier palabra que pudiéramos expresar.
Posteriormente, cuando de su mano me otorgaron en 2006 el doctorado honoris causa por la Facultad de Derecho de la Universidad Central en Santiago de Chile, estrechamos más los lazos que para ese entonces habíamos trenzado en cursos de verano y eventos de Derechos Humanos en Latinoamérica, Estados Unidos, Francia y España.
Para mí fue un honor y una experiencia vital fundamental, estar con él en Villa Grimaldi y otros lugares de memoria con las víctimas de Pinochet, o defender los derechos del pueblo mapuche o las causas nobles de jurisdicción universal. En enero de 2020 fue la última vez que pude escucharle en Santiago, aunque no fue posible vernos, porque su salud estaba ya deteriorada.
El juez Guzmán inició en solitario, antes de la detención de Pinochet en Londres por mi orden, una larga travesía a lo largo de toda la geografía chilena, buscando pruebas, tomando testimonios, pero sobre todo buscando a los desaparecidos. Con razón fue apodado "Juan Sin Miedo", apelativo que se ganó a raíz de las numerosas presiones y ataques que tuvo que soportar, pese a las cuales siguió haciendo su trabajo con una determinación inquebrantable.
Sin pretenderlo, se convirtió en el gran referente ético chileno en esta historia de confrontación de la justicia frente a la impunidad de los crímenes más atroces.
Chile ha perdido a uno de sus hijos más ilustres, un ser humano íntegro, un jurista de prestigio, juez valiente y decidido, cuya humildad no hace más que engrandecerlo. Mi solidaridad fraterna es para su familia en estos momentos de dolor. Juan Guzmán Tapia ha partido, su ejemplo queda con nosotros, y a todos los que formen parte de la justicia, les obliga a seguir su camino.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario