Es difícil, si no imposible, encontrar en otro país una “transición” como la chilena. De la dictadura cívico-militar a la dictadura empresarial sin rodeos ni tambos para un descanso. Democracia, le llaman algunos. ¿Democracia?
Entre 1973 y 1988 hubo un genocidio en Chile. A estas alturas de la Historia ya nadie lo niega o lo pone en duda, ni siquiera lo hacen aquellos que continúan aplaudiendo al dictador y mantienen su dorado sueño de obtener el regreso del totalitarismo…claro que se refieren al totalitarismo de derecha (que ellos bautizan como ‘orden paz y libertad’), no al de izquierda, al que catalogan como ‘comunismo sanguinario’.
La dictadura cívico-militar asesinó a más de 3.500 personas, y de las 34 690 víctimas de prisión política, 28.459 sufrieron torturas y apremios ilegítimos, de ellas 1 244 tenían menos de 18 años (fueron torturados 176 niños menores de 13 años), y 3.621 eran mujeres, de las cuales alrededor de 3 400 fueron abusadas y violadas por sus captores. Además, la brutalidad y fanatismo de los golpistas originó el mayor éxodo de personas en la Historia de Chile; se estima que más de 200.000 personas huyeron del país buscando refugio en naciones democráticas o en aquellas que les aseguraban paz y respeto.
Sobre esa realidad, sin haber juzgado y sancionado debidamente a todos quienes cometieron tales crímenes, se construyó el actual sistema seudo democrático, destinado, principalmente, a mantener y reforzar la estructura macroeconómica que el grupo llamado ‘chicago boys’ impuso en el país mediante el apoyo irrestricto de bayonetas y tanques. Se le bautizó con el mote de “neoliberalismo salvaje”, el plan piloto del capitalismo para intentar extenderlo al resto del orbe. Chile fue el laboratorio donde se realizó la prueba, y hasta hoy el experimento continúa.
Muchas veces algunos políticos y cierta prensa han tratado de desmentir la existencia de un duopolio cogobernando el país desde La Moneda. Esas mismas veces, aquellos negacionistas extremaron esfuerzos para convencer a la ciudadanía respecto de ser dos bloques ideológicamente adversarios, cuestión que luego de un par de décadas quedó demostrado que eran simplemente ‘antagónicos’, mas no ‘adversarios’ ni enemigos. Se les endilgó un mote que les molestaba bastante: patrones y mayordomos, ergo, la ex Alianza por Chile y la ex Concertación.
¿Alguien podrá entregar al menos cinco diferencias ‘de fondo’, sustantivas, entre esos bloques? Mejor aún, ¿cuáles serían las diferencias sustanciales que distingan a conocidos representantes políticos de ambas coaliciones, como por ejemplo Ricardo Lagos, Sebastián Piñera, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Joaquín Lavín, Jorge Burgos, Carlos Ominami, Heraldo Muñoz, Mariana Aylwin, Soledad Alvear, Evelyn Mathei, Juan Pablo Letelier, Guido Girardi, etyc., etc?
En lo económico prácticamente la diferencia es inexistente. En cuanto a la posición de Chile ante países como Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, es casi idéntica: seguir al pie de la letra las instrucciones emanadas desde el gran patrón del norte, EEUU.
Lo anterior tal vez pueda ser entendido y aceptado por una mayoría del llamado ‘pueblo socialista’, pero lo que se refiere a la defensa a ultranza de los derechos humanos, a la búsqueda justicia ‘de verdad’ para castigar legal y severamente a los responsables de masacres, torturas, exilios y golpizas, desgraciadamente pareciera haber también una especie –si no de acuerdo oficial- al menos de aceptación en cuanto a dejar pasar, a un “non far niente”, a una ‘manga ancha’ que castigue lo más suavemente posible, y en la menor cantidad, a los agentes del estado, civiles y militares, que estuvieron comprometidos en tales crímenes.
Usted, amigo lector, de seguro dirá que lo anterior es sólo una audaz opinión subjetiva del autor de esta nota. Permítame contarle una ‘anécdota’ que demuestra lo contrario, o al menos certifica que la vieja Concertación NUNCA tuvo entre sus planes sancionar con severidad a los culpables de violaciones flagrantes a los derechos humanos de los chilenos.
La ‘anécdota’ ocurrió el año 1989 durante el recuento de votos de la elección parlamentaria –la primera que hubo post dictadura- que elegiría a 33 senadores y 120 diputados. Por un error en el conteo, tempranamente colocaba a los candidatos concertacionistas obteniendo casi el 75% de los sillones del Parlamento. En el Centro de Recuento Electoral que la Concertación había instalado en el sector oriente de Santiago comenzó a cundir el pánico.
Si de verdad los partidos PDC, PS, PRSD, PPD obtenían el 75% de los escaños, no tendrían ningún argumento para incumplir las promesas de campaña –esas que el pueblo concertacionista del ‘NO’ de octubre de 1988 impetraba a viva voz, y que las tiendas partidistas anti dictadura habían voceado con efusiva certeza. ¡¡Tendrían que cumplirlas!!, lo que significaba enfrentar de verdad, y ahora sí muy en serio, a los representantes de la dictadura, a la derecha con sus colgajos nacionalistas, incluidas las fuerzas armadas y al propio Augusto Pinochet que aún estaba a cargo del ejército.
El miedo fue cosa viva en ese Centro de Recuento durante largos cuarenta minutos…hasta que finalmente el conteo se ordenó y los datos indicaron que la Concertación obtenía el triunfo pero no con los guarismos de una mayoría aplastante que dejaría sin efecto el derecho a veto en el Congreso a conservadores y pinochetistas Los dirigentes concertacionistas respiraron tranquilos y se abrazaron. La cuestión era ganar, pero jamás con la posibilidad de verse enfrentados a llevar a efecto lo prometido en cuanto a juicios y sanciones a militares, aviáticos, marinos y carabineros involucrados en acciones de terrorismo de estado y crímenes de lesa humanidad.
Recordemos que ascendido a la Presidencia de la República, Patricio Aylwin borró con el codo lo escrito con su mano al afirmar que “procuraría justicia en la medida de lo posible”, echando agua sobre las brasas que comenzaban a consumir las podredumbres sitas en algunos cuarteles, salvando de esa manera el acuerdo alcanzado puertas adentro con los representantes pinochetistas en la reunión “secreta” que el PDC sostuvo con ellos en octubre de 1988, una vez que el pueblo concertacionista fue mandado a paseo a las pocas horas del triunfo del NO en el plebiscito del 5 de octubre de ese mismo año. En esa reunión estuvieron presentes, entre otros, René Cortázar y Juan Pablo Arellano, los juveniles nuevos “cerebros económicos” del régimen que iba reemplazar a los uniformados.
Fueron tipos parecidos a ellos quienes pavimentaron los patios de fusilamiento y llenaron de gasolina el estanque del helicóptero “Puma”, permitiendo una sobrevida política a los responsables civiles de la masacre, defraudando completamente a quienes escucharon sus peroratas demagógicas, esculpiendo la democracia según sus intereses coyunturales y extendiendo sus manos para recibir pecuniariamente la gratitud de sus antiguos adversarios, asociados en la misma empresa, así como alzan ahora los brazos en respuesta a las ovaciones de otros centrinos como ellos, entre quienes se encuentran distinguidos miembros de partidos ex –izquierdistas –ya renovados y convertidos a la fe neoliberal- que demuestran cuán poco les importaron los miles de muertos y millones de decepcionados….total, piensan ellos, pertenecían al pueblo, a ese pueblo sumiso y abúlico que sobrevivió a otras masacres anteriores pero que se manifiesta dispuesto a apoyar con su voto y su esfuerzo a los mismos hombres que actuaron de verdugos morales.
Es por todo, lo dicho que hoy se entiende a la perfección la actitud de ciertos ‘connotados hombres públicos, expinochetistas, fanáticos administradores del neoliberalismo salvaje, como Juan Sutil, presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), quien dejó en pañales y con el traste húmedo a los gerentes del canal de TV CNNChile cuando les espetó con fuerza que les dejaría sin avisaje de la grandes corporaciones si continuaban mostrando al gentío, a las masas ciudadanas, ocupando calles y plazas durante el estallido social. Y CNNChile cambió…obedeció. Un simple ejemplo para graficar una realidad que meses después repetiría el inefable ultra derechista, y pinochetista declarado, Carlos Larraín amenazando con “apretar un botón” para terminar definitivamente con el programa “Pauta Libre” del canal LaRed, ya que le incomodaron las preguntas de la periodista y escritora Alejandra Matus.
La marca indeleble de los gobiernos del duopolio ha sido, sin duda, la precarización del empleo, de los salarios, de la salud, de la educación y de los recursos naturales del país. Nobleza obliga para reconocer que fueron astutos el momento de revertir en su favor y beneficio los efectos del ‘estallido social’ del año 2019, logrando retomar con fuerza el camino que les distingue e interesa, aquel de la corruptela, el amiguismo y la traición a sus propios principios.
Hoy, de nuevo, queda de manifiesto que entre bellos no existe diferencias mayores, y que el pueblo una vez más ha sido enviado a paseo. Mientras la izquierda chilena (esa de verdad, aquella que es en serio, la misma que no transa sus principios obreros e internacionalistas) continúe siendo un símil de Robinson Crusoe, la causa seguirá sin esperanzas.
¿De verdad usted aún tiene esperanzas sin mediar la necesidad de luchar en calles y ciudades, sin huelgas ni paros nacionales, creyendo exclusivamente en lo que a través del sufragio universal puede obtenerse?
Respecto de ese punto, usted (y millones de compatriotas) está luchando contra el establishment que ya tiene ubicadas sus piezas en el tablero del ajedrez político…salvo una que, por cierto, puede dar jaque mate al resto. Vea usted el listado actual (enero de 2021) de precandidatos al sillón de O’Higgins, y busque entre ellos las comentadas cinco diferencias de fondo.
CANDIDATOS A LA MONEDA (ENERO 2021)
Daniel Jadue
Pamela Jiles
Ximena Rincón
Heraldo Muñoz
Paula Narváez
Jorge Tarud
Francisco Vidal
José Antonio Kast
Joaquín Lavín
Evelyn Matthei
Mario Desbordes
Sebastián Sichel
Ignacio Briones
Si me permite opinar, sólo hay dos precandidatos realmente diferentes al resto: José Antonio Kast (nacionalista, neonazi, clasista), y Daniel Jadue (comunista, latinoamericanista). El resto de los precandidatos conforman más de lo mismo que Chile ha tenido desde 1990 a la fecha. La respuesta está en sus manos.
Por Arturo Alejandro Muñoz
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