Una semana agitada vivió el exministro de la Concertación y excandidato presidencial Jorge Arrate, tras responder públicamente a la carta del expresidente Ricardo Lagos. A pesar de querer dar vuelta la página, asegura que su respuesta interpretó a mucha gente y que el exmandatario se encuentra en un limbo político. Acá rememora episodios relevantes de la transición, las causas que lo llevaron a alejarse del Partido Socialista y explica por qué la Convención ha sido ha sido la instancia más representativa en la historia del país.
-¿Qué fue lo que lo motivó a escribir una carta pública al expresidente Lagos? ¿Hay alguna palabra que refleje ese sentimiento inicial?
No lo he pensado así, pero sin duda debe haber alguna. Si usted me pregunta cuál, yo creo que es una gran decepción, porque creo que la posición que adoptó representa una perdida simbólica para el apruebo. No creo que tenga un gran impacto en la votación, pero sí desde el punto de vista simbólico.
-¿Por qué decidió hacerlo?
Yo creo que expresé la voz de mucha gente, más de lo que incluso pensaba. En la esquina me acaba de parar un señor para decirme lo mismo. Hoy día la derecha no encabeza la campaña del rechazo sino los poderes que están detrás: el poder económico, el poder mediático. Todo esto se ha hecho para esconder a los políticos de derecha, salvo algunas caras jóvenes más impolutas como el caso de Macaya. Está todo bien escondido. Han inventado incluso un movimiento social y decidido dar esta batalla a través de interpósitas personas.
-Se refiere a Warnken y los amarillos…
Se inventa a los amarillos y a la figura político cultural de Warnken. También utilizan a una parte de la Democracia Cristiana, que había obstaculizado al segundo gobierno de Michelle Bachelet, usando a figuras públicas de la Concertación, poniendo todos sus medios a disposición. Incluso hay uno digital que lo único que ha hecho es entrevistar a eslabones débiles de la centro izquierda. Aunque el mascarón de proa eran los expresidentes de la República. Por eso me pareció que era necesario poner los puntos sobre las íes. Lo que dije lo reafirmo y no tengo mucho más que agregar.
-Sobre Lagos comentó que se dejó seducir que para ser considerado estadista, era preciso bajar las banderas de la izquierda. ¿Si se bajan esas banderas dónde se ubica entonces?
Hay un limbo político en este momento. Hay gente que no se ha decidido y se encuentra en un limbo político.
-¿Lagos está en un limbo político?
Para darle una buena respuesta tendría que calificar intensiones. Creo que formalmente él está en un limbo político.
-Cuando sugiere que la opinión de Lagos es harto menos importante, da la impresión que hay una crítica al ego del exmandatario.
Lo último que quiero es que esto se convierta en un intercambio entre Lagos y yo. No quiero seguir hablando de Lagos.
-Le preguntaré por Luisa Durán, entonces.
Ja, ja, ja, tampoco. Si lo que hay detrás de la carta es el apruebo y el rechazo.
-No han sido pocos los personeros de la exConcertación que se han manifestado a favor del rechazo. ¿Qué lectura tiene de aquellos que se manifiestan contrarios a superar la Constitución de Pinochet?
En algunos casos me sorprende y en otros no. Me importan más en verdad los que me sorprenden, porque ahí hay una torción en el aire que cambia la dirección de lo que han sido muchas vidas políticas. Las vidas no son líneas rectas, son un zigzag dentro de una franja. Hay algunos que tienen una franja más ancha que otros, pero esa torción esta fuera de la franja.
-¿Cree que fue un error de la Convención no haber invitado a los presidentes?
Creo que no había ninguna razón para hacerlo. Tampoco fueron invitados por el gobierno de Piñera a la ceremonia inaugural. Aunque, desde el punto de vista táctico, nos habríamos evitado el mal rato de darle una banderita a la derecha en su interminable batalla por desprestigiar la Convención.
-Así como la imagen de Aylwin se ha valorado a través del tiempo, da la impresión que la de Lagos se ha ido desinflando un poco. ¿Comparte esa crítica?
Yo creo que la imagen del expresidente Aylwin efectivamente ha ido adquiriendo una mayor estatura, porque la gente se ha empezado a dar cuenta que el gobierno que encabezó era muy difícil. Estaba el dictador como comandante en jefe del Ejército. Era un gobierno con pocos recursos y Aylwin logró hacer algo muy importante en esos 4 años. Sobre Ricardo Lagos le dije que no voy a opinar más.
-¿Ha recibido muchos ataques a propósito de su carta?
Probablemente en redes, pero yo no leo los comentarios a mis posteos. Porque si me dedicara a leerlos no me quedaría tiempo para postear. Estoy muy activo en redes y en la actividad política, así que no tengo tiempo para estar mirando las críticas. Lamentablemente no me entero.
-¿Cree que el plebiscito es como esas fiestas de disfraces en que llega un momento de la noche en que todos se sacan las máscaras y se muestran tal cual son?
Creo que en distintos grados hacemos eso en la vida diaria, en la vida afectiva, en la vida política y en la vida del trabajo. Los seres humanos nos presentamos de una determinada manera y en la política eso es más vistoso, porque la política es un hecho público y ahí se nota más. Hemos llegado a un momento histórico, como lo fue el plebiscito de 1988, donde salen a relucir determinadas posiciones, posturas, pensamientos, reflexiones e ideas, que generalmente están más cubiertas por los disfraces.
-¿Estamos en un periodo más o menos radical o polarizante?
Todos los plebiscitos son polarizantes. La mayoría, además, tienen opciones binarias. Hay gente que dice que está muy polarizado el país, pero bueno, si hay dos opciones. El sí y el no eran muy polarizantes también.
-¿En sus años de militante de la Concertación era de los autoflagelantes o los autocomplacientes?
La verdad es que por alguna razón que no recuerdo, no firmé el documento de los autocomplacientes, pero tampoco el de los autoflagelantes. Aunque me siento adherido a estos últimos con mayor fuerza que los demás. Siempre me consideré a la izquierda de los dos gabinetes en que estuve, el de Aylwin y el de Frei. Para mí hubo un punto de inflexión que fue definitivo: la prisión de Pinochet en Londres. Yo alcancé a estar varios meses como ministro Secretario General de Gobierno cuando fue detenido y mi postura siempre fue invariable. Me opuse a toda acción política de parte del gobierno en pro de la libertad de Pinochet. Pasé días muy amargos porque a las 48 horas presenté mi renuncia y el presidente me pidió que no la hiciera efectiva porque dañaba al gobierno.
-Mirado con la lupa de los años, ¿qué piensa de la defensa del gobierno de Frei a la figura de Pinochet?
La última parte de mi segundo volumen de memorias está dedicado a esto en todo detalle, pero no basta con que uno escriba sus propios recuerdos. Para mí fue muy importante que una persona que hoy día está por el rechazo, desgraciadamente, y que se llama Belisario Velasco, dijera en sus memorias que al otro día de la detención nos reunimos en la casa de Raúl Troncoso, el ministro del Interior, y todos estuvieron de acuerdo en traer de vuelta a Pinochet a Chile, salvo Jorge Arrate. Así que en eso tuve una postura clarísima y me debí enfrentar internamente en el gobierno con otros socialistas como José Miguel Insulza que sostenía que era bueno traer a Pinochet de vuelta, porque su ausencia afectaba mucho la relación cívico-militar. Yo discrepaba de esa posición, pero al final fue la que se puso en práctica, sosteniendo que Pinochet iba a ser juzgado en Chile.
-¿Usted cree que la postura de algunos exconcertacionistas de apoyar el rechazo tiene que ver con una defensa del modelo?
Tiene que ver con una confianza en un modelo que ellos terminaron aplicando con optimismo.
-Demasiado optimismo…
Demasiado, porque la Concertación estuvo lejos de sus metas. Yo me sentaba todas las semanas en los consejos de gabinetes con un grupo de ministros que en realidad hoy día están por el rechazo. Eso quiere decir algo, cómo veían la situación en aquel momento. Yo creo que hubo dejación, falta de deseo, falta de interés, optimismo sobre el modelo neoliberal.
-¿Aburguesamiento?
Acomodo, no de la Democracia Cristiana que tenía un nivel socioeconómico relativamente alto, pero sí en los grupos socialistas de clase media y popular, eso no cabe ninguna duda. En un momento había que pactar con la derecha, no hubo fuerza para derrocar a Pinochet. Lo único que se pudo hacer entonces fue desplazarlo, hacerlo a un lado, pero quedó ahí vivo. Y eso significó que Aylwin tuvo que negociar las 54 reformas con la derecha y después negociar cada reforma y proyecto de ley… siempre hubo una necesidad de la Concertación de negociar, porque había senadores designados, sistema binominal y no teníamos mayoría. Esa necesidad se fue convirtiendo en virtud y esa virtud nos persigue hasta hoy día, cuando se dice con voz estentórea que los chilenos debemos unirnos y la Constitución tiene que ser la casa de todos. Y pucha que es difícil unirse cuando existe la desigualdad que hay en Chile.
-¿Comparte la mirada que se instaló post estallido que puso en tela de juicio la transición chilena?
No cabe ninguna duda que hubo un reclamo directo, un reproche a lo que habían sido los gobiernos de la Concertación, a todos los partidos de la Concertación y la Nueva Mayoría.
-¿Ha existido un mea culpa de los políticos que gobernaron en ese periodo?
Solo excepciones, entre las cuales quisiera contabilizarme, porque tengo una trayectoria. Pero, en general, creo que ha habido una autocrítica insuficiente. Quizá también ayudada por una crítica demasiado gruesa, las consignas siempre son gruesas, porque “no son 30 pesos son 30 años”, encierra una crítica demasiado global respecto a todo lo que sucedió en el periodo de la Concertación que yo no comparto. Yo creo que hubo cosas interesantes y positivas. El plan auge en el gobierno del presidente Ricardo Lagos. Me parece que fue un avance extraordinariamente positivo, igual que la gratuidad en el gobierno de Michelle Bachelet.
¿Y de lo negativo?
La falta de punch y de fuerza para llevar adelante los cambios que se proponían originalmente. Aquí todo se fue privatizando, lo único que se estatizó fueron los partidos, que pasaron a ser entes estatales, hiperregulados por el Estado. Todo lo demás se privatizó. También hubo mucho tránsito de la política concertacionista a los directorios de grandes empresas. Esa es la puerta giratoria que más importa en Chile, no la de los rateros. Algunos fueron directores de Provida, como es el caso de la senadora Ximena Rincón. Yo no he hecho la lista, no me da el tiempo ni las ganas, pero sería interesante saber qué ministros en los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría han estado en los directorios de las empresas o formaron empresas de lobby poniendo en valor sus influencias y redes, formando.
“Se ha tejido toda una historia sobre convencionales”
-¿Por qué decidió irse del PS?
Quedé muy golpeado por el tema de la prisión de Pinochet. El Partido Socialista mantuvo cierta ambigüedad. Por una parte los socialistas, de la base del partido, no tenían ninguna simpatía con Pinochet. Y, por otra parte, las direcciones y los dirigentes tenían en consideración la estabilidad del gobierno respecto al tema de las Fuerzas Armadas. Había mucho temor.
-Eso que en los noventa llamaban “realpolitik”…
Claro, había mucho temor a la reacción de las Fuerzas Armadas, que a mí me parecía un temor exagerado en ese momento, el año 97. Pero no sentí lo mismo el ’90, cuando asumió Aylwin, donde todos pisábamos sobre huevos. Hay que estar en esos bototos para poder reaccionar. Entonces yo pienso que hubo un momento, un espacio, un periodo en que la Concertación fue domesticándose, acomodándose y, entre ellos, también lo hizo el socialismo chileno.
-¿Cuándo el socialismo dejó de ser socialista?
Si usted mira todos los partidos socialistas del mundo en la actualidad, se han ajustado más o menos al sistema imperante, incluso las izquierdas triunfantes en América Latina son cuidadosas. Los gobiernos de Petro o de Boric, cuyas metas y objetivos de corto y mediano plazo, son más bajos de lo que fue la primera ola de izquierdas latinoamericanas. Entonces, todos se ajustan. Pero una cosa es ajustarse y otra es entregarse. Yo creo que en política uno tiene que ajustarse a las condiciones de la vida política.
-Se lo pregunto porque a la anterior directiva del PS se la acusó de elitista y que votaba igual que la derecha en el Congreso…
A mí lo que más me fue separando del partido fue estas ambigüedades en grandes temas. Pinochet no era un tema político, tampoco era un tema de principios, era un tema simbólico. Yo viví 14 años en el exilio y hablé todos los días contra Pinochet y ahora tenía que salir diciendo que tenían que devolverlo a Chile. Me daba vergüenza. Eso me fue separando mucho, pero también me fui distanciando por las prácticas al interior del partido.
-¿A qué practicas se refiere?
Cuando asumí la presidencia del partido habían corrientes. En una conferencia planteé una regulación de las corrientes internas como corrientes de pensamientos, centros de estudios, revistas. Pero luego empezaron a aparecer los lotes. Una palabra muy inusual, que se ha transmitido a generaciones más jóvenes y que empezaron a generar clientela. Entonces se empezó a ingresar al Partido Socialista por un lote. El lote reclutaba para el lote…
-Un clientelismo peligroso que derivó en lo que sucedió en la comuna de San Ramón…
Sí, no digo nada mejor… estamos hablando de lo mismo, del alcalde de San Ramón y su grupo. Y bueno, hay críticas en el Partido Socialista de que hay muchos sobrevivientes hoy día. Pero no lo sé. No me quiero meter.
-Aparte de usted, hubo varios exmilitantes como Martner, Durán y Atria que también se fueron del partido. ¿Cree que hay circunstancias comunes a su salida?
No, porque yo hice esto hace 13 años y los otros son más recientes, de modo que tienen una experiencia distinta que la mía, porque ellos perseveraron más que yo en tratar de rehabilitar al Partido Socialista desde el interior. Aquí no se trata de rehabilitar a los que ya están discapacitados de por vida, aquí se trata de reconstruir fuerza de izquierda que asuma elementos del patrimonio teórico y político del socialismo chileno.
-Eso es precisamente lo que han tratado de hacer con Plataforma Socialista, el lugar donde participa actualmente.
Estos tres años de Plataforma Socialista han sido uno de los momentos más gratos de militancia que he tenido en mi vida. Hay una gran fraternidad, a veces existen peleas como en todas partes, con un número creciente de hombres y mujeres, que forman un cuadro de cerca de 200 personas de muy alto nivel.
-¿Piensan transformarse en partido político en algún momento?
No lo hemos resuelto, pero mi percepción es que no es lo más importante. A mí no me atrae salir a buscar firmas para estatizarme, para someterme al señor Tagle.
-Pero sí forman parte del pacto de Apruebo Dignidad.
Estamos en Apruebo Dignidad. Yo soy representante de Plataforma junto a Roxana Carrasco en la mesa de Apruebo Dignidad.
-¿Por qué no así en el Frente Amplio?
Porque no tenemos la cercanía todavía para participar allí. Creo que nosotros representamos una cosa diferente. Si bien hay muchos sectores del Frente Amplio que se reconocen en Allende, hay más que eso. Somos el único componente no autónomo dentro de Apruebo Dignidad. Nos pasa que a veces nos dejan fuera de algunas reuniones por estar en esta condición, pero es un costo que se paga por tener esa pequeña autonomía.
-¿Usted cree que Boric es allendista?
Yo creo que sí, que lo siente muy de corazón. A mí me gustó mucho ese saludo a la estatua cuando entró a La Moneda. Él siempre se ha interesado por la tradición política y el patrimonio teórico del socialismo chileno.
-Por eso decidió hacer campaña por Boric en primera vuelta.
Por supuesto, fui uno de los voceros. Pero en la primaria voté por Daniel Jadue. Nos hicimos muy amigos en mi campaña presidencial del 2009, él colaboro mucho, le tengo mucho cariño y creo que él también a mí. Para mí la decisión era bien compleja y no hice campaña por ninguno de los dos. El día domingo fui a votar y a las 12 del día puse un whatsapp informándole a todos mis compañeros que acababa de votar por Daniel Jadue.
-Hace poco dijo que aplaudía de pie el trabajo de la Convención. ¿Por qué valora tanto la instancia?
La Convención Constitucional ha sido la instancia más representativa de la historia chilena. Si usted mira la cámara de diputados, el Senado, los gabinetes de todos los gobiernos, los tribunales; la Convención Constitucional es donde están los chilenos tal cual somos, en sus distintas categorías, con sus distintos modos de pensar. Eso es valiosísimo. Pero, además, creo que la derecha ha ejercido en sus críticas dos cuestiones que a mí me parecen muy despreciables. Uno es el racismo en relación con los pueblos originarios y el otro es el clasismo, porque en la derecha hay un menosprecio por aquellos que no pertenecen a ese mismo segmento social. Se les mira para abajo, se les considera incapaces de hacer una tarea como la Convención Constitucional y caramba que saben más de la vida que muchos que tienen hasta doctorados.
-Considera que la Convención ha sido injustamente criticada.
Creo que se ha puesto un énfasis exagerado, se ha tejido toda una historia sobre convencionales que han tenido una conducta torcida, como Rojas Vade o el que votó desde la ducha. Pero Jacqueline Van Rysselberghe votó en su cama tomando vino. Entonces han hecho de eso una cosa tremenda y en la cámara de diputados han sido condenados hasta por corrupción. Hay senadores que han tenido que reconocer en un procedimiento abreviado su acto ilegal. Hay otros parlamentarios que han sido sorprendidos ebrios practicando un acto sexual arriba de un vehículo, cosa que no es un pecado demasiado grave, entonces por qué tanta crítica a la Convención.
-¿Cree que hay un ensañamiento?
Esto es una campaña armada. Toda esta idea canallesca de que la gente está por el rechazo por culpa de los convencionales; es puro racismo y clasismo. Eso es desprecio, es una cuestión inadmisible. Mientras más conozco a distintos convencionales, más me impresiona su capacidad. Aquí ha habido una campaña intencionada. A ellos no les gusta que los pueblos originarios vayan con sus trajes, no les gusta que saluden en su lengua. No les gusta la gente que estudió en universidades de regiones. No les gusta el tono provinciano de algunos. Un tono cantadito.
-¿Cómo ve estos meses que se vienen?
Creo que va a ganar el apruebo. Está surgiendo y floreciendo una vez más la fuerza de la gente que se convoca a sí misma, para salir a banderear, hacer propaganda, panfletear. Yo creo que va a triunfar con comodidad el apruebo. Esa es mi percepción y me doy cuenta que hay gente que le cuesta porque tiene temor a equivocarse. Yo no tengo temor a equivocarme. Va a ganar el apruebo.
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