¿Por qué la derecha basa su oposición a la Nueva Constitución en mentiras y falsificaciones descaradas e infundadas del texto propuesto?
Porque la mentira, que es parte de su historia, siempre le da resultados. No saben de otra cosa incluso en sus vidas privadas e íntimas: miente en el confesionario y en la cama.
Desde el primer artículo de todas las constituciones que ha habido, se trata de mentiras que adquirieron una cierta facultad de cosa indesmentible con el paso del tiempo y del uso reiterado.
Diga muchas veces algo que no es para que, mágicamente, pase a ser. Eso de miente que algo queda, frase, más bien idea, atribuida al nazi Goebbels aunque tiene varios padres anteriores: desde Carlomagno, pasando por Francis Bacon y llegando a Voltaire y Rosseau, ha sido sostén y atributo de los poderosos desde siempre.
La mentira ha sido su herramienta y arma desde que aparecieron los primeros tercios de España, cruz y espada, por sobre las cresterías naturales que coronaban lo que iba a ser Santiago.
Paradigma y fe.
¿El Libro Blanco que justificó la matanza del ejército jamás vencido a partir de un martes nublado? Falso desde la primera letra.
El genocidio al pueblo mapuche se ha ocultado desde hace más de siglo y medio como una falsa pacificación. Todas las matanzas sobre la que se ha construido la historia nacional han sido puntualmente explicadas, es decir mentidas, por los poderosos de todos los tiempos.
La cultura de la oligarquía es una sucesión de falsedades cuya única cosa real es el dinero que ganan más allá de los conceptos e imposiciones falsas de sus preces y cilicios.
Los montajes incluso internacionales que intentaron ocultar sus crímenes, la desaparición forzada de personas, la persecución, tortura y prisión política sistemática durante la dictadura fueron puntual, insistente e infructuosamente explicadas por las falsedades desplegadas por un periodismo mentiroso, fanático e inmoral de la derecha que contribuyó a ocultar crímenes de lesa humanidad.
Ese periodismo aún está ahí.
La derecha ha hecho de la mentira su refugio y paradigma, heredara legítima del nazismo que diezmó Europa y venida directamente de la inquisición medieval que torturó y mató de las formas más increíbles basadas en su mentiras escritas en letras góticas.
De manera que no queda sino allanarse a una verdad de factura histórica: la derecha es intrínsecamente una cultura basada en mentiras con asiento celestial y con necesidades explicadas por una avaricia que linda con lo patológico.
Lo que se ha visto en términos de falsedades que intentan trastocar lo que dicen los textos propuestos para aprobar o rechazar la nueva constitución, no será todo.
La derecha sabe dos cosas cardinales: que mentir es impune y que, a cierta gente, le gusta que le mientan.
Y basados en esas convicciones alimentadas por siglos, se lanzan hoy a mentir con el desparpajo de siempre para inducir el miedo ante el peligro real de que sus eternos privilegios sufran un traspié.
Les vale los mismo si en plena transmisiones televisadas los interlocutores que intentan rebatir esas mentiras se esfuercen por poner las cosas en claro: les resulta suficiente haber dicho algo que falsee al verdad para que en la gente silvestre cunda la duda.
La desvergüenza hace el resto.
La derecha sabe que la gente común no va a leer el texto y sus articulados y que su opinión se la va a hacer escuchando a aquellos que en opinión del chungo más elemental son los que dan trabajo, que se levantan temprano, que posan de esforzados emprendedores, a quienes solo su trabajo los ha hecho ricos, que pagan sus impuestos, y a quien nada ni nadie les ha ayudado.
El discurso tramposo y falso que encubre la explotación, el negociado, la corrupción.
Nuevamente queda en relieve la necesidad de que las fuerzas políticas y sociales que entienden a cabalidad la trascendencia histórica del cuatro de septiembre se ordenen a una y desplieguen un trabajo mancomunado porque lo que se juega es mucho como para que sea vencido por la mentira más abyecta y criminal.
Por Ricardo Candia Cares
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