Una de las principales denuncias realizadas en distintos escritos por Francisco Bilbao fue al mal político de la corrupción. En nuestra historia hay antecedentes contundentes que muestran una profunda corrupción política motivada por el enriquecimiento ilícito y las prácticas fraudulentas que permiten el ejercicio de la mala praxis.
La falta de virtud o la escasa calidad moral ha estado presente en toda la historia de occidente, un testigo de aquello fue el viejo Sócrates que no perdía la esperanza de redención en los jóvenes. Varios de nuestros maestros latinoamericanos, en cierto modo, han replicado la búsqueda de un resto moral que además de oponerse a la corrupción política abogan por un orden moral más justo.
Bilbao siendo lúcido en sus críticas a la corrupción alentaba a procesos de transformación que tuvieran un fundamento de mayor calidad moral, esto es lo que llamaba el tiempo de las definiciones, el cual consistía en que aquellos sujetos excluídos socialmente eran los llamados a protagonizar ese nuevo orden político hacia la igualdad.
Cada golpe a los corruptos nos sitúa en ese lugar de posibilidad para el establecimiento de una nueva sociedad alternativa a la corrupción de los privilegiados que buscan siempre mantener un orden de dominio que suspenda la liberación. En este sentido, es una buena noticia la negación al proyecto Dominga que no sólo es coherente con la protección del medio ambiente sino que además le niega garantías a un grupo de empresarios corruptos acostumbrados a influenciar a la casta política. Recordemos que este proyecto Dominga está encabezado por empresarios ligados al nefasto grupo PENTA condenado por negocios ilícitos, compensados sin ir a la cárcel enviándolos a ineficientes «clases de ética».
En «La Revolución de la honradez» la condena de Bilbao es al robo que realizan los corruptos. La voz de este filósofo chileno se eleva como un reclamo que va en contra a la política del saqueo, hoy representada por la lógica neoliberal avalada por la ilegítima Constitución de la Dictadura, esa que varios de los políticos parlamentarios defienden y que serán parte interesada en el nuevo «proceso constituyente». Es grave la situación moral de la política parlamentaria, de ahí que la demanda en favor de la revolución de la honradez, sea una posibilidad para un orden político más genuino.
La presión que vimos en estos días realizada por distintos movimientos sociales, sin duda es la fuerza política que le exigió al Gobierno negar la instalación de un mega proyecto que atentaba contra la biodiversidad y encabezado por un grupo económico acostumbrado a la ganancias ilícitas usando el poder de influencia desde la corrupción. El poder popular crítico debe celebrar este triunfo que muestra que la inteligencia y calidad moral son argumentos en favor de una praxis en las que sujetos sociales asumen una función protagónica y eficiente para frenar el dominio de inescrupulosos y corruptos. Hay un resto moral que puede realizar la liberación de un pueblo que ve la vida apartada del dañino neoliberalismo.
Por Alex Ibarra Peña.
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