por Silvia Peña Pinilla 20 marzo, 2023
Cristián Leighton (58), cineasta y documentalista (Colonia Dignidad: una secta alemana en Chile, Los Patiperros), está entusiasmado con la buena recepción de Adoptados, la historia que nos falta, una serie documental dirigida por él y creada junto a Daniela Bunster, que se estrenó el pasado 12 de marzo en horario prime por TVN. A través de 6 capítulos cuenta historias de hombres y mujeres nacidos en Chile, pero separados de sus madres al poco tiempo de nacer, mediante engaños y, luego, entregados en adopción a parejas extranjeras.
“La búsqueda de la verdad siempre es un motor para contar historias donde no sabes el final. Esta serie nos lleva al vértigo de la búsqueda de una verdad sensible que ha afectado a miles de seres humanos que nacieron en Chile y se criaron forzadamente en el extranjero”, señala el director.
La serie fue filmada en Suecia, Países Bajos, Italia, Francia, Alemania y en el sur de Chile. Fue en las regiones de La Araucanía y Los Ríos donde, principalmente, se concentró la investigación.
Si bien el primer capítulo se inicia con voces de niños relatando vagos recuerdos de su infancia, juegos y familia, luego se concentra en la historia de Alejandro Quezada, adoptado por una familia holandesa. Rápidamente la trama se traslada a Chile, a la madre que lo perdió, siendo prácticamente una niña de 14 años en el sur de nuestro país.
Tanto a ella como a muchas otras les quitaron los hijos mediante engaños: diciéndoles que habían muerto, haciéndoles firmar documentos que no entendían o declarándolas incompetentes. Todas eran pobres, de localidades rurales apartadas y no contaban con apoyo familiar.
Las y los protagonistas de la serie son originarios del sur de Chile. “Porque la mayoría de las personas adoptadas proviene de Valdivia, La Unión o Temuco. Es lo que dicen los números. Por eso nos centramos ahí y porque tomamos el campo de estudio que ya venía trabajando la investigadora de la Universidad Austral, Karen Alfaro”, explica Leighton.
La figura de estas mujeres que sufrieron por muchos años en silencio es un eje en la historia.
“Aunque la serie se llama Adoptados, la historia que nos falta, pensamos en partir con estas madres adolescentes o jóvenes, provenientes del campo, muchas de ellas analfabetas, con poco acceso a medios, a las que además su familia no las cuidó. Había que darles voz a estas personas. Y, sobre todo, viéndolo desde el presente, desde la mirada feminista, que es muy importante para lograr avances, pero que a veces se olvida del mundo rural y se enfoca más en los problemas de los centros urbanos. Además, cuando se aborda el mundo rural, suele hacerse desde lo costumbrista, lo folclórico, incluso en lo documental. Y últimamente se resalta el emprendimiento y no se abordan ciertas temáticas sociales profundas. Es decir, hay cierta evasión de la mirada mediática a lo social, a problemas que son constitutivos de la condición de las personas en el mundo rural. Y en el caso de la mujer, es aún más evidente, porque allí se vive con más fuerza el patriarcado y sus símbolos”, continúa.
Y aunque a lo largo de la serie y en la realidad –hay agrupaciones y páginas destinadas a encontrar familiares, donde hay tíos, hermanos, abuelos en búsqueda permanente de niños (ahora adultos)– existen muchas madres que buscan a sus hijos, son más estos quienes se movilizan, porque tienen más recursos y porque legalmente los niños tienen derecho a buscar su origen, no así las madres.
“Cuando los niños buscan a través del Sename, por ejemplo, el único contacto posible de hacer es con la madre biológica. Y ahí un punto que podría ser muy importante hacia el futuro y es que los niños pudieran tener acceso a otros familiares en caso de que la madre no esté o no quiera el reencuentro. Eso legalmente no está definido. Quizá la nueva ley de adopción lo resuelva”, agrega Cristián Leighton.
-¿Cuál fue precisamente la conexión de estas adopciones con la dictadura?
-No voy a spoilear sobre eso. El público podrá sacar conclusiones al final de la serie. Hay números que no mienten: las adopciones internacionales explotaron durante la dictadura en términos de masividad, se habla de 20 mil niños y niñas. Y cuando uno revisa los archivos, casi todos pertenecen a las generaciones que nacieron entre 1978 y 1989.
Los eslabones de la cadena
En los próximos capítulos se profundiza en la masividad de las adopciones, así como en las redes que operaron. “Hay nombres que se empiezan a repetir y que son comunes en los papeles donde se aprecia el tipo de irregularidad usada para sacar a los niños del país: forzando la ley y a las personas involucradas, principalmente a las madres”, agrega el creador.
Aparecen asistentes sociales, encargadas y encargados de hogares de acogida o guarderías y la religiosa Gertrudis Kuijpers, señalada como la pieza clave de la red de adopciones ilegítimas.
“Ella murió hace poco (20 de enero pasado) y hay muchos interesados en acceder al material que pudiera haber tenido. Siempre negó todo, aunque hizo puente entre la familia holandesa que adoptó a Alejandro Quezada (el primer testimonio en la serie) y su madre biológica. Ayudó en el viaje de reencuentro en Chile, contactándolos 25 años después. Lo que no contó es que la mamá siempre pensó que su hijo estaba muerto. Alejandro lo supo solo cuando pudo entender el idioma”, cuenta el cineasta.
Y agrega que también se profundiza en la complejidad del tema de fondo: “Esta es una serie que trata sobre la infancia vulnerada. Sobre lo que significa la adopción de niños del tercer mundo en países del primer mundo. Apuntamos a hacer una reflexión sobre el cuidado de la niñez, porque es un tema presente… O sea, tenemos un proyecto que modifica la Ley de Adopción, que lleva 10 años en el Congreso y que no se aprueba…”.
-¿Qué problemas detectaron en los adoptados?
-Hay situaciones que abordamos en los capítulos más adelante. Personas que no se han podido adaptar y que han tenido problemas serios. Hay algo que les hace ruido y no tiene que ver solamente con la verdad, sino que con la identidad y con su historia de infancia. Es decir, ahí hay una inquietud de quienes buscan por saber realmente cuál es su historia de vida, de dónde vienen. Hay gente que eso lo sufre muchísimo.
-¿Aunque hayan partido siendo recién nacidos?
-Sí, aunque tengan pasaporte europeo, aunque tengan los beneficios del primer mundo, igual… hay algo muy complejo. Porque es una forma de migración forzada. A ningún niño le preguntaron si quería vivir en un lugar distinto de donde nació.
-¿Qué fue lo que más lo conmovió durante la realización?
-Que hay poca atención sobre la niñez. Ese descuido significa que después tengamos adultos con muchos problemas. Porque todos los niños llegan a adultos. En las historias de la serie hay personas que sufrieron mucho y quedaron marcados por ser niños desprotegidos. La base de cualquier cambio tiene que ver con que la niñez sea una prioridad en todo sentido y no solamente una bonita declaración. Hay que hacer la pega: criar, cuidar. Hay que tener especial cuidado con la infancia en un mundo que –con mucho respeto– se preocupa más de las mascotas que de los niños.
-¿Qué significa hablar de este tema en el contexto de los 50 años del golpe de Estado?
-Es una excelente coincidencia. Nunca pensamos, cuando partimos en 2019, salir en 2023. Aporta una arista que quizás no es tan conocida de ese periodo de la historia. Es importante visibilizar y dejar testimonio de esto que pasó. Como equipo sentimos que estamos entregando algo que puede aportar a la construcción de la memoria colectiva y poner especial atención no solamente en el pasado, sino que tener un aprendizaje para el presente y futuro.
Cristián Leighton señala que quiere hacer la segunda parte, “porque quedaron algunas cosas inconclusas que siguen ocurriendo. Hay resoluciones que están tomando algunos Estados, por ejemplo, el caso francés, que ha puesto énfasis a una Comisión Interministerial que encargó el presidente Macron para analizar el caso de los adoptados en Francia”.
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