La discreta sustitución de algunos miembros del gabinete ministerial no logró disimular el nuevo fiasco de la clase política chilena. Esto es que la Cámara de Diputados se negara a legislar sobre el proyecto de reforma tributaria propuesto por el Gobierno, una iniciativa estimada fundamental a fin de que el Estado pueda reunir los recursos necesarios para sostener todo el itinerario de reformas sociales comprometido por las nuevas autoridades.
No es que los diputados estén solo en desacuerdo con algunas propuestas de esta Reforma. La negativa fue tajante a tramitar toda una reforma tan indispensable en la senda de acortar las profundas brechas de la desigualdad social de nuestro país. Difícilmente el Senado de la República podrá contar, ahora, con los quorum necesarios para revertir la decisión de la Cámara Baja, por lo que es muy probable que La Moneda tenga que esperar un año más para insistir en este u otro proyecto redistributivo.
Era y es razonable suponer que los votos de la derecha nunca van a favorecer la elevación de los tributos a los más ricos, como los de las grandes empresas. Los legisladores del sector representan justamente a estos como asimismo a los ciudadanos menos conscientes e informados del país. Su prensa, por lo mismo, ejerció una gran campaña del terror respecto de las consecuencias que tendría reducir siquiera un mínimo las enormes utilidades e ingresos de un puñado de chilenos enfrente de una población llena de carencias severas en materia de salud, previsión, educación, vivienda y otros aspectos. Cuando por todos es reconocida, además, la precariedad de las pensiones y salarios.
Se sabe que el oficialismo atenuó mucho su propuesta tributaria inicial, en la esperanza de que la oposición se resolviera a tramitar esta reforma. Si se partió con la expectativa de recaudar 5 a 8 puntos del PIB con la nueva carga tributaria ya el Gobierno se había conformado con captar solo el 2.5, a fin de encantar con ello a la oposición. Sin embargo, Gabriel Boric pecó de ingenuo al suponer que con el “liderazgo”, del que tanto se ufana podría conmover los corazones más endurecidos y comprometer el apoyo siquiera de todos los sectores políticos del oficialismo. Ya se sabe que dos o tres votos de diputados gobiernistas no se hicieron presentes al momento de votar, entre ellos el de una diputada verde ecologista que quiso pasarle la cuenta al Gobierno por un altercado que tuvo con el ministro de Educación y que le provocara una descompensación en su salud. Se abstuvo, así, en señal de repudio con un ministro de su propio gobierno. En una increíble manera de evadir el mandato popular del cual tanto se precia.
Grave fiasco político del gobierno de izquierda que debió pasarle más bien la cuenta a los ministros del círculo político más directo del Mandatario, al demostrarse incapaces de convocar y asegurar la votación al menos de los legisladores del oficialismo. Un descuido propio de la arrogancia e inexperiencia de los noveles gobernantes que hará muy difícil obtener ahora los recursos necesarios para el cumplimiento de su programa social, además de abrir una enorme duda respecto del futuro de Reforma Previsional, la sustitución del sistema privado de salud y el salvataje de los miles de hogares que quedaron sin techo y trabajo a causa de los voraces incendios que han asolado al país y de los que ya se asegura su intencionalidad.
Constituye una invención afirmar que somos un país pobre si comprobamos los balances multimillonarios de la Banca, del propio sistema privado de salud (isapres), de la gran minería del cobre y otras actividades productivas. O si tan solo consideramos las utilidades reportadas por la industria del litio que ya le permitieron al sector superar en aportes tributarios a la poderosa Codelco. Parece obvio que recursos existen, solo que siguen pésimamente distribuidos y que, para colmo, la crisis económica y la inflación son todavía más ostensibles y perjudican sobre todo a los pobres y la clase media.
De allí que resulte hasta jocoso que el ministro de Hacienda y los más obsecuentes comentaristas del oficialismo se hayan jactado tanto por la disminución de un 0,01 por ciento de la inflación en el último mes, sin considerar que los precios de los productos de mayor necesidad y consumo vienen subiendo por más de 18 meses consecutivos. Este marzo es el mes más crítico de los últimos años y, nada evitará que el principal costo de negarse a legislar en favor de una política de mejor distribución del ingreso recaerá sobre el propio Gobierno y no en el Poder Legislativo. No hay que olvidarse que todavía estamos bajo un régimen presidencialista y que los errores siempre se le imputan, en primer lugar, al Mandatario. De allí la desaprobación que marcan las encuestas, a pesar de que ahora por todos se asume que la conducta general de la mayoría de los políticos es francamente bochornosa.
Si en aras de una democracia que no funciona en favor del pueblo, La Moneda mantiene demasiada consideración con los partidos y legisladores indolentes o corruptos, difícilmente será viable que su administración resulte airosa y no devenga en nuevos y serios trastornos de la convivencia nacional. Es claro que el malestar vuelve a crecer en los trabajadores, estudiantes, gremios y consumidores en general. Solo que en esta oportunidad no se visualizan salidas políticas, partidos y dirigentes que conciten confianza y esperanza mayor. Cuando reina en la población el descontento y el pleno desarrollo de la criminalidad en que las policías a diario demuestran su incapacidad de garantizar el orden público. Por lo que la militarización de ciudades y pueblos resulta un peligroso derrotero que a la postre pueda acrecentar nuestra inseguridad. Y llevar a las autoridades progresistas o de izquierda a discurrir los mismos medios de la derecha y de su herencia autoritaria.
Lo que para los sectores retardatarios resulta esperanzador que los más cercanos colaboradores de Gabriel Boric provengan de la antigua Concertación y del llamado socialismo “reciclado”, para muchos es el inicio de una nueva época de regresión política y desahucio de aquel nuevo proyecto histórico tan voceado en las calles y el Estallido Social.
Por Juan Pablo Cárdenas S.
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