A menos de un año de su segundo período el Presidente Emmanuel Macron ha tenido que enfrentar la más grande rebelión social en la V República. El proyecto de Reforma de Pensiones, en su Artículo 7, sube la edad mínima para jubilar de 62 a 64 años de edad, y es percibido por el 70% de los ciudadanos como una condena a muerte, sin siquiera tener la oportunidad de gozar de una justa jubilación.
Macron justifica este proyecto aduciendo el peligro de ruina económica del Sistema de Seguridad Social de ese país. El viejo argumento de envejecimiento de la pirámide poblacional, según la “macronía”, terminará por destruir la solidaridad que supone el financiamiento de las pensiones, en el sentido de que “los que trabajan mantienen a los que no trabajan”.
El Presidente Macron y su Primera Ministra, Elizabeth Borne, conscientes del eventual peligro del rechazo al proyecto de pensiones por parte de la Asamblea Nacional, recurrieron al Artículo 49 .8 de la Constitución de la V República, por el cual se evita la votación del Proyecto de esta Institución Legislativa, (la Primera Ministra puso su cargo a disposición de la Asamblea Nacional, a fin de evitar la votación del Proyecto, y la moción de censura fue rechazada por escasos diez votos gracias al voto de algunos diputados del Partido Republicano, perteneciente a la antigua derecha gaullista).
El Proyecto fue derivado por el gobierno al Consejo Constitucional que, en el caso francés, está compuesto por nueve miembros, en su mayoría por antiguos políticos, que se supone no tienen por qué fallar conforme a derecho. El presidente del Consejo, Laurent Fabius, de izquierda, y el ex Primer Ministro, Alain Juppé, de derecha, y el resto de los integrantes de dicho Consejo son ex diputados, ex senadores y ex ministros nominados por el Presidente de la República y los presidentes de la Asamblea Nacional y del senado.
El Consejo Constitucional aprobó la parte substancial del Proyecto de Reforma de Pensiones de Macron, pero rechazó el llamado al Referéndum de Iniciativa Paritaria (RIP), que hubiera permitido consultar a los ciudadanos sobre el Proyecto de Reforma de Pensiones, (este referéndum sólo puede realizarse si se tiene el apoyo del 10% de los electores, en los últimos comicios, es decir, reunir cuatro millones ochocientas mil firmas).
La ciudad de París y muchas de las capitales regionales tanto del norte como del surde Francia, ya completan 12 manifestaciones, en las cuales ha predominado la primera marcha en la historia, con la participación de todas las Centrales Sindicales del País, que han paralizado las grandes ciudades durante varios días continuos. Por ejemplo, las calles de las ciudades francesas, entre ellas la llamada “Ciudad Luz”, se encuentran saturadas de basura, pues la huelga de los recolectores ya cumple meses sin que nadie se ocupe de recoger la basura. Los diversos manifestantes han aprovechado esta situación para destinar la basura como combustible, para provocar incendios en edificios públicos y para barricadas callejeras. A pesar del rechazo popular Macron promulgó la Ley de Reforma de Pensiones, a muy pocas horas de producido el fallo del Consejo Constitucional.
Historiadores y académicos han utilizado esta revuelta popular para establecer comparaciones con las jacqueries, y los más audaces, con episodios de la Revolución Francesa, (1789).
Las últimas encuestas dan como ganadora, para las próximas elecciones presidenciales a Marine Le Pen, del Partido Renovación Nacional, con el 55% de las preferencias, aventajando a cualquier candidato de la “macronía”, de la derecha republicana, o bien de la izquierda, agrupada en la Nueva Unión Popular y Social, (NUPES), liderada por Jean-Luc Mélenchon.
La democracia representativa liberal se está derrumbando: Macron tendrá que gobernar durante el período que le resta con una minoría en la Asamblea Nacional, incluso en el Senado. La única posibilidad para formar mayoría sería el logro de Acuerdos, sobre la base de una alianza con el Partido Republicano, representante del antiguo gaullismo, (hoy en decadencia). Mélenchon, por su parte, cree ser un seguidor de Maximilien Robespierre, y pretende estar a la cabeza de la rebelión contra la V República, derrocando al “monarca jupiteriano”, Emmanuel Macron. Francia, el país de “la Ilustración”, marcaría el fin de la democracia representativa, y la lógica instauración de una democracia directa, por consiguiente, encabezada por la derecha francesa que, en el caso de Marine Le Pen, está conquistando y sumando sectores muy distintos al antiguo pétainismo, que antes liderara su padre, Jean Marie Le Pen. Mélenchon, a su vez, pretende encabezar una unión de la izquierda francesa, muy distinta de la tradicional del Frente Populista.
Francia podría ser la tumba de la democracia liberal representativa y el nacimiento e instauración de formas de democracia directa.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
17/04/2023
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