Con profunda pena y dolor comunicamos que ha fallecido en su hogar, ​n​uestra querida compañera y ​Secretaria ​General de la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi, Teresa Izquierdo Huneeus.
Sus restos serán velados en su hogar a partir de este viernes. Este domingo 21 de febrero serán trasladados al Teatro por la Vida de​ Villa Grimaldi​ a las 11 horas,​ donde los convocamos a reunirnos para brindarle una gran despedida llena del amor, respeto y ​la ​admiración que se merece.
“Con enorme tristeza, el directorio, los socios y trabajadores de la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi informan de la muerte de nuestra compañera, quien consagró gran parte su vida a aportar para que se​ construya en Chile una cultura de los derechos humanos”, señaló la entidad en un comunicado de prensa.
Teresa Izquierdo fue miembro del directorio en el período 2013-2015. En noviembre del año pasado fue reelecta en el cargo por un nuevo período de dos años. Participó activamente en la vida institucional desde enero de 2003 cuando se incorporó como socia de la organización.
Estudió en los años 60 en el Liceo Manuel de Salas participando en el movimiento de los jóvenes que rechazaban la injusticia y querían cambiar la sociedad. A fines de esa década ingresa al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Hasta su muerte, Izquierdo trabajó en el Instituto Profesional Arcos.
Con el golpe de Estado de 1973 debió pasar a la clandestinidad. El 14 de febrero de 1975, su compañero Hugo Daniel Ríos Videla es detenido y hecho desaparecer por la DINA. El hijo de ambos, Manuel, es entregado a la familia y ella continúa en la resistencia hasta ser detenida en agosto de 1976.
Luego de ser liberada debió salir del país y estuvo exiliada en Francia hasta marzo de 1979, volvió a Chile y se integró activamente a organismos de Derechos Humanos y a la revista de oposición Análisis, donde trabajó hasta el Plebiscito de 1988.
El año 1985 nace su hija Mariana. El año 1994 muere en un accidente su hijo mayor, Manuel Antonio Ríos Izquierdo, hijo de su compañero detenido desaparecido. Los años posteriores a su pérdida sobrevivió gracias al afecto de su hija Mariana, su pareja Paul Les Saux y sus seres más cercanos.
Desde 2012 fue abuela de Milay, para quien decidió escribir el libro Antes de perder la memoria junto a Ana María Jiménez, editado por Editorial Cuarto Propio en marzo de 2015, cuya primera edición se agotó y debió reeditarse.
La desaparición de su pareja Hugo Daniel Ríos Videla
unnamed (3)Una de las tristezas más grandes de la vida de Teresa fue la desaparición forzada de su pareja. Al respecto, escribió en el capítulo 9 del libro Antes de perder la memoria que “el 14 de febrero de 1975 cayó preso en un enfrentamiento mi socio, mi Antonio, mi Peque. La pesadilla se inició con detenciones en cadena originadas en errores de compartimentación cometidos por algunos jefes de Fuerza Central (la estructura militar del MIR). A esa estructura pertenecíamos el Peque por derecho propio y yo por ser su compañera. Fueron entonces emboscados los jefes de dos escuadras, el Peque y el Chino Cortés Joo (Manuel Edgardo del Carmen Cortés Joo, detenido desaparecido), y posteriormente algunos de los integrantes de la escuadra del Chino. Cuando el Peque no regresó a la casa de seguridad que compartíamos en una toma de terrenos cercana a Quilín con Américo Vespucio, no apliqué la primera medida de seguridad: arrancar de la casa”, indicó.
“Esperanzada de que volviera y segura de que jamás me delataría, me quedé junto a nuestro pequeño hijo hasta que el vecino, que era un viejo comunista, entendió la situación. Don Manuel había estado preso en la época de la Ley Maldita y detenido en el Estadio Nacional al comienzo de la dictadura. Estaba cesante y se las arreglaba haciendo “pololitos” para mantener una numerosa y hermosa prole. En esa mediagua se respiraba, junto al pan de la señora Laly los valores e ideales de los padres de familia. Me ofreció ayuda para cuidar a Manuel mientras yo trataba de averiguar qué había pasado y empezaba a buscar a mi Peque, a los otros compañeros y encontraba otra casa de seguridad”, relató.
“Lo primero que hice fue comunicarme con mi familia para que iniciaran la denuncia. Luego encontré una forma de hacer llegar un mensaje a un compañero apodado el Milico Iván, fijándole un punto de contacto. Cuando me iba acercando a la cita, me percaté de que todo estaba demasiado tranquilo. Mis aprensiones se confirmaron antes de entrar a la calle del punto (de contacto), se acercó un agente de civil y me dijo ‘señora, salga de este lugar’. El no podía imaginar que yo era la persona que querían capturar. El operativo fue impresionante, aparecieron al menos unas cinco camionetas C-10 llenas de agentes armados. Pasaban a mi lado a toda velocidad y ahí entendí que el hecho de haber firmado la carta con una inicial los despistó, induciéndolos a calcular un enfrentamiento con un fornido guerrillero y no con una alfeñique mujercita. Luego supe que Iván había caído y que mi carta fijándole un punto de contacto en Camino Agrícola entre Macul y Exequiel Fernández había llegado a su casa transformada en una ratonera”, relató.
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En la fotografía, de izquierda a derecha Juan Pablo Cárdenas, Premio Nacional de Periodismo, Teresa Izquierdo, Marisol Vera, directora de editorial Cuarto Propio en la presentación del libro Antes de perder la memoria, en marzo de 2015.
Escapando de las garras de la DINA
“Buscándonos entre nosotros, los últimos sobrevivientes de la Fuerza Central, logramos conformar una escuadra (las escuadras ten​ían ocho integrantes y el mando era vertical). En un primer período el jefe fue Emiliano (Angel Gabriel Guerrero Carrillo, detenido desaparecido) , el segundo hombre era el guatón Rolando, yo el tercero. Nuestro principal objetivo, además de sobrevivir, era tomar contacto con el partido”, puntualizó.
“A través de los vecinos de la población donde vivíamos con el Peque, conseguí una pieza en casa de unos profesores. Me quedé bastante tiempo en ese sector de Santa Rosa, con sus calles sin pavimentar y sus niños respirando polvo y pobreza. Con el Guatón Rolando nos hicimos cargo de una carnicería que quedaba cerca de la población, en el paradero 16 de Santa Rosa. La San Gregorio en ese tiempo era tan peligrosa que ni los tiras entraban. Ibamos juntos al Matadero, él hacía los cortes y yo llevaba la caja. Me sentía acompañada y cuidada por ese gran hombre que me trataba como a su hija. Manuel estaba protegido por mi familia, pero yo tenía noticias de mi amor”, escribió.
“En una de las cartas al Peque -prosiguió-, le escribí: Seguí tras tu huella tomando las responsabilidades que me dejaste. Esa es otra manera de estar contigo, seguir combatiendo. Me separé de nuestro hijo Manuel y lo entregué a mi familia. La otra alternativa era asilarme y renunciar a nuestros ideales. Lo hice, mi Socio querido, por el compromiso compartido. Lo hice, mi amor, con la tristeza infinita de estar sin mi pequeña familia: Manuelito y tú, mi hombre, con tus 21 años recién cumplidos”.
En el capítulo 13 del texto, Teresa escribió que el año 1975 comenzó con muy malas noticias “lo que terminó por hacerme perder la ilusión de volver a tener a mi Peque en mis brazos sucedió de manera brutal, el 24 de julio del 75, con el titular de del diario La Segunda sobre miristas asesinados en Buenos Aires: ‘Exterminados como ratones’. En esas listas figuraba Hugo Daniel Ríos Videla, el Peque, mi gran amor, el padre de mi hijo. En una de mis cartas, le escribí. ‘En los primeros meses desde tu detención, yo no perdía la esperanza de que aparecieses vivo en un campo de concentración. Empecè a tejerte una chimba para que no tuvieses frío, porque ya venía el otoño. Nunca me viste tejer y creo que lo hice muy pocas veces en la vida, pero era una manera de esperarte. Sabía que si aparecías no podría ir a verte, así que te enviaría ese regalo. Tejía con lana negra y en el cuello y a las mangas les ponìa hebras de rojo. Cuando ya estaba lista la chomba y tú no aparecías, te hice un gorro también rojo con negro. Cayó el invierno y la desesperanza cuando, el día 24 de julio de 1975, en la tarde, leí en el diario La Segunda que habías sido exterminado ‘como rata’. Me subí a una micro y me senté en un rincón. No sabía dónde ir. Me acurruquè y lloré despacio hasta llegar al terminal”, concluyó.