La tarde estaba fría y oscura ese martes del 23 de julio de 1975. El ambiente era triste y lleno de incertidumbre. Al Comité Pro Paz, de calle Santa Mónica comenzaban a llegar las madres y esposas de muchos detenidos cuyo paradero se desconocía. Nerviosas, temerosas con lágrimas en los ojos, pedían más información sobre las noticias publicada la tarde anterior por el diario La Segunda ,La Tercera y El Mercurio. 119 miristas habían muerto producto de rencillas entre distintas facciones. Los familiares querían confirmar si la lista publicada coincidía con la nómina que acompañaba un Recurso de Amparo masivo presentado por la entidad a los Tribunales de Justicia.
Al escuchar esa confirmación que presentían, pero no querían oír, explotaron los llantos desgarradores de esas madres aferradas a la foto de su hijo, los gritos de dolor, los abrazos que intentaban contener la pena, la impotencia de quienes tratábamos de aminorar su tristeza. El impacto de esos rostros es un recuerdo que guardo en mi Memoria y que 45 años después, me cuesta describir.
Sin saberlo fuimos testigos de uno de los Montajes más crueles de la Dictadura. La Operación Colombo de la DINA diseñada y planificada por cerebros perversos y cuyo objetivo era ocultar la verdad de los detenidos desaparecidos estaba en marcha. Después vinieron otros más: la “enfermedad” del exPresidente Eduardo Frei, el caso de la Rinconada de Maipú, los falsos enfrentamientos entre opositores y agentes de la CNI, la Operación Albania, entre otros.
Las investigaciones periodísticas, el trabajo acucioso de los abogados dedicados a la defensa de los Derechos Humanos, pero por sobretodo la persistencia valiente e imparable de los familiares de todas las víctimas permitió esclarecer estos Montajes. Muchos reportajes, documentales, fojas de procesos en tribunales dan cuenta de la gran mentira que se levantó para silenciar y justificar los crímenes.
Los Informes Rettigs y Valech instalaron una verdad contundente e irrefutable sobre lo ocurrido y sin duda contribuyeron a reconstruir la Memoria. Sin embargo, esta realidad permaneció por mucho tiempo en el terreno de los directamente involucrados. Y una manera de reparar, dignificar, socializar y sobretodo visibilizar la Memoria para que Nunca Más se repitan los horrores fue construir un espacio público: El Museo de la Memoria.
Desde uno de sus muros, desde el techo hasta el suelo, nos sonríen las caras de hombres y mujeres jóvenes, bellos, alegres, Son los Ejecutados y Desaparecidos. Fotografías que quedaron para siempre fijados en el tiempo y que nos recuerdan que su existencia no fue un Montaje. Allí van sus familiares y les cuentan a los visitantes su historia, sus sueños, sus esperanzas.
También existen muchos objetos personales cartas, artesanías, documentales donados por las familias, ex presos, extranjeros, cineastas, artistas que dan cuenta de que la creatividad y las ganas de sobrevivir vencieron al horror.
También están las 100 entrevistas a 100 personajes de la historia de Chile y de los 5 Presidentes de la República desde el retorno a la democracia, que quisieron compartir su Memoria.
El Museo tiene una narrativa y un montaje creativo, serio, profesional, riguroso que da cuenta de la preocupación de la calidad y responsabilidad de quienes diseñaron e hicieron posible este proyecto y que hoy cuenta con miles de visitantes que agradecen la posibilidad de conocer lo que allí se muestra.
Cuando el señor Mauricio Rojas afirma que el Museo es un “Montaje cuyo propósito, que sin duda logra, es impactar al espectador, dejarlo atónito, impedirle razonar” y agrega que es para “atontarte, para crear un trauma. Es un museo de izquierda para contar una versión falsa de la historia de Chile”, le falta el respeto a las víctimas, sus familias, su equipo creador, a los 5 Presidentes de la República que accedieron a dejar allí su testimonio y a los miles de chilenos que lo visitan. Y cuando dice que lo que dijo ya no es lo que ahora puede y debe decir, solo reitera su error que no es de forma, sino de fondo.
Vivimos un clima poco sano, turbulento con mucha odiosidad larvada, mucha descalificación que asusta y que no construye una sana convivencia, sino que la daña. La negación y la teoría del empate no son argumentos que contribuyen a una buena convivencia, sino que impiden el diálogo o el debate. Afortunadamente hay todavía muchos retazos de Memoria que reviven y reaparecen cuando conocemos declaraciones como las de este señor ungido Ministro.
Algo se remece y logra que los recuerdos se entrelacen y reconstruyan nuevos episodios de una historia que aun no ha terminado de ser contada, pero que todos vivimos, sufrimos y no queremos repetir.
Es lo que permite también desmontar los Montajes diseñados para esconder la verdad de historias personales, militancias y trayectorias de los que nadie guarda memoria.