Matías Orellana /
El joven que perdió uno de sus ojos y que aún tiene una fractura en su cráneo debido al impacto de una bomba lacrimógena, conversó con El Desconcierto sobre lo que denominó "una cultura" de violencia por parte de los guardias que lo agredieron. Denuncia, además, discriminación a las víctimas de trauma ocular por parte del sistema de salud y envía un mensaje a todos los que se encuentran en su misma situación: "No estamos solos y en algún momento va a haber justicia", asegura.
El 1 de enero de este 2020, Matías Orellana (26) fue impactado en su ojo por una bomba lacrimógena disparada por Carabineros. Este incidente resultó en la pérdida de su ojo derecho y en una fractura de cráneo, que hasta el día de hoy lo tiene con licencia médica y siguiendo un estricto tratamiento en distintas áreas de la salud.
Este pasado lunes 27 de abril, Matías sufrió una nueva agresión, esta vez de parte de guardias de un supermercado Líder de Viña del Mar, que lo acusaron de estar robando, y lo golpearon y amedrentaron -según su denuncia- por el simple hecho de tener una marca en su rostro. “Hay algo visualmente importante en mi cara ahora“, sostiene el joven.
“Yo sé cómo son los de tu tipo”
Todo comenzó cuando al entrar al supermercado Matías debió pasar por el control que se le hace a todos desde que comenzó la pandemia del COVID-19.
“Ahora se te toma la temperatura, te pasan el alcohol gel, todo eso. Cuando pasé ese filtro, escuché que uno de los guardias le dijo a otro que me siguiera“, relata Matías.
“Todo el rato sentía que me seguía. Pero no le dí importancia. Cuando fui a la caja, esperé a un amigo que me iba a prestar su tarjeta. Allí en ese momento, llegan como 5 guardias a decirnos que les pasáramos ‘las cosas’, todo con puros garabatos e insultos“, agrega el joven.
Ese día, Matías había acudido al supermercado a comprar un colchón, por lo que no tenía en sus manos otros productos ni nada parecido. A pesar de esto, los guardias los increparon en relación a un supuesto whisky que junto a su amigo se habrían robado.
“Pescaron a mi amigo y se lo llevaron hacia adentro del super. Como para que les dijera dónde había dejado el whisky. En ese rato, los otros guardias me tuvieron todo el rato como encerrado entre ellos. Daba un paso y me agarraban. Me empezaron a agarrar la mochila, me empujaban, me empezaron a pegar en el pecho, después en la constatación de lesiones en el SAPU se dieron cuenta de que tenía todo rojo”, relata el joven.
Tras esto, su amigo y los guardias encontraron en el supermercado el whisky que supuestamente se habían robado, por lo que los guardias se vieron obligados a dejarlos tranquilos.
“Yo les dije que llamaran a carabineros. Y allí esos se pusieron más violentos”, recuerda Matías sobre ese momento.
Me decían “no soy tan choro, yo sé cómo son los de tu tipo, te hací la mosquita muerta. Como diciéndome que por el tajo poco menos que yo era un canero“.
En total, el episodio duró unos veinte minutos, pero los guardias no se detuvieron allí.
Momentos más tarde, Matías y su amigo acudieron al centro de reclamos del supermercado, “para que nos dieran explicaciones, porque estábamos con la boleta, y ni siquiera podíamos irnos, porque (los guardias) nos estaban esperando como para pegarnos, y no nos quiso atender nadie, no quiso bajar el jefe de seguridad, ni el gerente, ni el jefe de local, solamente la señora que estaba ahí en el mesón nos dijo ‘no, vayan tranquilos no más si no les va a pasar nada’ y yo le decía ‘señora tengo una fractura que se esta cicatrizando, si me llega un golpe ahí se me puede abrir todo el cráneo’“.
Finalmente, Matías y su amigo salieron del local, mientras los guardias les decían cosas como “peliemos ahora que estamos solos” y acudieron a la PDI a realizar la denuncia, desde donde fueron derivados al Sapu para constatar lesiones.
“Ellos querían pelear, derechamente querían pegarnos”, dice Matías.
La “cultura” de la discriminación
El joven profesor de Educación Física afirma además que este tipo de episodios parecen ser cada vez más comunes desde que sufrió la mutilación ocular.
“Me ha pasado caleta, que en los lugares donde hay guardias me miran feo. Pero nunca pensé que eso iba a significar que me agredieran”, sostiene.
Además, afirma que este episodio significa para él un retroceso enorme en su proceso psicológico. “Es como un retroceso gigante. Vuelvo a sentir el miedo a salir, por ejemplo, algo que tenía superado, ahora siento terror“, señala.
“Igual en la calle es cuático, como que uno va caminando, y igual la gente te queda mirando. Y uno tiene que lidiar con eso, y yo prefiero no tomarle importancia y no interpretarlo. Ahora mi mamá me dice ‘cuando salgai sale con lentes’ y yo digo ‘¿porqué tengo que andar con lentes, porqué no puedo andar tranquilo por la calle no más?‘”.
En tanto, al ser consultado respecto de qué mensaje le mandaría a los guardias que lo agredieron, Matías señaló que “prefiero no poner las energías en esa frustración -que igual me embarga- porque ellos responden a la estructura, son así, en Arica, en Punta Arenas, son todos iguales. Hay una suerte de cultura entre los guardias“.
Por lo mismo, “es importante que todos estos abusos se den a conocer, y que la justicia haga lo suyo, porque de otra manera es difícil cambiar esto que parece ser como una cultura entre los guardias. Se ha generado eso, como una cultura. Como el ser violento, un forma de ser, incluso una forma de peinarse, y eso es preocupante”, enfatiza el joven.
Discriminación del sistema de salud
Matías aprovechó también de referirse a otra forma de discriminación que ha venido sufriendo, y que según denuncia, estaría dándose en contra de las víctimas de trauma ocular de regiones.
“Me operaron en Valparaíso, estuve hospitalizado en Valparaíso, pero mi tratamiento es allá en Santiago. Eso quiere decir que yo todas las semanas tengo que viajar a Santiago, gastar las lucas que eso implica, y exponerme a comunas que están en cuarentena, y entrar a hospitales que están llenos de contagiados, entonces estoy sintiéndome muy en riesgo por una situación que no debería, y todo porque así funciona el sistema de salud”, explica.
“Siento que el sistema de salud a las víctimas de trauma ocular nos discrimina. Porque si tú eres de Punta Arenas o eres de Arica, igual te van a hacer el tratamiento en Santiago, si o si”, agrega Matías, quien dice además que se ha sentido “demasiado abandonado por el sistema de salud. Y eso genera una impotencia importante, porque he tenido que buscar médicos por fuera, médicos que me piden exámenes que son carísimos, entonces ese es un problema que se está viendo bastante, en caleta de casos. Hay muchos cabros que no tienen la plata para viajar a Santiago, y no siguen sus tratamientos, y siguen pa’ la caga con sus ojos en sus casas, y eso te inhabilita“, se lamenta.
Finalmente, el joven envió un mensaje a otros que como él han sufrido traumas oculares durante el estallido social y que hoy se enfrentan a una nueva realidad. “Un saludo de esperanza más que nada y que no estamos solos, somos caleta que estamos en la misma, y en algún momento va a haber justicia. Fuerza a todos en sus procesos personales“, cerró.
No hay comentarios:
Publicar un comentario