Eso de insistir que el exitoso modelo neoliberal ha logrado colocar a Chile a un paso del mundo desarrollado es una falacia, una monserga que de tanto repetirla se lo han creído los presidentes y los grupos económicos para los cuales ellos trabajan y son sencillamente sus empleados.
Chile está muy lejos de poder alcanzar a los países que hacen trenes, satélites, telescopios para conocer el universo, personas con derechos fundamentales cómo educación de calidad, gratuita y sistemas de salud de calidad donde no hay listas de espera ni se conocen largas filas antes que despunte el alba para una caja de paracetamol.
Chile es un país habitado por millones de pobres, de personas que ganan al día y están obligados a gastarlo al siguiente porque no han logrado entrar a la cadena de la explotación que ejercen empresas y grandes consorcios. Esta epidemia deja la foto que son millones los que ganan el salario mínimo, ese que de forma reiterativa se niegan a subirlo a estándares dignos.
Desde el actual salario mínimo no se sale de la pobreza.
Se habla de personas vulnerables pero se niegan a condenar a los que los vulneran. La vulneración es la negación intencionada de elementos y condiciones que impiden que el hombre tenga una vida digna. La explicación sencilla es que los pobres que son millones en Chile cargan sobre sus hombros la dura explotación que hace tantos años describiera brillantemente el viejo Marx. Sabemos que el barbón será un eterno perseguido por aquellos que dicen sin tapujo que son ellos los que dan trabajo.
Agradece que eres esclavo, tu amo te da comida.
Eso es lo que piensan en el fondo los dueños de gran parte de todo que se lo regalaron, que nos les ha costado nada. Aquellos que han creado su propio mundo donde comparten su educación, sus valores, sus propios conceptos de la fe pero especialmente donde se van dejando de uno en uno las cuotas de poder que todo ese segmento político de manera obsecuente se los regala y que ellos a manera de reciprocidad les entregan dineros bonitos en tiempos de campaña.
Hay un Chile pobre enorme y uno rico pequeño.
No es casualidad que los medios de transporte con dirección hacia las zonas ABC1 anden siempre llenos. Que las horas punta en el sistema de transporte hacia y desde esos sectores sea un castigo para quien trabajó ocho horas y que no han sido regaladas. Las ocho horas de trabajo no fueron dádivas de patrones, fueron conquistas sociales y huelgas. También son la consecuencia de la forma de hacer política en décadas anteriores donde era muy evidente la diferencia entre la izquierda y la derecha.
¿Se imaginan ustedes a un tal llamado Allende sin decir nada o estando quieto frente a un sistema previsional como es el de las AFP? Se debe recordar que la presencia de una izquierda revolucionaria en la década de los sesenta tiene relación justamente con aquello de hacer avanzar las ruedas de la historia. Se hará siempre necesario insistir para que la memoria no se haga débil que los derechos alcanzados por los pobres del campo y la ciudad fueron ejercicios de los que habitan en este lado, en los sectores más pobres, los marginados y excluidos, esas amarillentas fotos del Zanjón de la Aguada.
Y la derecha seguirá siendo carroñera siempre.
No causa extrañeza que la UDI/RN/PIÑERA/RICARDO LAGOS hubieran salido a solicitar que algunos presos de PuntaPeuco puedan dejar su cárcel abarrotada de privilegios para volver a sus casas, sin haber cumplido la totalidad de sus condenas por delitos de Lesa Humanidad.
La defensa de los militares y agentes del Estado condenados por delitos abominables que hace la derecha no asombra, basta recordar el día que Piñera inicia su campaña presidencial todo el pinochetismo estaba de cuerpo presente. La familia militar uno de los pilares que sostiene el actual periodo piñeirano lanzaba sus gritos y consignas como si de fuegos artificiales en una fiesta de narcos se tratara.
No toda la criminalidad está encarcelada en PuntaPeuco.
No están todos los uniformados esos que durante años caminaban seguros de estar tocados por la mano de la dictadura para hacer lo que ellos consideraban, algo así como pequeños dioses porque el otro estaba más ocupado.
Dios es quien te da la vida y la muerte y de eso ahora nos encargamos nosotros, así decían los hijos de Manuel Contreras y otros. Esa criminalidad tan extendida, que deja su marca en la memoria de un país y que golpeó brutalmente a tantos familiares se mantendrá por siglos de los siglos.
Y en las horas actuales ya no son suficientes dos panes más.
Queda meridianamente escrito que Chile es un país con un relato de triunfos inventados. La violenta realidad que durante decenios se intenta ocultar sale nuevamente a flote, se instala como una verdad irrefutable. Han sido muchos los decenios de hambre y miseria con sus nombres y sus apellidos.
Y en esta foto del país real, el de la bandera embarrada, el de las largas filas en las entradas de los hospitales, de los millones de chilenos que desde sus casas en cuarentena ven pasar por la televisión a Tartufos, están todas las condiciones para insistir lo que se ha intentado muchas veces. Los tiempos y las horas no son las mismas de siempre. Millones saben que sus condiciones para seguir viviendo dependen de ellos mismos. La legalidad cuando es injusta y siempre puede ser alterada. Es que la vida es una cuestión única.
No queda absolutamente ninguna duda que esos hombres y mujeres chiquititos que caminan por los pasillos del parlamento no dieron la altura ni fueron capaces de escribir una página a reglón seguido. No están en condiciones de asumir ninguna responsabilidad en la redacción de la nueva constitución por la cual se han reclamado tantos años.
Eso nos lleva a sostener que la Primera Línea tan acusada y vilipendiada, de la que algunos sectores de la izquierda se arranca como si de unos leprosos se tratara, tienen la vigencia de los sesentones y que ahora en otra y nueva generación voluntariosa y valiente se instaló para denunciar al modelo, a los traidores y revisionistas con esas incontenible deseos de vencerlos hasta hundir a todos en el mar…..
Por Pablo Varas
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