por Felipe Saleh 17 febrero, 2021
“Aquí estoy en el ojo del huracán” dijo el domingo Andrés Allamand, hoy ministro de Relaciones Exteriores en la entrevista de dos páginas que le dio a El Mercurio, para explicar el grueso error de anunciar papel en mano y en La Moneda, que los extranjeros en situación irregular no podían vacunarse, para después ser desmentido por el propio Gobierno, dejando al descubierto que el Canciller no conoce la ley que incluye desde el 2016 a todos los extranjeros residentes en Fonasa A. Por si fuera poco, Allamand fue el responsable práctico del operativo retratado en la imagen de un centenar de personas saliendo de Chile, vestidas con overoles blancos y escoltadas por la policía, una imagen que provocó amplio rechazo internacional.
Pero en su larguísima trayectoria de casi 50 años en política, Allamand sabe que es mejor estar presente en los medios, que toda publicidad es buena, incluso la mala. Prefiere estar en un huracán que caminando en una travesía por el desierto, como se refirió a su época de autoexilio en Washington a partir de 1997 cuando fue derrotado en la elección senatorial por Las Condes frente a Carlos Bombal, borrado definitivamente del mapa político después de que su nombre apareciera en el caso Penta. En ese momento Allamand aseguró que los “poderes fácticos” habían complotado para provocar su derrota. “Hizo una acusación contra los poderes fácticos, y terminó siendo parte de los poderes fácticos. Por eso se cambió al Rechazo en sintonía con la gente que estaba con el Rechazo. Pensó que el Rechazo iba a sacar el 40 % y él sería el líder de ese sector. Hoy, al menos, es el regalón de la elite empresarial más dura”, dice un antiguo militante RN desde que se fundó el partido en 1987.
¿El nuevo Jarpa?
Hoy en día Allamand se ha plegado al ala más conservadora del partido, que representa Carlos Larraín. Se ha convertido en lo que era Sergio Onofre Jarpa a fines de los ochenta y comienzos de los noventa, cuando Andrés Allamand era el joven modelo de la nueva derecha liberal, así como una buena carta presidencial para el sector, porque no había participado directamente en la dictadura, e impulsaba la “democracia de los acuerdos” y apoyaba por ejemplo el fin de los senadores designados. Mientras Jarpa representaba al sector más conservador que venía del Partido Nacional y había sido ministro del Interior de Pinochet. Aunque con ocasión de su muerte en abril del año pasado, Allamand se refirió en términos muy halagadores al rol de Jarpa en la transición, los viejos militantes no olvidan que el anciano dirigente se sentía “traicionado” por Allamand, a quien llevó al partido pero que después generó división en la colectividad al fomentar una facción leal a su propia figura, que le permitió ser presidente de RN entre 1990 y 1996.
Actualmente, Allamand representa una corriente minoritaria en el partido. Entre sus apoyos fuertes están Carlos Larraín, el senador José García Ruminot, Nicolás Monckeberg, embajador de Chile en Argentina, y los diputados Francisco Eguiguren y Tomás Fuentes, su ex jefe de gabinete que entró al Congreso en reemplazo de Marcela Sabat y hoy es considerado su brazo derecho.
La estrategia de Allamand, según describen en RN, es mantener un pie en la colectividad pero además copar y agradar a los sectores más conservadores del sector. De esta manera, cercanos al ministro ocupan lugares estratégicos en el Instituto Libertad y Desarrollo, históricamente ligado a la UDI. Partiendo por su esposa Marcela Cubillos, directora ejecutiva del think tank. Además Rodrigo Ubilla, cercano a Allamand, ex subsecretario del Interior y asesor en La Moneda, es director del Área de Política y de Sociedad Civil. Por último, María Fernanda Frías, esposa de Tomás Fuentes es Gerente de Innovación y Desarrollo.
Allamand no necesita tanto apoyo político como el que tiene en el mundo empresarial. Conocida es su amistad desde el colegio Saint George con el empresario Bernardo Matte, pilar de su carrera política y con su sobrino Bernardo Larraín Matte, actual líder de la Sofofa.
Por eso, con la convicción de un rugbista empujando en el scrum (fue seleccionado nacional entre 1976 y 1983) Allamand no pierde la esperanza de resurgir como candidato presidencial. En noviembre del 2020 lo negaba completamente. “Yo estoy fuera, absolutamente, de esa carrera. Ninguna posibilidad. Absolutamente dada vuelta la página, tengo un compromiso con el Presidente Piñera y con la política exterior”, decía el actual ministro de Relaciones Exteriores. Pero basta ver cuántas veces se ha retirado y regresado a la política para creer que el plan de Allamand para convertirse en el líder de su sector, no es tan descabellado, al menos en su cabeza. El actual ministro apuesta a que se cumpla su predicción de que la derecha social de Mario Desbordes sea derrotada en las elecciones de abril y desde ese momento aparezca él como el líder del sector. Tal como lo anunciaba Carlos Larraín hace unas semanas cuando se oponía al consejo general de RN que proclamó a Desbordes.
El acuerdo y las vacunas
Antes de este plan, el diseño era otro. A mediados de 2019 dijo en horario prime que “yo votaría a favor de la nueva Constitución”. Y aunque hace dos semanas expresó que el exministro Ignacio Briones le parecía una excelente carta presidencial, Allamand igual que el mundo empresarial con el que mantiene conexiones, apoya por ahora a Sebastián Sichel. Igual que uno de sus aliados políticos más antiguos, el exministro Andrés Chadwick.
Allamand parece no resentirse de lo que piense la opinión pública sobre su figura a partir de sus últimas actuaciones erráticas. Por ejemplo, en noviembre del año pasado, mientras era senador, fue designado por el Gobierno para participar en la negociación del “acuerdo por la paz”, que trazó el itinerario de la nueva Constitución. Pero el protagonismo se lo llevó Mario Desbordes, que estuvo a favor de la Convención Constitucional tal como está planteada ahora. Mientras él propiciaba una convención mixta. Por eso, luego de firmado el acuerdo, Allamand salió a tensionarlo. Pero el resultado fue bochornoso. Según él, el acuerdo que terminara en una nueva Constitución debía ser aprobado por 2/3 de la convención. De lo contrario, la instancia fracasaba y seguiría vigente la constitución actual. “Nunca alguien dijo que cuando no haya acuerdo eso significa que se transforma en ley simple, fue exactamente lo contrario (...) Si no hay acuerdo la convención fracasa, no hay plebiscito ratificatorio y rige la Constitución”, dijo.
Pero rápidamente salieron a corregirlo desde su propio sector. Asegurando que cada materia en particular sería aprobada por 2/3 a partir de una hoja en blanco y lo que no fuese acordado, sería materia de ley simple. La senadora de la UDI, Ena Von Baer lo explicó de esta manera. “Es correcto decir que si no se llega a un acuerdo respecto de una materia en la Constitución, va a regir la ley simple. El punto es que la institucionalidad está construida de tal manera que fuerza a un acuerdo porque el órgano constituyente va a tener que tomar una definición sobre cómo va a votar y luego las materias las va a tener que votar por 2/3", aclaró Von Baer.
Luego, otro de los episodios donde Allamand ha apostado por el lado equivocado fue a propósito del retiro del 10 %. El entonces senador cuestionó el quórum con que sería aprobada la iniciativa. Asegurando que los senadores oficialistas tendrían “el derecho a recurrir al Tribunal Constitucional” decía el 12 de julio. Días después era el propio Allamand quien decía que ante la abrumadora mayoría con que se aprobó el retiro, los senadores no irían al Tribunal Constitucional.
El último error sobre las vacunas cayó muy mal en La Moneda donde vieron cómo la primera iniciativa que lograba el apoyo ciudadano transversal se vio empañada por Allamand, que armó su punto de prensa sin avisar ni consultar a nadie en la Presidencia y aprovechando que Sebastián Piñera estaba de vacaciones. “Se lo come el ansia de protagonismo, no le importa nada si no es en beneficio para él”, dice molesto un asesor en La Moneda.
No es casualidad que dos días después de que Allamand hablara, en La Segunda se publicara en portada una nota sobre el rol de Rodrigo Yáñez, jefe de la Dirección de Relaciones Económicas Internacionales (Direcon), subalterno de Allamand, como el gran gestor de las vacunas en Chile y junto a él se mencionaran a varias personas de su equipo. Pero ni una línea para el ministro de Relaciones Exteriores, Andrés Allamand. Un “ninguneo” con pocos precedentes, considerando que Allamand históricamente ha sido cercano a la empresa de los Edwards. Uno de sus amigos más cercanos es Cristián Zegers Ariztía, exdirector de La Segunda y director de El Mercurio entre el 2008 y 2018. “A él no le importa aparecer mal en los medios, sabe que siempre tiene espacio, porque es amigo de los dueños del almacén”, dice un militante de RN en el Gobierno.
“Hasta cuándo me humillái”
En el mundo político de la derecha afirman que no se puede confiar en Allamand. Como ejemplo, recuerdan un par de situaciones como la del 2005 cuando RN proclamó a Piñera y Allamand, afirmó que la proclamación había sido un error, porque el “caballo ganador” era Joaquín Lavín. Aunque su amistad con Piñera data de fines de los ochenta. También el episodio que lo distanció definitivamente de la exministra Catalina Parot. Ella iba a ser su generalísima en la campaña presidencial que Allamand planeaba en el 2013 y el partido la había propuesto como candidata al Senado por Santiago Poniente. “Ella renunció al Gobierno para ser su jefa de campaña y candidata por Santiago poniente. El partido la proclamó, Andrés la apoyaba con todo, y cuando Allamand perdió la primaria, Parot se enteró por el diario de que Allamand sería candidato por Santiago Poniente” cuenta una militante cercana a Parot. El episodio, dicen, provocó que la actual candidata a gobernadora por la Región Metropolitana desde entonces “deteste a Allamand”. De esa noche de derrota es el episodio en que Allamand se enfrentó a Joaquín Lavín, que le pidió saludar públicamente al ganador, Pablo Longueira. “Hasta cuándo me humillái” fue la frase que junto a un garabato en referencia a la madre de Lavín, resonó durante meses.
Con Evelyn Matthei, otra de las presidenciables del oficialismo, la relación tampoco es buena. Los problemas datan de 1995. Ese año el exvocero de la dictadura Francisco Javier Cuadra, dijo que en el Congreso había parlamentarios que consumían drogas. Requerido por el juez Rafael Huerta, Cuadra soltó el nombre de Allamand en base a rumores y cuando le pidieron testigos, fueron en su mayoría personas cercanas a Matthei, incluyendo su hermano Víctor. Aunque nunca fue acusado y Cuadra condenado por injurias, el episodio le sirvió a Allamand para hablar de que “los poderes fácticos” habían actuado en su contra. La misma expresión que usó Evelyn Matthei para referirse a quienes sustentan la candidatura de Sebastián Sichel. Está por verse a quién ayudan “los poderes fácticos” esta vez.
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