por Rolando Garrido Quiroz 28 abril, 2022
El plebiscito de salida para aprobar o rechazar la propuesta de texto constitucional que se encuentra elaborando la Convención Constitucional por mandato de la ciudadanía viene entretejido con el acuerdo del 15 de noviembre del 2019, gestado en medio del estallido social, fruto de una prolongada crisis de legitimidad institucional sistémica. Esta cuerda de espacio-tiempo nos resitúa en una fecha emblemática y dilemática como el 4 de septiembre.
El ciclo crítico venía extendiéndose por una década y alcanzó su fase más aguda a partir del 18 de octubre del 2019. La gravedad de esta encrucijada histórica nos planteó un desafío mayúsculo como país: encauzar esta energía tectónica en un compromiso nacional para arribar a una resolución pacífica y consensuada de la crisis, abriendo paso al actual proceso constituyente, que comienza a decantar su primera etapa con la propuesta de texto constitucional, próximo a ver la luz después de 9 meses de gestación.
Los millones de personas que van a votar Apruebo provienen de un movimiento más amplio que la élite estudiantil del 2011. Congrega a las generaciones que padecieron la crisis política de 1973 y a quienes lucharon en su juventud contra la dictadura cívico-militar (personas que van de los 50 a los 90 años de edad), sumando a ciudadanas y ciudadanos que crecieron durante la transición pactada y los años de gobierno del “partido del orden” en sus versiones binominal, duopólica y fáctica. Solo se requiere sumar al Apruebo a las derechas que apoyaron y fueron parte de la dictadura cívico-militar y que reforzaron por décadas un sistema de privilegios para la élite política empresarial, definiendo el tipo de educación, salud, régimen laboral, pensiones, explotación extractivista y segregación urbana en que viven millones de chilenas y chilenos.
Esas derechas o centroderecha, como les gusta autoconvocarse, tienen la oportunidad histórica de hacer política con mayúscula, para legitimarse democráticamente, renunciando al subsidio contramayoritario que prohijó y heredó de la Constitución de 1980. El momento para hacerlo es especial y, tal vez, único, para adaptarse desde sus tradiciones e innovaciones al nuevo ciclo político y cultural que se evidencia en Chile, sobre todo porque las propuestas y la vigencia de los partidos de la ex Concertación se encuentran en su nivel más bajo de adhesión ciudadana. Y, por su parte, la izquierda roja y la frenteamplista gobiernan en una atmósfera de confusión, indefiniciones, soberbia, arrogancia e ineptitud frente al tamaño y dinámica de las crisis en curso: ecológica, económica, política y social.
A modo de sugerencias, a continuación expongo 7 razones pragmáticas y de principios por las cuales las derechas tienen que votar Apruebo en el plebiscito de salida:
Primera. Nadie espera que las derechas llamen a votar Apruebo pero, de hacerlo, marcarían un antes y un después, de cara al periodo de transición constituyente que vive Chile, asumiendo que el texto constitucional es parte del proceso constituyente y que su puesta en régimen implica una acción decisiva en la sala de máquinas del nuevo Poder Legislativo, donde han demostrado pericia en cómo elegir a sus representantes y hacer alianzas con nuevos y viejos sectores políticos que gravitan en la misma órbita de la centroderecha y del partido del orden.
Segunda. Llamar a votar Rechazo expone a las derechas, una vez más, a una derrota política, donde creer que un 51 % vs. 49 % a favor del Apruebo representa una derrota para el poder constituyente es iluso, porque en realidad los únicos que salen derrotados son las derechas, incluyendo a sectores de la ex Concertación, ya que, de ganar apenas por un voto el Apruebo, las reglas del juego democrático indican que vamos a tener una nueva Constitución, legitimada en el plebiscito de salida, con una mayoría electoral suficiente, si así lo quiere la ciudadanía. Lo que ocurra después de una elección estrecha significa dejar atrás, de una vez por todas, la Constitución de 1980, donde su ilegitimidad de origen no admite discusión histórica.
Tercera: Sí las derechas llaman a votar Apruebo se aseguran para sí mismas acumulación de poder, dando los más convincentes argumentos o razones durante la franja televisiva y en toda la campaña que puedan desplegar, señalando por qué un texto constitucional imperfecto (largo o grueso) es perfectible en el proceso de instalación de la nueva Constitución, mediante las leyes que emanen legítimamente del Poder Legislativo, por obra del poder constituido.
Cuarta: Un llamado a votar por el Apruebo pone a la derecha en la primera posición de la carrera presidencial del 2026 y de todo el ciclo electoral que va a vivir Chile en el marco del proceso de transición constituyente, articulando una perfecta lemniscata entre poder constituido y poder constituyente. Autoinfligirse una nueva derrota, llamando a votar por el Rechazo, paraliza a las derechas en la zona de mantención y reparaciones permanentes de su vetusta maquinaria política, engrosando el cementerio de los cadáveres políticos que fenecieron por no comprender las dinámicas del poder y sus procesos de adaptabilidad.
Quinta: Ser disruptivos y salirse de la caja es el signo de los tiempos líquidos y gaseosos que nos toca experimentar en la relación con el poder político. Si las derechas llaman a votar Apruebo es una señal inequívoca de que comprenden el momento histórico y el ciclo político abierto por el proceso constituyente y la clave para la vertebración de una nueva derecha, abierta al ejercicio de nuevos liderazgos, donde el poder más que nunca reside en la ciudadanía.
Sexta: Exponer al país a un segundo estallido social, exacerbando los estados de ánimos con políticas obstruccionistas al proceso constituyente, cuando Chile ya eligió contundentemente en el plebiscito de entrada por una resolución pacífica de la crisis, es suicida para los propios intereses permanentes de la derecha sobre orden y estabilidad económica. Esta vez, sin freno de mano por parte del poder constituido. Regalar la escena a los violentistas o al terrorismo de Estado es un escenario donde sabemos la fecha del inicio del drama, pero nunca la fecha de término de la tragedia, como ha ocurrido en Colombia, Líbano e Irak, entre varios países.
Séptima: Construir cultura e infraestructura de paz sostenible comienza por darle nuestro Apruebo a un imperfecto texto constitucional, donde la clase política –incluidas las derechas– tiene la oportunidad de lucirse con la ingeniería de detalles de los cuerpos legales que darán sostenibilidad a la nueva Constitución, para avanzar con una nueva carta de navegación por insospechadas trayectorias, pletóricas de complejidad e incertidumbre, pero con la certeza de que saldrá el sol en octubre, iluminando nuestras diversidades, conscientes de que estamos aprendiendo a caminar juntos, pero no revueltos, hacia nuevos horizontes de chilenidad.
Estoy seguro de que las derechas que lean esta columna se sentirán sorprendidas de recibir una oferta que no podrán rechazar. El Apruebo es equilibrio como expresión de un óptimo sostenible en cualquier escenario dinámico para quienes se interesen en ser protagonistas de esta obra magna por estrenarse. Los guiones también reciben premios por adaptación de un texto original. Comprender el texto constitucional como proyecto de código abierto y esfuerzo de innovación colaborativa es la clave o la llave para acceder a las complejidades del siglo XXI.
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