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viernes, 15 de abril de 2022

Guerrilla comunicacional anti gobierno: ¡Fuego contra Izkia!

    

Por lo que se observa, ésta es la consigna de los estrategas comunicacionales de la quinta minoría nacional en su  ya evidente guerra de guerrillas en contra del gobierno recién asumido. No es un misterio que el nuevo gobierno estará siempre, de aquí hacia adelante, bajo el escrutinio y el fuego calculado y permanente de la gran mayoría de los medios de comunicación, voceros de los dueños del poder económico y enemigos de las reformas que los nuevos tiempos y el nuevo gobierno aconsejan y promueven. Así, cuando el interés y la inquina mandan, todo vale para disparar contra el adversario, sea ésta la ministra de Interior o cualquier otra/o.

El ministerio de Interior es ciertamente el blanco más propicio para dicho fuego enemigo. Su terreno de acción será siempre pedregoso, complejo y difícil de transitar,  lo que puede atestiguar fehacientemente, Izkia Siches desde sus escasos treinta días de mandato. Curiosamente, la ponzoña mediática multiplicada tiende a veces a arrastrar incluso a medios o personajes que habitualmente no participan en presurosas estrategias de demolición.

Un claro ejemplo de lo que hablamos, lo encontramos en el revuelo edificado a causa de la intervención de la ministra Siches, en la Comisión de Seguridad del Congreso de la República. Políticos y medios de información adversos al nuevo gobierno y en particular a la ministra, han atribuído carácter de escándalo a la información transmitida por ésta al Congreso, referente a una presunta expulsión por avión de inmigrantes venezolanos, quienes habrían sido devueltos a Chile en el mismo avión, por decisión del gobierno venezolano.

La mayoría ha dado gran relevancia al hecho de que la ministra había entregado una información falsa. Nadie, con cabeza fría y racional, ha destacado que la información en poder de Siches no era una mentira, que no era incorrecta ni que tampoco era una invención de ella. La información habría sido falsa si la ministra sabiendo que lo era, la hubiese transmitido como verdadera. Pero ella no lo sabía, al contrario, fue la primera engañada. Dicha información provenía de un documento público oficial avalado por la directora subrogante del Servicio Nacional de Migraciones de la Administración anterior. Lo consignado allí es literalmente exacto, tal como lo dio a conocer la ministra Siches ante el Congreso. Lo que sí ha resultado posteriormente ser del todo falso, es el hecho mismo que -sin embargo- el documento relata y certifica, pues dicho vuelo, programado para los expulsados inmigrantes venezolanos, en realidad nunca se llevó a cabo. Se ignora hasta el momento porqué la falsedad allí consignada ha sido validada por una autoridad del SERNAMIG. La ministra Siches no tenía razón ni motivación alguna para dudar de una información supuestamente fidedigna entregada por la Administración anterior al nuevo gobierno.

El error es disculparse ante los medios y la derecha

El supuesto desaguisado se convirtió de inmediato en alimento propicio para un alboroto mediático digno de mejores causas. Astutos comunicadores se dedicaron incluso a sumar dos o tres incidentes anteriores configurados en torno a la figura de la ministra de Interior con el objetivo claro de desacreditar su competencia para el cargo. En los juicios emitidos poca cabida hay para el mérito de la razón, de la lógica y el buen sentido. Por ejemplo, me pregunto:  ¿porqué la reacción antojadiza y absurda de ciertas personas frente al uso de un vocablo puede ser responsabilidad de una ministra?  Cómo y porqué una ministra tendría que adivinar que la información atestiguada por una autoridad del Estado en un documento público de un gobierno anterior, es una información falsa? Consecuentemente, ¿debe la ministra Siches o cualquier otra/o amordazar su lenguaje, debe automaniatar su modo operativo en cualquier iniciativa, mientras no logre la anuencia o la aprobación previa de todo el mundo?

Mi convicción es que el único error que la ministra tiende a repetir es disculparse ante la opinión pública por hechos ajenos a su voluntad o que la realidad deja fuera de su responsabilidad. Es del todo loable el respeto hacia la ciudadanía que manifiesta al explicar los hechos concernientes a su actuación, pero me atrevo a sostener que no debería asumir culpas que realmente son ajenas a ella misma.

A partir de los incidentes mencionados, cuya envergadura y gravedad es absolutamente discutible, se ha hablado claramente de crisis de autoridad, respecto del ministerio de Siches, pretendiendo reconocer como incompetencia personal lo que realmente es un hecho sociológico surgido en una realidad social y política determinada. Por ejemplo, en lo que respecta a los problemas en la Araucanía, se parte reconociendo que ellos son producto de una antigua e invariable actitud del Estado y de la indiferencia e irresponsabilidad de innumerables gobiernos anteriores, pero no de la ministra Siches ni del gobierno de Boric. Sin embargo, al mismo tiempo, se considera inaceptable que la nueva ministra de Interior no asuma y resuelva con su autoridad personal, ¡en algunas semanas!, dicha problemática, gestada y consolidada durante largas e interminables décadas, por otras mentalidades y concepciones culturales, sociales, históricas, jurídicas y políticas, propias de realidades esencialmente diferentes a las que vivimos hoy. La culpa histórica de la  que aparentemente se les ha querido eximir, termina de inmediato con la aparición del primer “pero…”, después del cual todo se vuelve incompetencia, inconveniencias o culpas mayores o menores.

¿Crisis de autoridad?

Escaso terreno para el raciocinio y el análisis serio y riguroso de todos los factores propios del problema. Gran énfasis en concentrar la solución del problema en la persona de la ministra Siches, como si los principales interlocutores y protagonistas del asunto, el pueblo mapuche, por ejemplo, no existieran, no importaran o no tuvieran nada que decir o hacer en el asunto.

Está claro que la crisis de autoridad que se pudiera señalar en cuestiones relativas a la problemática mapuche, a la seguridad ciudadana, a la inmigración, al tráfico de drogas y otras, no es una problemática de hoy, sino ha sido edificada durante miles de anteayeres. Su existencia no es responsabilidad de la ministra Siches ni tampoco un asunto que ella u otra/o ministro pueda resolver en algunas semanas de gobierno golpeando la mesa. Dicha crisis deriva de innumerables factores sociales, económicos e históricos nacionales e internacionales, de la mismísima concepción estructural otorgada al Estado, de una dialéctica de la organización social y política superada por los nuevos tiempos, pero que sigue rigiendo la vida nacional, con inumerables carencias y deficiencias en ejercicio. Pero, prácticamente nadie se refiere a ello. Tampoco que el  estallido social fue la expresión clara y contundente de la existencia de dicha crisis de autoridad en nuestra sociedad.

Una crisis de autoridad significa la existencia de un conflicto no resuelto entre el poder asignado a un organismo social y los seres humanos del cual emana y que lo conforman, es decir, cuando el consentimiento que le dio lugar se ha debilitado o ha dejado de existir y se requiere crear uno nuevo. Sabemos que el nuevo gobierno está altamente decidido a acometer las tareas de rectificación en dicho sentido y que confía grandemente en los resultados del trabajo de la Convención Constitucional para ello. La tarea de ésta es justamente establecer nuevas formas estructurales para el Estado y nuevas normas para el ejercicio del poder, las que deben ser consensuadas por la comunidad nacional. Por tanto, restablecer la fallida autoridad es una tarea social de largo y prolongado aliento para el Estado y toda la ciudadanía.

Enfrentar las múltiples problemáticas que conciernen al ministerio de Interior, todas ellas de gran trascendencia para la vida ciudadana, implica tareas de enorme complejidad que no pueden plasmarse bajo el arbitrio de urgencias en el tiempo ni de soluciones de frágil entramado. El presidente Boric ha dicho acertadaamente: ”Vamos lento porque vamos lejos”.

La actitud coincidente y simultánea de los medios de comunicación y de personajes públicos preferentemente del espectro político de derecha, siempre prontas para el ataque acerbo y ojalá demoledor referidos al asunto que comentamos y a otros propios del nuevo gobierno, hace difícil diferenciar entre lo que podría ser una apreciación objetiva de los hechos y una clara apelación a ”reponer la autoridad y el poder político del Estado”, sin mayores consideraciones. Tendríamos en este caso, un indolente, peligroso llamado a adoptar el inútil y criminal recurso de la represión, forma ideal para el desprestigio definitivo de un gobierno que recién asume, contrario por principio al ejercicio de la violencia.

Sin embargo, la guerrilla comunicacional contra el nuevo gobierno, ha comenzado y es necesario ir perfilando ya un objetivo preferente y más propicio para el desgaste y el descrédito en una contienda de largo aliento. No hay otro mejor que Izkia Siches, vinculada directamente al primer Mandatario y cabeza señera del cuerpo ministerial. Expuesta potencialmente a mayor cantidad de incidencias que otros miembros del gobierno. El acuerdo tácito para hoy y para mañana no puede ser otro que: ¡Fuego contra Izkia!

 Por Elias Vera Alvarez

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