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lunes, 27 de junio de 2022

La derecha jamás pelecha

    

En las elecciones presidenciales de 1938 triunfó Pedro Aguirre Cerda, candidato del Partido Radical y del Frente Popular. En aquella época, circuló una hoja impresa, de las tantas que se vendían o se regalaban en las calles, mercados o en las estaciones del tren. En ella se apoyaba a Pedro Aguirre Cerda y se incluía un poema satírico, bajo la firma de “Soy del pueblo”. Causó escozor e indignación entre los adherentes a Gustavo Ross Santa María, candidato de la oligarquía. Es decir, de los amarillos de esa época. Se pensaba que detrás de ese seudónimo se hallaba un famoso poeta que, por razones obvias, ocultaba su identidad.

 

“Versos para el Pueblo rumbo a la Moneda”

Yo soy del pueblo y con orgullo lo digo

Y no de los sinvergüenzas de la derecha

Querido compañero y amigo,

Que siempre cosecha y cosecha,

Para vivir a expensas del pueblo que pelecha.

Como jamás está feliz y satisfecha

De tanto robar y robar, se apresura y cohecha

Pues le anima, a que siempre haya una brecha,

Entre ricos y pobres sin una chaucha

Bien lo sabemos, que esta derecha,

Desde sus palacetes, a diario nos acecha,

A quienes vamos por don Pedro Aguirre Cerda a votar,

El candidato del pueblo y el mejor hasta la fecha,

Entre tantos sinvergüenzas, amigos de robar.

 

Ochenta y cuatro años después, esa misma derecha, que se disfraza de demócrata y se hace trenzas de Rapuncel, aunque le seduce vestir atuendos de virgen necia, gime y lloriquea.

Movida por ansias de poder, dice que votará por rechazar la nueva Constitución, pues alega ser defensora de la libertad. Como manipula el significado de libertad y utiliza el concepto de democracia a su amaño, se las ingenia y crea en estos días, una enrarecida atmósfera de incertidumbre. Revolver el gallinero.

Como ha vivido desde siempre, metiendo el cuco a los cambios sociales, jamás los ha aceptado. Los desprestigia y recurre a los golpes militares, si ve amenazado sus intereses de clase, para mantener el orden, es decir, sus privilegios. Las votaciones del 2021, donde la derecha fue apabullada, la ha sumido en la peor congoja de este siglo. Ni Sebastián Sichel ni José Antonio Kast, lograron encantar al pueblo.

Entre los adeptos de la derecha, se sitúan conspicuos dirigentes, enquistados en las altas esferas del poder económico y político, juntos, pero no revueltos, a los advenedizos de siempre. Por antonomasia y oportunismo, escaladores sociales.

En su mayoría, sujetos provenientes de las capas medias, nietos de vendedores ambulantes, que ansían blanquearse. Codearse con personas vinculadas a la gente chic, que no los invita ni a las bodas, ni a los cumpleaños de la familia. Quizá, a la inauguración de una exposición de pintura, donde expone alguna sobrina díscola.

 

La nueva constitución que en septiembre se va votar, si se aprueba, debe llamarse de “La esperanza, construyendo futuro”. No recuerdo dónde leí este título, que como buen plagiador rescato. Homenaje a quienes, desde siempre, han luchado por la grandeza de Chile y no de las castas privilegiadas, es decir de los saqueadores.

Esta Constitución democrática, no redactada por iluminados, ni gente ociosa, les quita el sueño a personajillos, que se llaman amarillos, integrados por aduladores de la oligarquía. Avanzada de una derecha agazapada en el poder. Siempre plañidera, acostumbrada a llorar si llueve o sale el sol.

Mientras tanto, los infelices —¿Dónde he escuchado esta palabreja que algo me dice?— se organizan como amarillos, donde hay pensadores, filósofos, escribidores, rastreros y un largo etcétera.

De no sobrevenir un inesperado Diluvio Universal, pienso que vencerá el apruebo. Se ve como una solución digna, democrática y necesaria, donde todos pueden opinar, si emiten su voto en septiembre. Nada de encerronas, artimañas o resultados brujos.

 

Por Walter Garib

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