Vistas de página en total

lunes, 20 de junio de 2022

OPINIÓN POLÍTICA Vivir de las sobras

     

Recoger desperdicios de comida desde los tarros de la basura, comenzó a ser un hábito durante la dictadura. Morigeró durante algunos gobiernos de la concertación. Sin embargo, durante la administración del empresario y gurú de las finanzas, Sebastián Piñera, regresó la ignominiosa práctica. Mendigos acompañados de niños, pululaban en torno a estos contenedores, donde la ciudad evacúa el vientre.  El creador del oasis de paz, de los tiempos mejores, vivió en las nubes. Aunque se trate de una metáfora, sólo pensaba en enriquecerse junto a sus paniaguados. Obsesionado por convertirse en el hombre más adinerado del país, solo pensaba en su fortuna. En su visita a China, se hizo acompañar por Cristóbal y Sebastián, dos de sus hijos. Papá no podía ir de visita, sin la colaboración familiar. Alguien de la delegación presidencial, dijo que los niñitos querían conocer la Muralla China.

Ahora, las escenas de miseria que se remontan a la época de la dictadura, han vuelto a ser una lacerante realidad en nuestro tiempo. Hoy, esa vergüenza la hereda el gobierno de Gabriel Boric. Como si las alcantarillas estuviesen bloqueadas, se destapan de golpe, en medio del escándalo. La purulencia brota de la herida, mientras ciertas capas de la sociedad, de esa sociedad satisfecha y ciega, continúa el festín. Desde luego, hurgar en los tarros de la basura de las clases pudientes, otorga una mejor cosecha de cualquiera recolección. Los medios de comunicación de los amarillos, financiados por la oligarquía, presentan esta miseria galopante, como responsabilidad del actual gobierno. “Nació a causa del populismo y de quienes desean repartir, lo que no les pertenece”, alega un senador de la UDI, atormentado por venir del medio pelo.

Un canal de televisión, cuya orientación derechista es de sobra conocida por su amarillismo, se encarga en exponer esta vergonzosa realidad. La ha presentado en dos oportunidades de una manera tan descarnada, que conmueve incluso, a quienes tienen una piedra en vez de corazón. Muestra a una mujer acompañada de su pequeña hija, recogiendo frutas y legumbres desperdiciadas y algo podridas, al concluir una feria. Ambas seleccionan lo menos pútrido, después de un minucioso análisis. Llevan un carrito donde colocan su triste cosecha y la mujer explica que, debido a la carestía y la inflación, se ha visto forzada a realizar esa práctica. Es joven y viste con esa dignidad pobretona de la marginalidad. ¿Dónde vive? No se dice. ¿Trabaja acaso? Alega estar cesante y abandonada por su pareja.

Es conocida la investigación que realizó la alcaldía en una ciudad europea, de cuyo nombre no me acuerdo, para saber que se arrojaba a la basura. En los sectores más acomodados, los desperdicios de comida, bien podían dar de comer al resto de la ciudad. Ni hablar de las ropas, utensilios y otros objetos casi nuevos, que iban a parar al basurero. La grotesca opulencia, el lujo desmedido, la pertenencia de objetos materiales, obnubila a todo grupo social, donde anida el privilegio. Al sentirse intocables, extienden sus ansias de poder.

He aquí la despiadada realidad al implementarse políticas equivocadas, destinadas a combatir la pobreza, en sus amplias variantes. La responsabilidad debe atribuirse a los sucesivos gobiernos, que no supieron a tiempo, atajar esta desvergüenza. ¿Cobardía o ceguera? Algunos, empeñados en defender el modelo capitalista, otros a atenuarlo y a realizar una suerte de cosmética barata. ¿Falta de coraje, inexperiencia o permisividad? Igual, sintieron idolatría por el modelo y lo defendieron, como si fuese la panacea. El aguacero, el Diluvio Universal, ha caído sobre el actual gobierno, y las voces se multiplican para denostarlo.

De ahí, surge la tarea que hay que llevar a casa. Iniciar políticas destinadas a combatir la miseria, como prioridad. El hambre, habla el lenguaje descarnado de la urgencia.

 

Por Walter Garib

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores