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jueves, 15 de diciembre de 2022

Expertos

    

No cualquier es experto. Si usted, por ejemplo, necesita quien le repare una avería en la cocina, pues llama a un experto. Es decir, a un gásfiter o plomero, si no le agrada la expresión inglesa. Igual si se trata del televisor o un desperfecto en el baño. Si me refiero a este sagrado lugar, donde se hacen las íntimas abluciones diarias, sean destinadas a purificar el cuerpo o a desprenderlo de miasmas, se debe a una desgraciada experiencia personal. Sentado al trono, donde uno imagina ser rey por algos instantes, al concluir mi labor, pulsé el botón del retrete. Se produjo un ruido ensordecedor, como de ultratumba y para mi desgracia, el contenido de mi evacuación se esparció por el baño.

Hablar de las consecuencias personales, en nada ayuda a entender a los expertos. Sean atildas personas o modestas, dedicadas al oficio de reparar artefactos domésticos. Desde luego, llamé a una persona idónea, cuyo oficio es destapar las descargas, sean humanas o de otra naturaleza.

Cuando vi en televisión el arreglo político, que algunos han llamado cocina, destinado a redactar la nueva Constitución, pues recordé mi real experiencia. Como a diario vivimos de ellas, sean gratas o ingratas, hice las comparaciones del caso y descubrí, enormes similitudes. Estos expertos deben ser cocineros o chef de cocina. En Chile, abundan y hasta han ganado premios internacionales. Nada de aquellas personas que, en las huelgas o protestas masivas, instalan ollas comunes y preparan guisos populares. De una constitución propuesta al principio, que poseía bondades, ahora se quiere derivar en la exquisitez, donde bien puede resultar un guiso insípido. Sin olor a pueblo; alejado de nuestra realidad, moviéndose entre vericuetos y saltando de piedra en piedra. Al final, prevaleció la cocina de elite. Sometida al gustito de la oligarquía, cuyo olfato no acepta el tufillo a guatitas a la jardinera, un guiso de charquicán o patitas de cerdo.

A esta cena opípara o comilona, donde se servirá langosta, perdices rellenas con trufas, caviar, ostras y delicias a destajo, no está invitado el populacho. Debe mirar desde lejos, el brindis de los expertos, quienes, mientras engullen y beben vinos de selección, se abrazan y entonan el brindis de la Traviata de Verdi. La música, siempre ha sido un estímulo para quitar las penas del espíritu. Qué fiesta se nos viene encima, queridos patipelados y vendedores ambulantes. Tributo a los tiempos de holganza y dispendio, para demostrar hasta el infinito, que en Chile, mandan los de siempre. En estos casos, debemos resignarnos y esperar 50 o más años, para elaborar una nueva Constitución. De nosotros no quedará ni el polvo, sin embargo, confío en las generaciones futuras, que sí sabrán redactar, una constitución de verdad.

 

  Por Walter Garib

 

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