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viernes, 2 de diciembre de 2022

OPINIÓN

 

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Fútbol, derechos humanos y política: la complicidad de la FIFA

por  2 diciembre, 2022

Fútbol, derechos humanos y política: la complicidad de la FIFA
La historia del fútbol es una historia política: a pesar de que la FIFA reniegue y prohíba las manifestaciones, la política está siempre presente y esta vez el acto de censura más importante por parte de dicha organización ha sido prohibir formas de protestas que aludan a las violaciones de derechos humanos en Qatar, lo cual es más que una simple censura, es un signo de complicidad con los crímenes que se cometen en el país anfitrión del Mundial. Mantener el respeto irrestricto por los DD.HH., además de ser un acto político importante, es una acción humana necesaria en cualquier circunstancia y en cualquier país.

El fútbol mueve pasiones y genera efervescencia en sus fanáticos; por otra parte, la política también es capaz de ser apasionada y mantener esa efervescencia entre adherentes de una misma ideología. Pese a las similitudes reunidas entre ambos fenómenos, la FIFA ha intentado mantener al margen la política, desconociendo que el fútbol también resulta un acto político y de cohesión social. Es sabido que el mundial de Qatar ha sido polémico desde antes que se iniciara la actividad deportiva, y no ha sido precisamente por fútbol, sino por política y derechos humanos (DD.HH.).

Qatar es un Estado soberano con un régimen monárquico. El país tiene un flujo migrante alto, proveniente principalmente de India y Bangladesh, debido al boom económico del país hace algunos años. Distintas organizaciones de DD.HH. han acusado a Qatar de violar sistemáticamente los derechos de sus habitantes, y de mantener condiciones críticas para los migrantes en el país. Por ejemplo, Human Rights Watch (HRW) indicó robos de sueldos, trabajo forzoso, muertes y lesiones, todo esto en el marco de construcción de infraestructura para el Mundial de fútbol.

Pero no solo han sido migrantes quienes han visto vulnerados sus derechos humanos, sino también las mujeres, a quienes la ley qatarí les impone una tutela masculina para todos los aspectos de su vida: estudiar, viajar, trabajar, casarse, todo debe estar autorizado por un hombre de su familia. Además, HWR acusó en un informe de 2021 que el sexo fuera del matrimonio es penado con cárcel y que las denuncias por violaciones son tomadas como confesión. También son vulnerados los derechos de las diversidades sexogenéricas con detenciones arbitrarias, penas de cárcel, golpizas y acoso sexual, y no bastando con eso, también se han delatado terapias de conversión respaldadas por el Estado.

Pero la FIFA, lejos de hacerse parte de las denuncias hechas por organismos internacionales, ha mantenido una postura de censura al respecto, prohibiendo los “actos políticos” en los partidos de fútbol. Pero estos actos políticos a los que se refiere la FIFA no son nuevos y han sido parte de la historia del fútbol: manifestaciones por desigualdad racial, hinchadas con lienzos políticos y la participación fuera de los estadios en actos ideológicos, han sido parte de la historia del fútbol. En Chile, por ejemplo, un acto clave fue el “partido fantasma”, en donde en la dictadura de Augusto Pinochet, la selección de la Unión Soviética no se presentó al encuentro en el Estadio Nacional, por ser un centro de tortura.

La historia del fútbol es una historia política: a pesar de que la FIFA reniegue y prohíba las manifestaciones, la política está siempre presente y esta vez el acto de censura más importante por parte de dicha organización ha sido prohibir formas de protestas que aludan a las violaciones de derechos humanos en Qatar, lo cual es más que una simple censura, es un signo de complicidad con los crímenes que se cometen en el país anfitrión del Mundial. Mantener el respeto irrestricto por los DD.HH., además de ser un acto político importante, es una acción humana necesaria en cualquier circunstancia y en cualquier país.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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