El 11 de septiembre de 1973, con la destrucción de la institucionalidad, truncó las vivencias de a lo menos tres generaciones y dio comienzo a una etapa oscura de genocidios y de terrorismo de Estado, que destruyó vidas a través de crímenes masivos. Ha condicionado un presente de neoliberalismo y abusos por décadas al pueblo chileno. También fue el comienzo de una activa resistencia de luchadores sociales. Cincuenta años después, insuficiente debates y análisis sobre lo ocurrido, nos encuentra con demandas inconclusas, incumplidas y mucha ausencia de participación ciudadana.
Así, como el 4 de septiembre de 1970 representó un hecho de relevancia histórica, por el triunfo electoral de Salvador Allende y la Unidad Popular. Para el mundo un proceso revolucionario y novedoso de carácter inédito para la época, con gran entusiasmo y protagonismo popular, que se definió como la “Vía Democrática y Constitucional hacia el Socialismo”.
Pero la alegría del pueblo, trajo consigo el asesinato del jefe del Ejército, el general René Schneider, por parte de un comando cívico militar de ultraderecha, financiado por el gobierno norteamericano para evitar que Salvador Allende asumiera la presidencia.
Al contrario, el genocida golpe de Estado, que concluyó en una dictadura cívico-militar. Al conmemorarse el próximo 11 de septiembre de 2023, el quincuagésimo aniversario del golpe de Estado, que derrocara al gobierno constitucional y asesinara la democracia, causó profundos trastornos y una enorme tragedia social.
Hace cincuenta años le usurparon la soberanía popular al pueblo, instalando a sangre y fuego una sanguinaria dictadura cívico-militar que duró hasta 1990, para apropiarse del patrimonio nacional, exterminar y destruir las organizaciones populares.
Según la dictadura el golpe era para restaurar la institucionalidad quebrantada. Se agregaban venganzas privadas de la clase patronal contra los trabajadores y sus familias. Secuestros y asesinatos fuera del país como la Operación Cóndor. Las concesiones plenas de las riquezas básicas del país al gran empresariado. Fue la época del PEM y el POJH, como un abuso salarial a miles de trabajadores. El comienzo del consumismo y proscripción de cualquier pensamiento disidente.
El 11 de septiembre de 1973, día gris y amargo, los golpistas atacaron La Moneda con artillería, infantería, carros blindados, aviación, bombas lacrimógenas. El Presidente Allende y sus leales escoltas y colaboradores, contuvieron y enfrentaron por algunas horas, a lo que nuestro compañero calificó como la felonía, la cobardía y la traición. Los golpistas no sólo querían asesinar a Allende y al pueblo organizado que lo apoyaba, sino que trataron de asesinar su imagen, sin lograrlo. Salvador Allende, es fidelidad a los compromisos empeñados con consecuencia y valor.
Salvador Allende, forjador del cambio social, enfrentó con decisión y consecuencia el sistema de dominación oligárquico. Muchos de sus compañeros formaron parte de la izquierda perseguida, torturada, masacrada y/o hecha desaparecer y que fue sometida al exterminio enfrentando los desgarros y estremecimientos producto de las torturas, crueldades, opresiones, humillaciones, manipulaciones, dolor, opresión, los aullidos y gritos viscerales y guturales, aterrorizar a los secuestrados. Discontinuaron la convivencia ciudadana y los valores humanos. Se trataba de convertir a la ciudadanía en prisioneros del miedo.
Las acciones conmemorativas y la revitalización historiográfica, cobrará sentido al valor del compañerismo, el compromiso y la entereza, de los que ofrendaron sus vidas por una sociedad mejor, como nos indicara el heroico compañero, Salvador Allende.
Los 50 años nos encuentra con sectores partidarios de terrorismo de Estado, que negaran crímenes y abusos. Con sectores que creen en un falso reencuentro entre torturadores y torturados, entre criminales y masacrados. El gobierno pretende una conmemoración “ni nostálgica ni polarizante”, sea transversal y alejada de una lógica de “trincheras”, y tratarán de incorporar a las Fuerzas Armadas a esta conmemoración, sin que respondan por el destino de los Detenidos Desaparecidos.
Los sectores populares y las organizaciones de los Derechos Humanos tenemos el deber moral, ético y político de rendir tributo al compañero Presidente Salvador Allende, como al pueblo reprimido y los que ofrendaron sus vidas por la causa popular y libertaria del pueblo.
Por Ricardo Klapp Santa Cruz
No hay comentarios:
Publicar un comentario