La historia oficial relata que el cuerpo de Salvador Allende fue sepultado de manera secreta en el cementerio Santa Inés de Viña del Mar y a este sepelio clandestino, donde depositaron su cuerpo en el mausoleo de la familia Grove Allende, solo asistió su viuda, Hortensia Bussi y un par de familiares más, junto a una comitiva de uniformados golpistas.
Pero hay una historia desconocida, que guarda relación con un grupo de pobladoras y pobladores de Santa Inés y otros sectores aledaños, quienes al enterarse de esta maniobra acudieron hasta el cementerio Santa Inés, conscientes de los riesgos que esto significaba, a despedir al Presidente Salvador Allende Gossens, llegando hasta el mausoleo de la familia Grove Allende pocos momentos después que habían enterrado su cuerpo.
El compañero Presidente, como cariñosamente lo llamaba el pueblo, tuvo, por lo tanto, un funeral popular y estos dos testimonios recogidos recientemente y que reproduzco más adelante, son un importante trozo de memoria de resistencia popular que tiene un gran valor en estos momentos, puesto que en septiembre próximo se conmemorarán los 50 años del golpe civil militar del 11 de septiembre de 1973.
Cabe resaltar que el mausoleo donde fue sepultado en forma clandestina el cuerpo del presidente Salvador Allende permaneciendo allí sin ninguna placa que señalara su presencia en dicha tumba hasta septiembre de 1990 cuando su cuerpo fue trasladado al Cementerio General de Santiago- siempre fue visitado y las personas que acudían allí lo hacían en forma muy reservada hasta mediados de la década de los 80 cuando este lugar se transformó en el epicentro de las conmemoraciones del 11 de septiembre en la Quinta Región. En el Boletín Codepu V Región N°28, de septiembre de 1986, se consigna en una nota lo siguiente: “Acá en la región, el día 11 de septiembre, se llevó a efecto una romería a la tumba del último Presidente de Chile elegido democráticamente: SALVADOR ALLENDE. Esta romería comenzó más o menos a las 09 horas y se prolongó por más de cinco horas. Frente a la tumba se sucedieron pobladores, dirigentes políticos, trabajadores, estudiantes, mujeres y niños. La Canción Nacional fue entonada en varios pequeños actos; hubo consignas y panfletos. Fue la romería por la democracia de este Pueblo Rebelde que no se rinde y que lucha por su dignidad. Rodeados por Infante de Marina, Fuerzas Especiales y CNI, fueron a rendir a Salvador Allende el homenaje de un pueblo, que aún bajo Estado de Sitio, avanza con paso firme y se enfrenta al dictador.”
Hasta el día de hoy –aun cuando el cuerpo del presidente Allende ya no está acá en el cementerio Santa Inés- sigue siendo un sitio de memoria donde las compañeras y compañeros acuden todos los 11 de septiembre para realizar actos en homenaje al compañero presidente. El año 2022 no fue la excepción y alrededor de trescientas personas se dieron cita en el mausoleo de la familia Grove, para rendir homenaje, una vez más en ese lugar, a Salvador Allende.
Beatriz Flores tenía 13 años en septiembre de 1973 y vivía con su familia en las vecindades del cementerio Santa Inés. Ahora, en marzo de 2023, mientras observa unas fotografías de los actos conmemorativos realizados frente a la tumba donde estuvo el cuerpo de Salvador Allende, esta compañera enfermera no puede dejar de emocionarse y unas pequeñas lágrimas que intenta en vano disimular, caen lentas por sus mejillas. Respira pausada y profundamente antes de comenzar a relatar lo siguiente:
“Nosotros con mi familia vivíamos en Santa Inés en aquel momento, un barrio popular, muy comprometido con el gobierno popular. Éramos muchas poblaciones de trabajadores, la población Municipal, Sedamar, Sederías, la Textil, era, literalmente, un cerro de trabajadores. Por eso nosotros, mi hermano menor y yo, abrimos los ojos a la vida, a lo que estaba pasando en el país, primero con la campaña de Allende y luego con el Gobierno Popular, con todo el compromiso que Allende tenía en su Programa, junto con su equipo de trabajo, hacia los niños, así es que nos sentíamos realmente partícipes. Tanto era nuestro compromiso, emocional, afectivo, intelectual, que nosotros percibíamos el 73 que el golpe de Estado venía.
Yo tenía 13 años, mi hermano 10 y sabíamos que el golpe venía, como te decía, y sabes por qué, porque hubo un evento poco antes del golpe que fue la prisión y tortura de los marinos constitucionalistas, porque las mamás y esposas de dos o tres de ellos fueron a nuestro cerro y dieron su testimonio. Tengo la imagen, tengo la “foto” en mi cara, de las señoras, una de ellas mamá de una amiga mía que también ahora es enfermera, y mi mamá, sentadas escuchando y las dos con una cara de desazón, de dolor, de pena, de angustia tremenda. Esto fue un 31 de agosto del 73 y entonces pensamos que el golpe estaba cerca.
Se viene el día 11 de septiembre, nosotros logramos escuchar por radio el último discurso del Presidente, el Compañero Presidente. Mi mamá se había ido a un local, un Centro de Madres me parece que era, donde tenían que reunirse las fuerzas vivas de la población, así es que nosotros estábamos solos los tres hermanos y escuchamos por la radio el último discurso. Todavía hoy al recordar esto me da mucha pena.
El día 12 de septiembre parto muy temprano a hacer una fila para comprar pan, bajo por una escala, la escala de Sandrico que nosotros llamábamos, y cuando voy a cortar hacia la calle San Antonio, desde el frente, un uniformado, hace un golpe muy seco con las manos y me hace un gesto, que me de media vuelta y me vaya. Entonces me doy la vuelta por la calle Calera, que era una calle chica, y avanzo por San Antonio sin mayor inconveniente y llego a una panadería. Me pongo en la fila, había un milico joven que nos hacía pasar de a diez. Salían diez personas y entraban otras diez a la panadería. Entré, compré y salí rápido.
Cuando vuelvo a la casa mi mamá está muy inquieta, muy agitada, cosa rara porque mi mamá era una mujer muy tranquila, y me dice está corriendo un rumor en el cerro que trajeron a Allende al cementerio. Nosotros sabíamos que Allende estaba muerto, lo habíamos escuchado en una radio. Entonces mi mamá me dice que como traen el cuerpo de Allende ella va al cementerio, entonces yo le digo voy contigo mamita. Esto debe haber sido tipo diez y media de la mañana. Partimos las dos y se nos suma mi hermano chico, de diez años, dice yo también voy, pero me voy a ir con otro niño, un amigo de él.
A medida que nos íbamos acercando al Cementerio Santa Inés vemos que iba mucha gente hacia allá, no éramos las únicas, era gente de todas las poblaciones de Santa Inés, a lo mejor también de la población Libertad y a lo mejor un poco de Gómez Carreño.
Yo calculo que serían unas doscientas personas y todas caminando hacia el cementerio en patota, como una marcha. Me recuerdo que la gente conversaba despacio, casi en murmullo. Todos entramos juntos al cementerio. En ese momento no se veían milicos allí, así es que seguimos y entramos al cementerio. Incluso los sepultureros nos indicaban “por ahí para allá”. No había guardias, ni micros de pacos, pero sí habían andado paseándose por el cerro los marinos.
Era un ambiente tranquilo, con caras de pena, de dolor, pero tranquilo, no había llantos, no había gritos, nada de eso, hasta donde yo me acuerdo.
En un momento dado llegamos a un sector de tumbas y un mausoleo, y arriba del mausoleo veo a mi hermano con otro montón de niños. Así llegamos a la calle, por decirlo así, donde está la tumba de la familia Grove, al frente había una corrida de otras tumbas y luego venía una quebrada que salía hacia el sector de la población Libertad y al sector de Sausalito, por una maraña de arbustos y matas que había en la quebrada.
Por lo que recuerdo, y no creo estar equivocada, que cuando entramos por una puerta pequeña, que estaba al frente de las florerías, iban saliendo por otra puerta unos uniformados. Es decir que en esos momentos ellos se iban del cementerio.
Cuando llegamos a la tumba de la familia Grove y miramos, vimos toda la tierra removida. Hay un testimonio de la Tencha donde les dijo a los sepultureros “recuerden que el Presidente Allende está enterrado aquí”. Serían entonces los sepultureros los que hicieron correr la voz que Allende estaba enterrado en Santa Inés, eso se comentaba siempre en el cerro después.
Tengo entendido que llegaron muy temprano esa mañana con el cuerpo de Allende. Todo este proceso fue durante el toque de queda, por lo tanto, no había nadie más que algunos familiares y los uniformados cuando enterraron al Presidente Allende.
Cuando estamos frente a la tumba de la familia Grove llega mi tío Sergio, él era socialista, era Secretario del Alcalde de Viña, que también era socialista. Recuerdo que mi tío llegó de terno y con otras personas también bien vestidas. Me acuerdo que mi tío andaba con un terno negro con un pañuelito blanco en el bolsillo de arriba. En ese momento mi tío se saca el pañuelo y dice “compañeros, compañeras, el compañero Allende está enterrado acá, lo acaban de enterrar”. No sé si es mi imaginación, o es un recuerdo exacto, mi tío dice “no nos olvidemos nunca que él está acá, ahora váyanse a sus casas tranquilamente, porque no sabemos lo que puede pasar”, algo así.
En ese momento la gente empieza a sacar flores de otras tumbas y le empieza a poner flores a la tumba donde estaba Allende. Estamos en eso cuando nos rodean los pacos, no vi marinos ahí. Había un oficial alto, de ojos claros, que me impactó porque lo vi y percibí estar frente a un soldado nazi. El viene caminando en forma altanera, con el resto de los pacos atrás, empieza a hacer sonar chasquidos con los dedos, indicando a los hombres y diciendo “tú, pa’dentro, ¡llévenselos!”. Ahí toman detenido al papá de una compañera y empiezan a tomar detenidos a todos los hombres y ahí queda la desbandada.
Mi mamá me toma a mí, no sé si ella o yo temblaba más, o las dos igual, entonces me toma por el brazo y empezamos a salir, pero con una sensación de terror atroz, terrible. Era cerca de mediodía, porque nos quedamos un rato allá. La única persona que habló fue mi tío. No tengo muy claro si hubo gritos en homenaje a Salvador Allende. A mi tío se lo llevaron preso, junto a otros señores que venían tan elegantes como él.
Mi hermano, con todos los niños que estaban arriba del mausoleo y muchos pobladores que salen arrancando hacia la quebrada. Mi hermano me contó que se tiró rodando y se quedaron con otros amigos escondidos entre los matorrales como hasta las tres de la tarde y salieron por los muros de la población Libertad.
Ahora volviendo un poco más atrás, cuando vamos saliendo con mi mamá vimos que había milicos rodeando el cementerio y un conscripto debe haber sido, porque era muy joven, nos dice “¡ándate de aquí vieja de mierda y llévate a tu cabra chica!”, y me pone la metralleta en el cuello. Me acuerdo perfectamente que era un tubo así de unos doce a quince centímetros, lleno de hoyos negros. Fue una cosa tan impactante, porque además iba caminando al lado de nosotras y le pega un culatazo a mi mamá y a mí me pega en el trasero con la culata.
Lo que más recuerdo es que con mi mami no hablamos más en todo el camino de vuelta para la casa. Y yo siempre he sido muy buena para hablar.
A casi todos los hombres se los llevaron y no sé si se llevaron a mujeres, no recuerdo. El papá de mi compañera nos contó más cosas y nos dijo que a mi tío lo llevaron a La Esmeralda y al él al Silva Palma. Mi tío se llamaba Sergio Flores y a él le hicieron pedazos la espalda en esos días que estuvo detenido allí.
Ahí quedamos con el terror enterrado en la médula, pero nunca, nunca, durante los 17 años, dejamos de ir al cementerio a ver al compañero Allende. Íbamos a ver a mi abuelita que estaba enterrada allí y bajábamos hasta la tumba, pasábamos por ahí y la mirábamos, como éramos católicas decíamos una oración y seguíamos, siendo muy de izquierda, mi mamá era muy católica. No éramos los únicos, se notaba que había más gente que andaba en lo mismo.
Lo que más recuerdo, porque de repente nos topábamos con gente conocida, es que aprendimos a saludarnos con un levantamiento de cejas. Yo me emocionaba con eso, porque en ese movimiento, en ese gesto iba todo lo que sentíamos y queríamos expresar.
Siempre había milicos o marinos en los alrededores, como detrás de los mausoleos o de los arbolitos.
Me acuerdo ahora de una vez que andábamos en el cementerio con mi papá, por ahí por el año 84-85, el 11 de septiembre, y los pacos lo rodearon completamente e incluso entraron al cementerio tirando lacrimógenas, pegando palos para todos lados y tomando detenidos. Con mi papá logramos arrancar y corrimos por la subida Quillota hacia la calle San Antonio esa vez.
Después que terminó la dictadura seguimos yendo con mi mamá a visitar la tumba de Allende, hasta que ella murió. Cuando dejó de ser feriado el día 11 y caía en un día laboral no podía ir, pero yo, todos los 11 de septiembre, me visto de color negro.
Hasta el día de hoy me defino como allendista, de izquierda y allendista.”
Por otra parte, Octavio Peña, poblador del Campamento Salvador Allende (actualmente población Glorias Navales), obrero de la construcción, ex dirigente de la ODEPO, para septiembre del año 1973 tenía 24 años y, en relación con el funeral del presidente Salvador Allende, manifiestó lo siguiente:
Respecto al entierro de Allende en el Cementerio Santa Inés, que se hace en forma secreta el 12 de septiembre del 73, casi de madrugada, ¿qué me puedes contar, fuiste ese día al cementerio?
“Sí po’, el 12 de septiembre trajeron en forma clandestina el cadáver del compañero Allende para enterrarlo. ¿Cómo se supo eso?, fue porque comentaron que lo traían y lo iban a enterrar en la tumba de la familia de él, que eran familiares del Marmaduke Grove también.”
¿Vino un grupo del campamento Salvador Allende al cementerio ese día?
“Si, vinimos un grupo de la Salvador Allende para acá, eran de los que no andaban tan escondidos, que no pasaron a la clandestinidad altiro el 11. Se juntó un resto de gente esa mañana ahí. Y de repente habló un compañero, pero fue algo como que no estaba planificado.”
¿Cómo se vinieron desde la Salvador Allende hasta el cementerio Santa Inés?
“En el camino, en el trayecto desde el campamento hacia el cementerio había milicos, pacos y marinos, entonces nosotros nos fuimos por unas quebradas, donde ahora está lo que se llama el Parque Caupolicán, por unas quebradas con matorrales de moras y otros arbustos, por ahí nos fuimos escondidos de los milicos.
Estuvimos un ratito no más y había que irse rápido porque estaba complicada la cosa y uno no podía arriesgar tanto tampoco. Si bien nosotros trabajábamos en lo social igual había que cuidarse. Entonces lo primero que había que hacer era mantenerse vivo.”
La historia oficial siempre ha sostenido que el cuerpo de Allende fue enterrado en forma muy reservada, con la presencia de solo algunos miembros de su familia presente, algunos uniformados y nada más, pero con esta historia, con el relato tuyo y de la otra compañera, Beatriz, se da a conocer que la gente del pueblo, los Allendistas, por así decir, vinieron a despedir al compañero Presidente, es decir, el pueblo lo despidió y de alguna manera le hizo un funeral…
“Claro, eso fue así, hubo gente allí presente y se despidió al compañero Allende, de una manera silenciosa podemos decir, pero igual estuvimos un grupo de gente despidiéndolo, porque los sepultureros pasaron el dato que traían el cuerpo de Allende, porque dentro de esos trabajadores había también compañeros que conocíamos.”
¿Los años siguientes siguieron visitando la tumba de los Grove, donde estuvo enterrado el cuerpo de Salvador Allende hasta el año 1990?
“Claro, después, en los años siguientes, igual íbamos al cementerio los días 11, pero, ¿cuál era la estrategia?, pasar piola y hacer como que uno andaba visitando otras tumbas y te ibas acercando de a poco hasta pasar por el frente de la tumba donde estaba el compañero Allende. Así seguimos yendo siempre al cementerio los 11 de septiembre, pero eran grupitos que se movían y se acercaban y de repente alguien improvisaba algunas palabras, pero nada planificado. Cuando llegaba la repre y había que arrancar, nosotros nos íbamos por una quebrada hacia la población Libertad, saltábamos las panderetas y por ahí arrancábamos para arriba, de vuelta para la Salvador Allende, La gente de esa población era muy solidaria, porque nos avisaban si había pacos o milicos en algún lado.”
De los testimonios aquí reproducidos se puede concluir que el Presidente Salvador Allende si tuvo un funeral popular en septiembre de 1973.
¿Recuerdas cuando se hace un acto masivo en la tumba de Allende?
“Claro, me recuerdo que fue cuando se cumplieron 10 años del golpe, el año 83 y ahí se hizo una primera marcha de todos los que iban al cementerio y marchamos desde el mismo cementerio en Viña hasta Valparaíso, hasta la Plaza Victoria. Yo calculo que esa vez salieron del cementerio unas 300 personas, más o menos, y después casi llenamos la Avenida Pedro Montt, porque en el camino se iba sumando gente.”
¿Todavía sigues yendo en septiembre al cementerio Santa Inés, a pesar de que ya no está el cuerpo del compañero Allende allí?
“Claro, cuando coincide que estoy acá en la zona ese día y no me toca trabajar en la construcción, siempre trato de ir a visitar la tumba y rendirle un homenaje al compañero. Ahí debe quedar algo de su energía. Yo sigo siendo poblador de la Salvador Allende, por mucho que ahora la llamen oficialmente como población Glorias Navales. Para nosotros los que partimos viviendo allí a partir de la toma sigue siendo la Salvador Allende. Y el colegio del lugar se llama también Salvador Allende”
Con los testimonios anteriormente entregados se puede concluir que el presidente Salvador Allende si tuvo un funeral popular el 12 de septiembre de 1973
Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 18 mayo 2023
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