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lunes, 29 de mayo de 2023

OPINIÓN POLÍTICA Partido por la Democracia. «Hace ya tiempo que observo con consternación lo que ocurre con el PPD»

Un equipo que encabecé con Didier de St Pierre terminó de revisar las fichas de inscripción de ese partido en el verano de 1987 (un 10% venía con problemas), recolectadas en plena dictadura en muy breve tiempo en todo Chile por diversos colectivos, y las llevó al Servicio Electoral, culminando su nacimiento en un esfuerzo épico.

 

En ese proceso estuvo, junto al Mapu y sectores ex radicales y ex comunistas, el liderazgo incipiente de Ricardo Lagos, que nunca se sintió cómodo en Partido alguno pero era entonces que expresaba con más claridad sus ideas de izquierda, y el PS Núñez, de cuya dirección yo formaba parte.

 

Ese grupo estuvo en el origen de la idea de intentar derrotar a la dictadura en el plebiscito de 1988, después que las protestas de 1983-86 y el atentado a Pinochet en 1986 no lo lograron. Se debía llamar a la inscripción masiva en los registros electorales e inscribir un Partido instrumental que permitiera controlar los resultados en las mesas de votación, amparado en la legalidad, junto al PH, que había hecho lo propio, y al PDC, que también lo hizo.

Como se sabe, esa estrategia fue exitosa y personalmente estuve a cargo, con otros, del recuento paralelo de votos mesa por mesa que nos habilitó a disputar hasta el último rincón de Chile el triunfo que Pinochet quería desconocer.

En 1989, el PS se reunificó (en diálogos finales muy cordiales entre Clodomiro Almeyda y Jorge Arrate de los que fui testigo) e ingresó de lleno al gobierno, al caer el muro de Berlín e iniciarse la transición democrática, luego de haber estado dividido entre un sector que reivindicaba su carácter nacional-popular y democrático y otro que se alineó con el Partido Comunista, la lucha armada y el bloque soviético, con sede en Berlín Oriental.

 

Ricardo Lagos, Jorge Schaulsohn, Victor Barrueto, Carolina Tohá, Guido Girardi, María Antonieta Saa, Sergio Bitar, entre otros, decidieron transformar al PPD de Partido instrumental en un Partido, digamos, de centro con guiños a la izquierda, que no se hiciera cargo sobre todo de lo que entendían era el peso negativo de la izquierda histórica.

 

Ricardo Lagos propuso que el PS se disolviera en el PPD, lo que éste no aceptó, dada su larga historia y su voluntad de reivindicar al allendismo. A algunos desde el PS unificado, por el que optamos, nos pareció que este proceso fue mal resuelto y que dividía a una izquierda que debía ser plural pero tenía que actuar en conjunto ante los grandes desafíos de la sociedad chilena, a lo que se agregaba la fractura con el PC de Gladys Marín, que estaba en posiciones de minoría cercanas a la ultraizquierda.

La década DC de 1990 estuvo, entonces, marcada por la ausencia de capacidad de alteración del status quo, a pesar de muchos esfuerzos diversos.

Procuramos una unificación progresiva entre el PS y el PPD, por la vía de una federación, que no resultó, pero que logró elegir a Ricardo Lagos presidente sin romper la coalición con la DC, lo que se hizo con mucho cuidado y se pareció bastante a la cuadratura del círculo.

Después de haber estado inicialmente en el gobierno, bajo mi presidencia del PS en 2003- 2005 constituimos una comisión política conjunta entre el PS y el PPD dirigido por Victor Barrueto y actuamos de manera estrechamente coordinada (con Schaulsohn y Tarud incluidos), junto a rearmar, lo que no fue nada de fácil, una alianza con el PDC dirigido por Adolfo Zaldívar.

Con el tiempo, en algunos sectores urbanos caudillos comunales se asociaron con el narcotráfico local para obtener recursos y aumentar su influencia interna en los Partidos, mostrando signos de corrupción, los que también ocurrieron con los financiamientos irregulares de campañas y la gestión de algunos servicios públicos. Esto afectó el ethos del PS y el PPD y su imagen ante la sociedad.

 

La falta de convicción de parte de su dirigencia en el combate a estos flagelos nos llevó a muchos a alejarnos, en mi caso del PS en 2016 después de más de 30 años de militancia y de haber sido su presidente.

 

Y procurando, por otro lado, abrir poco a poco el campo de entendimiento hacia el PC.

Un proyecto más a la izquierda no tenía todavía espacio en el escenario político y fui derrotado en el intento de conformar una fuerza coherente e institucional que lo apoyara, de lo que no me arrepiento para nada, pues en la actualidad está a la postre en desarrollo.

 

En suma, la dispersión PS-PPD y la fractura con el PC, que recién se logró superar en 2014 y dar lugar al gobierno de Bachelet II, lo que es un mérito de la ex presidenta, hizo débil a las izquierdas en la larga transición.

 

La lucha de las izquierdas por reconquistar el principio de mayoría, disminuir la desigualdad y aumentar los derechos sociales y el control sobre los recursos naturales, no tuvo fuerza suficiente desde 1990 frente a la derecha, y su mayoría institucional forzada por décadas, y frente a un centro dubitativo en sus opciones.

 

Más aún, una parte del PPD y del PS fue cooptada tempranamente por los intereses del gran empresariado (con propuestas como privatizar las empresas sanitarias, entregar Codelco a las AFP y flexibilizar aún más las relaciones laborales) y ambos Partidos perdieron todo interés por los temas económico-sociales de la izquierda, salvo en materia de derechos civiles.

 

La dispersión política, con sus respectivas ambiciones personales, creció y obtuvo respuestas autoritarias, lo que dio lugar al fenómeno de los díscolos de diversa índole.

 

Con el tiempo, en algunos sectores urbanos caudillos comunales se asociaron con el narcotráfico local para obtener recursos y aumentar su influencia interna en los Partidos, mostrando signos de corrupción, los que también ocurrieron con los financiamientos irregulares de campañas y la gestión de algunos servicios públicos. Esto afectó el ethos del PS y el PPD y su imagen ante la sociedad.

 

La falta de convicción de parte de su dirigencia en el combate a estos flagelos nos llevó a muchos a alejarnos, en mi caso del PS en 2016 después de más de 30 años de militancia y de haber sido su presidente.

Pero hay momentos en que subjetivamente no se puede más, y se privilegian los valores fundamentales y la independencia de acción.

El PS ha disminuido a la mitad su influencia electoral, pero ha seguido un camino favorecido por la fuerza de su historia. El PPD se fue transformando, en cambio, en una organización clientelar meramente adaptativa (una expresión más suave que la de, digamos, orientada por el oportunismo político, que también le sería aplicable) que fue de crisis en crisis por su gestión interna altamente vertical y con un liderazgo clientelar dominante encabezado por el ex senador Girardi, y con su líder natural, Ricardo, Lagos, que ha terminado siendo puente con el gran empresariado, promoviendo partidos de derecha como Amarillos o haciendo gestos a ex DC de derecha como Jaime Ravinet, en un curioso abandono tardío de su crítica a los intereses que representa la derecha.

El impacto de estos fenómenos en la sociedad dio lugar al nacimiento del Frente Amplio, que es sociológicamente y en las ideas principales muy similar al PS-PPD, pero de otra generación que no quiso sumarse, con razón, a la historia narrada.

El PS ha disminuido a la mitad su influencia electoral, pero ha seguido un camino favorecido por la fuerza de su historia. El PPD se fue transformando, en cambio, en una organización clientelar meramente adaptativa (una expresión más suave que la de, digamos, orientada por el oportunismo político, que también le sería aplicable) que fue de crisis en crisis por su gestión interna altamente vertical y con un liderazgo clientelar dominante encabezado por el ex senador Girardi, y con su líder natural, Ricardo, Lagos, que ha terminado siendo puente con el gran empresariado, promoviendo partidos de derecha como Amarillos o haciendo gestos a ex DC de derecha como Jaime Ravinet, en un curioso abandono tardío de su crítica a los intereses que representa la derecha.

 

Pero ha emergido ahora con toda crudeza la falta de solidaridad entre los miembros del PPD, algunos de los cuales solo están en política para disputar espacios de poder, por lo demás cada vez más menguados. Esto se ha traducido en los ataques a Carolina Tohá, la ministra jefa de gabinete del Presidente Boric, última figura emblemática con talento y fuerza de lo que pudo ser el PPD.

 

La motivación de quienes cuestionan a Tohá no parece ser muy sofisticada: se trata de alejarse del gobierno para reivindicar una identidad de «centroizquierda», que nadie sabe muy bien en qué consiste, y de «no pagar costos», como si terminar siendo solo el 3% del electorado no indicara que más vale compartir la suerte del gobierno, de su coalición bastante más amplia y sobre todo de sus objetivos de transformación de la sociedad.

 

Salvo que se quiera compartir la suerte de la derecha, ahora dominada por la extrema derecha. Pero eso si que ya no tiene nada que ver con lo que inspiró su fundación, en momentos tan dramáticos de la historia de Chile.

 

Por Gonzalo Martner

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