Atravesamos una coyuntura en donde la crisis integral del capitalismo persiste y las condiciones de vida de la clase trabajadora siguen precarizadas. La inflación en Chile mantiene niveles significativamente altos, haciendo que las alzas durante el primer trimestre se mantuvieran, por sobre todo en la salud y el transporte en el último mes. El desempleo sigue aumentando, y a su vez, de la población ocupada, lo que prevalece en el aumento del trabajo es el empleo informal, por ende, altamente precarizado. La reciente aprobación del proyecto de ley de un salario mínimo de aumento gradual a $500.000 no es suficiente para vivir, y, además, el gobierno aprueba recientemente una ley de jornada laboral de 40 horas que no es más que la puerta ancha a la flexibilidad laboral, que permitirá más precarización, más facilidad para los despidos, para la polifuncionalidad, promueve la autoexplotación y por ende se traduce en más miseria en la vida de las y los trabajadores.
En este escenario de crisis económica profunda, en donde la clase trabajadora y el pueblo buscan subsistir a diario, los esfuerzos por cerrar el ciclo de lucha vía pacto por la Paz y la Nueva Constitución se complejizan para la burguesía, debido a que el escenario político es inestable.
El día 15 de noviembre de 2019 se sella el pacto interburgués para relegitimar el orden y dominación a través de una salida democrática liberal a la crisis y al ciclo de lucha que se encontraba en su clímax con el alzamiento popular de octubre. Esta cocina es transversal al Bloque en el Poder, que va desde los fachos Republicanos hasta los menos que reformistas del PC, evidentemente pasando por el nuevo centro, UDI y RN, y los deslavados socioliberales del Frente Amplio. La retoma de la iniciativa política de la clase explotadora ha ido desarmando lo que estábamos construyendo, un movimiento popular que comenzaba a crearse y armarse de sueños, experiencia combativa, confianza en las masas y su violenta rebeldía. Sin embargo, parece ser que la Constitución como moneda de cambio no es suficiente para lograr el cometido de la relegitimidad y la dominación, y, por ende, la crisis no encuentra una salida aún.
Parte de esas complicaciones se explican en que, sumada a las paupérrimas condiciones de vida de la clase trabajadora y el pueblo, la mala educación, el colapso del sistema de salud o la crisis habitacional, además persiste la crisis de legitimidad del sistema político e institucional burgués. Esto se expresa en diferentes elementos. En primer lugar, la evidente desconexión entre las masas y sus necesidades con el gobierno y los partidos políticos tradicionales, que se expresa en los altos niveles de desaprobación tanto de Boric como presidente (65%), como del gobierno en general (53%). La aprobación de Boric es la más baja de los últimos tres gobiernos (Bachelet-Piñera-Boric) durante el primer año de gestión. Cabe cuestionarse si, debido a un alzamiento que puso la protesta en la calle como herramienta para resolver las demandas del pueblo, que se ve cooptada por la institucionalización vía proceso constituyente y que, finamente no se traduce en cambios concretos, ha profundizado la crisis de legitimidad, llevando al punto inclusive de un estado subjetivo entre las masas de apatía con la política institucional por no ser en ningún ámbito resolutiva. También la instalación del voto obligatorio como salida desesperada para la validación de la salida democrática, en realidad ha sido utilizada como castigo a la gestión de las distintas facciones entre los poderosos. El pueblo, no teniendo mayor claridad de que se tratan la cantidad de elecciones que nos han instalado, desconociendo a candidatos, y por, sobre todo, bastante desinteresado en el proceso mismo, ha expresado este descontento y desconexión con la política de los ricos en sus votos, pasando de una facción a otra en períodos cortos de tiempo.
La crisis política también es causa y efecto de otro elemento importante a considerar en la actual coyuntura, y es que asistimos al rápido fin del gobierno frenteamplista. El FA como guaripola de la burguesía, instala durante su campaña electoral un programa de gobierno con el cual asciende Boric al poder. Los discursos oportunistas como la “refundación de carabineros”, “el nuevo sistema de pensiones y No + AFP” o el “cuidado del medio ambiente”, rápidamente quedan atrás. En tiempo record se devela la verdadera cara y rol que vendrían a cumplir en el marco del plan de las y los poderosos: dar continuidad y administración al modelo de explotación y dominación capitalista, dejando atrás el programa inicial, quedando un gobierno vacío de contenido, identidad y proyección. Algunos ejemplos de esto son la desaprobación de proyectos de ley como la Reforma Tributaria y los obstáculos a la Reforma de Pensiones, y a la inversa, la firma del TPP11 y el mantenimiento del Estado de Excepción en el Wallmapu. Su política panfletaria y cosmética vinculada a la participación, feminismo y ecologismo no conecta con el sentir de las masas. La cesión del mando a la vieja Concertación, con el ascenso de Tohá, Elizalde, Montes, el rápido giro autoritario en la gestión, no solo por la militarización del Wallmapu, sino también con la implementación de la agenda de seguridad y la derrota electoral del “Apruebo/Rechazo” su posterior derrota electoral con los nuevos consejeros constitucionales, han mostrado este fracaso. Por último, todo esto ha permitido el caldo de cultivo para la proliferación de la ultraderecha y el fascismo en formato liberal, por lo que, nuevamente queda develada la farsa de “la lucha contra el fascismo” que se supone emprendería este gobierno.
En este proceso, y como continuidad de la iniciativa de la burguesía, se da paso a un segundo gran pacto del Bloque en El Poder, que va instalando una salida autoritaria al actual ciclo, el que se expresa concretamente en la Agenda de Seguridad como expresión del fortalecimiento del Estado Contrainsurgente, cuyo objetivo es criminalizar la lucha popular, marginar y aislar todo proyecto o alternativa revolucionaria en el seno del pueblo. Las condiciones objetivas actuales de la lucha de clases, permiten avizorar la factibilidad de la salida de las masas nuevamente a las calles. Es en este teatro de operaciones en el cual la “insurgencia” cobra total vida, ya no solo hablamos de la capacidad de las organizaciones del campo popular revolucionario y comunista, sino que el conjunto del pueblo en lucha que, volcado a las barricadas, marchas, saqueos, y enfrentamientos con los aparatos represivos del estado se transforme nuevamente en un actor beligerante y haga temblar los cimientos de la sociedad capitalista.
Las políticas actuales han ido fortaleciendo un estado contrainsurgente por varias razones. En primer lugar, la libertad de disparar en manos de policías bajo la presunción de la “legítima defensa”; en segundo lugar, la destinación de recursos económicos, logísticos y de infraestructura para las instituciones policiales, de inteligencia y militares, cuyo objetivo final es el fortalecimiento de los aparatos que resguardan los intereses de las y los ricos y la sociedad de clases, fomentando la idea del enemigo interno como la centralidad de la política de seguridad nacional; en tercer lugar, el aumento de políticas orientadas a la ley de control de armas y dar cabida a la implementación de Estados de Excepción como herramienta no excepcional, para dejar abierta la puerta, a los Estados de Sitio; por último, la política contra lo que se denomina el crimen organizado es otra de las dimensiones en las cuales se ha ido avanzando con la excusa de la delincuencia, todo esto en post de asegurar el orden para los negocios y la explotación.
Por último, es importante mencionar que, dentro del socavamiento que busca la burguesía de toda alternativa revolucionaria, también busca criminalizar la lucha por los derechos populares. Ejemplo de ello es la represión a las y los estudiantes, principalmente secundarios que son quienes hoy se encuentran peleando en las calles, tomándose casas de estudios e instalando petitorios. Asimismo, la Ley Antitoma que busca criminalizar la lucha por tierra y por vivienda, y cualquier expresión de protesta que busque utilizar la ocupación como herramienta de lucha.
Respecto de las elecciones del día 7 de mayo, partimos de la base que, independiente del ganador o vencedor electoral, todo sigue bajo el mismo plan de relegitimación del orden. Cualquiera de los sectores políticos que vaya asumiendo el liderazgo en este proceso no es esencialmente significativo, pues todos ellos están de acuerdo en la mantención del modelo y el sistema de privilegios para unos cuantos y de opresión y explotación para la mayoría. Sin embargo, cabe señalar que, en esta coyuntura corta, la extrema derecha apareció como salida de contingencia de la burguesía, mediada por instalación de la agenda de seguridad que fue transversal a todos los sectores políticos como producto del desarrollo del Estado Contrainsurgente. En ese sentido, reafirmamos que la derecha avanza de la mano y en complicidad de la socialdemocracia y se van alternando según los requerimientos que surgen en la dinámica de la lucha de clases en el marco de la dominación de los dueños del poder y la riqueza.
Por otro lado, asistimos a una “derechización” de la política institucional burguesa expresado en el auge del Partido Republicano como representante de la derecha, lo que genera que el centro tiende a ubicarse entre la UDI y RN hasta el FA, tomando el falso PC la posición de “izquierda” en ese escenario y evidenciando también la decadencia de los partidos instrumentales (PPD) y caducos (DC-PR).
Innegable es el alto porcentaje de nulos, blancos y abstenciones (35,3%), lo que vuelve a demostrar un descontento que representa un riesgo para sus deseos de verse legitimados. Un importante sector de personas no aceptó participar en este capítulo de la farsa, sin embargo, esto no responde a una adhesión política al campo revolucionario. A su vez, desde nuestro enfoque, no centramos las perspectivas de lucha y organización clasista desde la analítica electoral, pues sabemos que para ellos es un riesgo este resultado, pero totalmente controlable si no existe un movimiento popular masivo, clasista y revolucionario que haga una verdadera oposición. Si bien no se logra la relegitimación, aún hay control, las empresas siguen funcionado, los servicios públicos y privados también y el Estado logra mantener la gobernabilidad, pese al descontento, la ilegitimidad, la crisis económica y la inestabilidad política, sin movimiento popular fuerte y activo, no hay peligro para las y los ricos.
Por último, respecto de este punto, es necesario diferenciar quienes votaron nulo de quienes se organizaron activamente en torno a esta opción. Esos sectores están dentro del juego electoral, es muy probable que busquen constituirse como una alternativa de izquierda en el campo de la institucionalidad electoral burguesa. Por ende, los grupos políticos que llamaron a votar nulo, están dentro del juego electoral que nos impuso la burguesía como salida institucional a la crisis, y, por lo tanto, forman parte activa del pacto de relegitimación inter burgués.
Volviendo al movimiento popular, es importante mencionar que asistimos a un reflujo del campo popular. Las grandes masas están preocupadas por sobrevivir a las consecuencias de la pérdida de empleo que dejó la pandemia, la precariedad, el alza de precios, la desescolarización, la salida al trabajo ahora principalmente informal o independiente, entre otras cosas. Pero como contracara de la misma moneda, todo esto mantiene un descontento que día a día se acumula, es decir, se mantienen las justas razones para rebelarnos.
Lamentablemente, la influencia liberal individualista del capitalismo persiste arraigada en el pueblo como salida a sus problemas, por lo que el retiro del 10% de la AFP, el bono, el aumento de policías, son alternativas que hacen sentido y siguen reproduciéndose desde el plano de la individualidad. La organización y la lucha no se logran instalar como sentido común para enfrentar la crisis. Además, en medio del bombardeo mediático que nos impone un enemigo al interior del pueblo, como las y los migrantes o la delincuencia, va permeándose la desconfianza que va tomando forma a través de discursos reaccionarios en el seno del pueblo, que es distinto a un pueblo que adhiere políticamente a un proyecto de extrema derecha, sin embargo, estas ideas pueden ir encontrando cobijo en la subjetividad de las masas.
El avance del plan de relegitimación y la persistencia de la ideología enemiga entre nuestra clase, se deben a nuestras propias debilidades, entre estas hay algunas que podemos resolver con decisión, humildad y audacia. La falta de unidad y al menos coordinación. El desprecio arrogante por las otras experiencias organizativas. El culto a la parcela para protegernos en nuestra debilidad, claramente nos impiden contrarrestar el aparataje burgués de dominación.
El campo de las y los revolucionarios mantiene niveles preocupantes de dispersión, partiendo de la base que nuestra vereda hoy es más pequeña, y en ese escenario, los esfuerzos se mantienen fragmentados. Esto no responde más que al mal del sectarismo del que no hemos logrado despojarnos. Toman mayor relevancia los delirios de grandilocuencia por sobre la autocrítica de sabernos fuerzas aun pequeñas y limitadas. Todo esto, evidentemente expresa la incapacidad que tenemos para incidir entres las grandes masas, de dar cuerpo, voz y opinión política pública, de retomar la iniciativa política para poder revertir el estado de fuerzas actual, y hacer del camino de la revolución socialista una alternativa real y viable para nuestro pueblo.
Sin embargo, existen diferentes esfuerzos e iniciativas en el campo popular por construir organización y que debemos buscar fortalecer y multiplicar. Los sindicatos siguen dando su lucha, de forma atomizada, pero persisten en la huelga. En los territorios, vemos como la clase trabajadora hace suya la toma de terreno como alternativa para resolver la crisis habitacional, al igual que la lucha que dan los diferentes comités de vivienda. Las y los estudiantes secundarios, mantienen viva la llama de la rebeldía. Por último, el hermano pueblo mapuche, aquel autonomista y anticapitalista, pese a los niveles de militarización y represión, mantienen su justa lucha por su emancipación.
En nuestras debilidades podemos encontrar las soluciones y tareas urgentes a desarrollar para que la actual crisis y el ciclo de lucha de un vuelco a nuestro favor. Debemos volcar importantes esfuerzos por soltarnos del sectarismo que ejercemos el activo político con el pueblo y llegar a lo hondo y profundo de las masas, organizarnos y luchar junto con ellas por las demandas populares y construir organización que permita acumular fuerza transformadora. Sembrando y cosechando desde abajo para que florezca el nuevo poder, acumulando y experimentando para la construcción de fuerza material de características integrales para enfrentar y derrotar la dominación, expresando de diversas maneras la combatividad de las masas y formas superiores de lucha. En segundo lugar, romper con la fragmentación y dispersión en perspectiva de la construcción de un Bloque Popular Revolucionario capaz de enfrentar la dominación, proponer un programa revolucionario y comenzar a construir poder popular, trabajando cara al pueblo y la clase en esta construcción que sepa interpretar las ansias y sueños populares de trasformaciones profundas para el socialismo. En tercer lugar, sabemos que las diferentes organizaciones, colectivos o fuerzas comunistas, revolucionarias, anticapitalistas y antiimperialistas, tenemos puntos de desencuentros, pero podemos y debemos articularnos aun en la diferencia, en el trabajo cotidiano en las bases populares y clasistas, en las diferentes organizaciones de masas, sociales, populares, impulsando las luchas urgentes y necesarias, luchando directamente y sin intermediación, construyendo en la unidad el pliego de demandas de la clase trabajadora y el pueblo. En tercer lugar, debemos avanzar hacia la unidad de las y los comunistas y en conjunto, construir el Partido Comunista Revolucionario, que haga suya la tarea histórica de conducir al pueblo y a la clase trabajadora a la conquista de la victoria y el poder. La carencia de partido fue una de las mayores debilidades que tuvimos para impedir que el pacto de las y los poderosos ganara tanto terreno y tan rápido, y mientras no avancemos en esto, la tarea se hace más cuesta arriba. Necesitamos desarrollar y formar cuadros políticos para la revolución proletaria. Por último, debemos combatir políticamente al reformismo, al oportunismo y a los claudicantes, a la vez que pasar a una ofensiva en la disputa por las conciencias contra la ideología del enemigo, que contemple la propagación del comunismo como ideología y el desarrollo de una cultura, pensamiento e identidad propia, popular, creadora y proletaria.
Son tiempos decisivos, y por nuestra clase, tenemos el deber de buscar estar a la altura. El camino de octubre no está cerrado, debemos rearmar la fuerza y las ideas, la organización para retomar esta senda. Luchemos con decisión por la realización inmediata de las demandas y derechos del pueblo y la clase. En el impulso de la organización, la unidad y la lucha, a construir los caminos para la revolución socialista.
Organización Comunista Revolucionaria
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