Vistas de página en total

martes, 13 de junio de 2023

Libro “Carmelo: Matar dos veces a un mismo hombre”: un relato estremecedor e inquietante

Libro “Carmelo: Matar dos veces a un mismo hombre”: un relato estremecedor e inquietanteCULTURA|OPINIÓN


Jorge Calvo
Por : Jorge CalvoEscritor; cuentista y novelista. Ha publicado varias novelas y libros de cuentos, con "Fin de la inocencia" obtuvo el Premio Municipalidad de Santiago de Literatura año 2003. En la actualidad dirige talleres literarios, conduce programas radiales y es miembro del directorio SECH.
VER MÁS

Transcurren los años, termina la dictadura, llega la alegría y con los gobiernos de la Concertación los parientes y los organismos de derechos humanos vuelven a demandar y el caso se re-abre. No quiero revelar demasiado, el libro hay que leerlo; sucede que los autores del crimen pertenecen a un circulo muy alto de poder. La democracia chilena es frágil, se han firmado acuerdos: existen palabras comprometidas. Es aquí cuando se comienzan a dar las condiciones para una segunda muerte.


Acabo de concluir la lectura de un relato estremecedor e inquietante: “Carmelo: Matar dos veces a un mismo hombre”. Es un libro de investigación periodística que explora el laberinto y los entresijos de la muerte de Carmelo Soria.

La sola mención del nombre convoca recuerdos. Al oírlo sonar se tiene la sensación de reconocerlo. Sin duda. Se trata de un nombre que se ha instalado en el inconsciente colectivo porque a lo largo de las últimas cuatro décadas ha emergido en noticias nacionales e internacionales reiteradas veces.

Carmelo Soria era un ciudadano chileno español, economista, editor y ocupaba un alto cargo como funcionario de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), el 14 de julio de 1976, conducía rumbo a su hogar, fue visto por última vez al volante de su automóvil, un Volkswagen Cruiser color blanco, alrededor de las 17,30 horas, cuando se detuvo en el semáforo de Eliodoro Yáñez, a la altura de la Plaza Las Lilas, según testimonio de Eliana Garrido, una vecina amiga que viajaba en el asiento posterior de un taxi. Intercambiaron saludos.

Aquella fue la última vez que se vio, algunas horas más tarde su cuerpo sin vida fue encontrado en el canal El Carmen, sector de La Pirámide, muy cerca de su automóvil que mantenía las llaves en el contacto, las puertas cerradas, algunos vidrios quebrados, sin radio y sin los asientos, salvo el del conductor, además una botella de pisco a medio consumir.

El enigma en torno a la muerte de Carmelo Soria se convirtió para su familia, esposa e hijos, en una pesadilla que se prolongaría por décadas.

Los periodistas Andrés López Awad y Camilo Pérez Alveal se han sumergido en un arduo trabajo de investigación histórica para desentrañar lo sucedido y de algún modo arrojar luces que permitan dilucidar este misterio.

Carmelo Soria fue el menor de cinco hermanos y nació en Madrid el 5 de noviembre de 1921, en el seno de una familia de buen pasar. Muy devota por el lado materno, en general dedicada a las actividades culturales y antimonárquica.

A los pocos años, España se debatía en una cruenta Guerra Civil, la familia envía a Carmelo a Segovia, a vivir en casa de parientes. En aquel momento la ciudad se encuentra dominada por fuerzas franquistas. Cierto día, durante un acto político en la Plaza Mayor, Carmelo ve a todos los presentes hacer el saludo fascista. Carmelo jamás olvidaría el episodio que le contaría años más tarde a su esposa. Solo una mujer se niega a alzar su brazo. Los franquistas la tomaron, y ante la mirada de todos, la destrozaron a golpes. Murió instantáneamente.

En el año 1947, luego de finalizar la Segunda Guerra Mundial, Carmelo participa activamente en la Federación Universitaria Escolar y en ese lugar, junto a sus compañeros impulsa un trabajo de propaganda universitaria y callejera. Carmelo es nominado para salir en gira fuera de España a buscar apoyo y se encuentra en Chile, de visita en casa de su hermano, cuando se entera de la detención de sus compañeros. Ya no puede regresar. Según el diario El País (9 de junio de 1996) Carmelo Soria era miembro del Partido Comunista de España, en una “vertiente de intelectuales de clase media acomodada”.

Al descubrirse primero el automóvil y luego de varias horas el cadáver de Carmelo Soria en un Canal, la declaración oficial que la policía chilena entrega a los medios de prensa causan estupor. Se habla de un accidente y de suicidio. Es aquí donde la investigación emprendida por los periodistas autores del libro adquiere ribetes de thriller y ratos escala al tono de una novela de creciente suspenso y de misterio. A partir de ese momento muchos cercanos a Carmelo, que conocen su personalidad y sus hábitos, comienzan a considerar la idea del montaje.

La versión oficial de las autoridades chilenas insiste en que Carmelo Soria ha muerto a consecuencias de la caída de su automóvil a un barranco, sostienen que conducía en estado de ebriedad. Sin embargo, surgen numerosos indicios que obligan a cuestionar esta teoría.

De acuerdo con amigos y familiares, Soria en primer lugar no bebía, a causa de un problema médico. Además, el automóvil fue hallado en el fondo de un precipicio con las puertas herméticamente cerradas, mientras que su cuerpo apareció en el río, a casi un kilómetro del lugar del supuesto accidente. Un informe médico dictaminó que el cuerpo había estado en el agua menos de doce horas, mientras que el automóvil fue encontrado por lo menos veintidós horas antes que el cadáver. En la carretera que bordea el precipicio, no se encontraron huellas de frenada de neumáticos.

A medida que avanzamos en las páginas de este libro, impecablemente escrito y que captura nuestro interés con una poderosa fuerza centrifuga, no podemos evitar preguntarnos: ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué razón lo mataron? Y si lo que querían era obtener información de sus andanzas ¿Por qué lo mataron tan rápido? Para luego hacer un montaje que se cae a pedazos.

A partir de ahí se inicia lenta, a tirones una investigación y comienzan a surgir nombres notables, ya conocidos como Tonwley, Callejas, Fernández Larios, el cubano Virgilio Paz, todos personajes conocidos que ya aparecen en otro libro terrible “Laberintos” sobre la investigación de la muerte de Orlando Letelier. Y se nombran lugares y se suceden circunstancias: en una parte se establece quienes y cómo lo mataron. Y cuando se espera que se haga justicia son amnistiados.

Transcurren los años, termina la dictadura, llega la alegría y con los gobiernos de la Concertación los parientes y los organismos de derechos humanos vuelven a demandar y el caso se re-abre. No quiero revelar demasiado, el libro hay que leerlo; sucede que los autores del crimen pertenecen a un circulo muy alto de poder. La democracia chilena es frágil, se han firmado acuerdos: existen palabras comprometidas. Es aquí cuando se comienzan a dar las condiciones para una segunda muerte.

Carmelo Soria, un alto funcionario de CEPAL (Comisión Económica para América Latina) secuestrado en julio de 1976, por agentes de la dictadura chilena, que pertenecían a la brigada Mulchén, lo torturaron. Después de romperle casi todas las costillas, lo forzaron a beber alcohol y fue estrangulado. Averiguaban sus actividades con el Partido Comunista, luego escribieron una carta falsa y la dejaron en unos de sus bolsillos para que pareciese que se había emborrachado al enterarse de una supuesta infidelidad de su mujer. El cuerpo del español fue hallado veinticuatro horas después en un canal junto a su coche.

Y tenemos que en resumen se efectuaron investigaciones, en estos tramites participaron instancias judiciales de diversos países: Chile, España y hasta Estados Unidos, se estableció lo sucedido y los autores. Pero, en principio nadie recibió castigo.

Surgió la inquietante figura de la impunidad (del vocablo latino impunitas) y, se refiere a la falta de castigo. Se conoce como castigo, por otra parte, a la pena que se impone a aquel que ha cometido una falta o un delito.

Resulta inquietante leer que, a partir de ciertas circunstancias, los seres que cometen el delito consideran que actúan en defensa de valores que justifican todo lo que hacen; secuestro, tortura, muerte, encubrimientos, montaje, mentiras… Y todo puede ser objeto de investigación, pero quienes lo hacen son intocables.

De muchos libros se dice que son imperdibles: bueno, este de verdad lo es.

Ficha técnica:

“Matar dos veces a un mismo hombre”, Andrés López Awad y Camilo Pérez Alveal, 
CEIBO Ediciones, 
230 páginas, 
ISBN: 978-956-359-160-6

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores