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sábado, 16 de enero de 2010

En honor de Luis Díaz Muñoz, asesinado por la dictadura



Por Roberto Ávila Toledo
Éramos un bocado privilegiado para la dictadura, pero le pusimos resistencia, y de la buena, pero también se supo de la cárcel, la muerte, la tortura y el exilio. Dentro de todos nosotros, el mejor en Pudahuel, Luis Díaz Muñoz. Su crimen aún está impune.
Honrar honra, decía José Martí. Pero es también un deber, nada simple para quien lo brinda, las palabras precisas, el estilo, la sinceridad, son tantas cosas.
Supe de su asesinato leyendo el diario, pero había tantos asesinatos por esos días, y como la información venía con un apellido con el orden cambiado, mi mente me llevó a pensar que no era mi amigo el poeta Luis Díaz Muñoz el que había sido asesinado por carabineros en la calle José Joaquín Pérez de Santiago. Herido a bala y en el suelo, sin posibilidad alguna de defenderse, había recibido los disparos alevosos que habían cortado su vida en flor, 23 años.
Una llamada telefónica me sacó del error, era el “Lucho Díaz”. Recibí la noticia como un mazazo en la cabeza. Y yo que ya hacía harto tiempo había perdido la inocencia en materia de noticias trágicas. Era abogado colaborador de la Vicaría de la Solidaridad. Ahí llegaba todos los días y como un torrente el dolor de nuestro pueblo: asesinatos, torturas, golpizas, detenciones arbitrarias, exilio, relegaciones. Pero ese 24 de diciembre de 1984 me llegó más duro, más profundo, la noticia me golpeó en plena frente.
Conocí a este joven poeta el año ’78 o el ’79 en un centro cultural que funcionaba en el Centro Ecuménico de José Joaquín Pérez. Había partido como una agrupación de estudiantes universitarios de Pudahuel, luego se había transformado, por la vía de los hechos, en una agrupación poblacional.
Se hacía casi siempre acompañar por su guitarra. Un día le pedí que cantara algo de Silvio Rodríguez y me respondió que el sólo cantaba sus propios temas. Qué presumido, pensé. Pero me equivocaba, era simplemente una decisión con mucho fundamento. Creo que Luis Díaz era de un talento poético excepcional. Habría sido hoy una poeta de estatura nacional, y creo que perfectamente algo más.
He conocido a muchos que quieren ser poetas, que luchan y sufren por querer serlo; sólo he conocido a dos que lo fueron siempre, que nacieron poetas. Mi amigo y compañero Luis Díaz Muñoz y mi amigo el historiador cubano Iram Hernández.
Un día llegamos a la casa “del Lucho” y él tocó al piano “La Internacional”, qué momento inolvidable. Ahí nos contó que su madre había sido regidora comunista en la comuna.
Un día salimos a pintar con spray, qué ponemos fue una dificultad, él ya estaba en el MIR y yo era socialista (de los buenos: CNR), acordamos poner “Democracia: ahora”. Cuando el par de tarros se agotó, nos fuimos a discutir a un boliche qué era “democracia”. Ahí salió toda la librería a la pelea, Rousseau, Tocqueville, Kautsky, Lenin y Bakunin. Pero lo que me queda cada día más claro era que esa palabra que pusimos en las paredes poco tiene que ver con lo que hoy vivimos, poco, muy poco.
Una noche de sábado en la tarde, en una peña en la Casa Memorial Salvador Allende de La Habana, debe haber sido el año 1998, apareció un afiche con la imagen de Luis Díaz. No está muerto, me dije, y comencé a contarles a los más cercanos quién era este poeta. Cuando el grupo se disolvió y nos despedimos en lo que ya era el día siguiente, me repetí que si no es fácil matar a un revolucionario, si es además poeta, vaya que no se puede.
Fuimos un grupo de jóvenes con inquietudes por los destinos de nuestra patria, había talentos y capacidades variadas. Y un gran amor por la libertad. Pensábamos, estudiábamos, escribíamos y actuábamos. Cuando leí a Gramsci y lo del intelectual orgánico, yo ya era amigo de varios, eran mis compañeros.
Éramos un bocado privilegiado para la dictadura, pero le pusimos resistencia, y de la buena, pero también se supo de la cárcel, la muerte, la tortura y el exilio. Dentro de todos nosotros, el mejor en Pudahuel, Luis Díaz Muñoz. Su crimen aún está impune.
* Abogado

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