Por Editorial Fotos MR
Una expresión bíblica revela el verdadero problema que tiene el candidato de derecha, Sebastián Piñera, en cuanto a la participación de funcionarios y colaboradores de la dictadura en su equipo: “Sepulcros blanqueados”. Estas palabras -espetadas por Jesús a los fariseos- significan la desconfianza hacia aquellos que, sin importar cuánto cambien su apariencia, costumbre o vestimenta, arrastran una historia oscura.
El pinochetismo tiene esa característica, pues sus representantes, por más que renieguen del pasado o lo minimicen, no han hecho un reconocimiento explícito de las atrocidades cometidas durante la dictadura militar, y no han hecho un mea culpa claro respecto de su conocimiento y participación.
Presentarse hoy como demócratas puros, defensores de los ciudadanos y los consumidores, con las credenciales de haber ocultado o respaldado las violaciones de los derechos humanos, el aniquilamiento de los sindicatos y las organizaciones políticas, el desequilibrio social producto del modelo neoliberal y la extrema pobreza, no es otra cosa que sepulcros blanqueados.
Esa carga es una mochila que afecta y le pesa también a Piñera, pues pone en duda su propia posición antidictatorial, de la que suele jactarse. Con todo, la preocupación sobre ese punto no es sólo del progresismo. Ya se ve que incluso uno de sus noveles partidarios, el analista Patricio Navia, le reprochó esa situación como uno de los temas que debe solucionar. Por mail, Piñera le aseguró que así era.
Pero hace falta mucho más que un mail para demostrar que se es demócrata.
El pinochetismo tiene esa característica, pues sus representantes, por más que renieguen del pasado o lo minimicen, no han hecho un reconocimiento explícito de las atrocidades cometidas durante la dictadura militar, y no han hecho un mea culpa claro respecto de su conocimiento y participación.
Presentarse hoy como demócratas puros, defensores de los ciudadanos y los consumidores, con las credenciales de haber ocultado o respaldado las violaciones de los derechos humanos, el aniquilamiento de los sindicatos y las organizaciones políticas, el desequilibrio social producto del modelo neoliberal y la extrema pobreza, no es otra cosa que sepulcros blanqueados.
Esa carga es una mochila que afecta y le pesa también a Piñera, pues pone en duda su propia posición antidictatorial, de la que suele jactarse. Con todo, la preocupación sobre ese punto no es sólo del progresismo. Ya se ve que incluso uno de sus noveles partidarios, el analista Patricio Navia, le reprochó esa situación como uno de los temas que debe solucionar. Por mail, Piñera le aseguró que así era.
Pero hace falta mucho más que un mail para demostrar que se es demócrata.
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