Por Mario López M.

Era alegre por momentos, pero “una perra” en la tortura, la recuerda Jorgelino Vergara, el “mocito”, quien la vio en acción en el cuartel de calle Simón Bolívar, mientras esta mujer, cuya extradición se tramita, formaba parte de la Brigada Lautaro, encargada de exterminar a las dirigencias del Partido Comunista, en la clandestinidad.

Jorgelino Vergara, el “mocito” de Manuel Contreras, la recuerda para Cambio21 como “muy perra en la tortura”, una mujer bipolar que solía ser alegre, buena para la talla, incluso muy dama, pero que, a la hora de flagelar a un detenido o detenida, era capaz de ser brutal, al punto que, en más de una oportunidad hubo que quitarle a la persona a quien estaba torturando para que no la matara. Estuvo en la DINA entre 1974 y 1976.

Hoy, que se encuentra sujeta a una casi cierta extradición desde Australia a Chile, donde deberá responder, en calidad de autora, de los delitos de secuestros calificados de Fernando Alfredo Navarro Allendes, Lincoyán Yalu Berríos Cataldo, Horacio Cepeda Marinkovic, Juan Fernando Ortiz Letelier, Héctor Véliz Ramírez y Reinalda del Carmen Pereira Plaza, hechos ocurridos entre los días trece de septiembre y quince de diciembre de 1976.

De “chica bonita” a criminal

Todos quienes la conocieron y hablaron con nuestro medio, concuerdan que, en su juventud, era una mujer muy atractiva y entretenida. Adriana Rivas, alias la “Chani”, ingresó muy joven, con cerca de 20 años, a formar parte de la DINA, incluso sin recibir siquiera su título de secretaria bilingüe. Claro que no entró de inmediato a labores represivas, sino que se dedicó al principio a traducir comunicaciones en inglés que ese organismo interceptaba de los opositores al régimen de Pinochet: “Como yo sabía inglés, me pusieron a traducir lo que llegaba en microfilm, todos los mensajes entre bandos comunistas que se pillaba en los allanamientos”, relató la misma “Chani” en el documental “El pacto de Adriana”, realizado por su sobrina, Lissette Orozco y que relata parte de la vida de esta torturadora.

Esa fue su función hasta que se inscribió en 1974 en un curso para transformarse en agente de inteligencia: “Yo había leído un montón de libros de León Uris, que trata mucho de agentes árabes y dije, por qué no”. Así fue como recibió entrenamiento en Las Rocas de Santo Domingo de tiro al blanco, defensa personal, maquillaje e incluso actuación, según relató ella misma. Fue asignada a la temida “Brigada Lautaro”, encargada del desmantelamiento y desaparición de la cúpula del Partido Comunista, según da cuenta la investigación judicial. Llegó a tener el grado de suboficial en La Armada, por la que aún percibe pensión.

Su labor comenzó ejecutándola en el edificio 5 de Torres San Borja, la primera sede de la brigada, desde allí se trasladó al cuartel de calle Simón Bolívar 8630, en la comuna de La Reina, en Santiago, lugar que solo se conociera en 2007 gracias a las declaraciones de Jorgelino Vergara, y que fuera famoso porque de allí no salió ni una solo detenido o detenida viva, pues se les torturaba hasta el exterminio. Allí la recuerda el “mocito” flagelando a uno de los detenidos que estaba en una silla con las manos esposadas en la espalda, golpeándolo con un “polín”, hasta que le fracturaron uno de los brazos. Vergara lo reconoce como Daniel Palma, un dirigente comunista, que se encuentra desaparecido.

La secretaria personal del “Mamo”

“La torturadora Adriana Rivas, ex secretaria personal de Manuel Contreras, prófuga de la justicia chilena, es una de las criminales más peligrosas y agresivas de la dictadura. Participó personalmente en el asesinato de nuestro inolvidable dirigente Víctor Díaz y en el de muchos otros compañeros antifascistas de diversos partidos”, señala el abogado de derechos humanos y ex embajador Eduardo Contreras.

Lo cierto es que la relación con Manuel Contreras fue corta pero intensa, transformándose en una de sus amantes. Laboralmente se escudaba en la chapa de secretaria de la Dirección Nacional de Rehabilitación, pero en los hechos era una agente despiadada, que hasta hoy no se arrepiente de sus actos, es más, considera que su paso por la DINA fueron sus “años dorados”, los mejores que recuerda: “Como yo, gracias a Dios, era bonita, tenía un buen cuerpo, un buen trato, buena modulación, entonces yo tenía clase. Sabía tratar, sabía comer, podía ir a cualquier parte e iba a pasar por uno de ellos”, relató en el documental respecto de las decenas de comidas y eventos a los que le tocó asistir siendo agente y la amante de Contreras.

“¿Por qué te digo que son los mejores días de mi vida? Porque esa parte estaba vetada para nosotros. Esa parte de la vida de los ricos estaba vetada para mí. ¿Tú crees que yo habría podido si hubiese sido secretaria ejecutiva, haber ido a almorzar al Palacio Cousiño? Pero yo la viví, yo estuve ahí”, cuenta a su sobrina en el documental sobre su vida de agente. La “Chani”, nació en una familia que ella misma califica de clase media, aunque no le pudo costear sus estudios de veterinaria fuera de Santiago, donde había quedado, pero eso no le quitó que en sus años en la DINA fuera “feliz” de viajar en limosina y de hospedarse en los mejores hoteles de Chile, según confiesa.

La Brigada Lautaro

Su existencia y sus integrantes, así como sus cuarteles y crímenes, solo se conocieron en 2007, aunque se sospechaba de una brigada dependiente de Manuel Contreras que operaba de manera especial. Y sí que era especial, era la unidad más numerosa de la DINA y estaba a cargo del exterminio de las dirigencias del Partido Comunista en la clandestinidad. Se conocían sus crímenes, más no quienes los habían ejecutado, dónde y cómo. 

La Brigada Lautaro fue creada en 1974, el mismo año que Rivas pasó a ser operativa. Nació para dar protección personal a Manuel Contreras, su familia y otras autoridades de la dictadura. En 1975, dada la rearticulación del Partido Comunista en clandestinidad, se le encargó la desarticulación de las cúpulas partidistas mediante el exterminio de los máximos dirigentes del PC. 

Dos fueron las direcciones clandestinas completas del PC que cayeron en sus manos, en los casos conocidos como Calle Conferencia I y II. En el cuartel Simón Bolívar, se aplicó gas sarín a los detenidos, estando a la cabeza de este proceso Michael Townley, como nos relatara el “mocito. No había límites al momento de torturar, tampoco para matar. Golpizas, corvo, inyectarles dosis mortales de venenos, atropellos, todo era válido para asesinar. La “obra” la remataban quemándoles con soplete los rostros y partes distintivas de los detenidos, se les quitaban las tapaduras de oro, lunares, cualquier elemento que permitiera identificarlos, luego se ensacaban y se lanzaban al mar en los helicópteros de la muerte, o a quebradas, minas abandonadas, cráteres. 

La brutalidad de sus torturas

Esa fue la brutal experiencia de Víctor Díaz, ex dirigente máximo en 1976 del Partido Comunista en la clandestinidad, que fuera secuestrado el 12 mayo de ese año en la casa ubicada en calle Bello Horizonte Nº 979, de Las Condes. Siempre se supuso que, como en casi todos los casos de detenidos desaparecidos, había sido interrogado y dado pronta muerte al poco tiempo de su captura. Pero no fue así, se le mantuvo vivo y sujeto a tormentos por cerca de 8 meses, hasta que se optó por matarlo mediante ahogamiento, poniendo una bolsa sobre su cabeza, no permitiéndole respirar, asegurándose además de inyectarlo con algún tipo de veneno.

Rivas, dijo hace unos años a la prensa en Australia, que “La tortura existió desde que yo tengo uso de razón en Chile, siempre existió. Todo el mundo sabía que tenían que hacer eso y quebrar a la gente de alguna manera, porque los comunistas son cerrados. La tortura era necesaria, la misma que usaron los nazis, era absolutamente necesaria. ¿Tú crees que en Estados Unidos no hacen lo mismo? Todo el mundo lo hace, porque es la única manera de quebrar a la gente, porque psicológicamente no está la inyección que te ponen en las películas para que tú digas la verdad, no existe. Nadie te va a decir y se va a sentar: - ¿Dígame qué hizo usted hoy día? Nadie te va lo va a decir así tan campante -yo maté a fulano o sutano. Tenían que ocupar la tortura para saber dónde estaban los terroristas”, justificó.

Adriana Rivas fue procesada en febrero de 2007 por su participación, entre otros casos, en la muerte del dirigente Víctor Díaz. No era la única mujer en la brigada. Junto a ella estaba Gladys Calderón Carreño, la enfermera encargada de mantener vivos en los interrogatorios a los detenidos, para luego aniquilarlos con venenos. Otras de las agentes de la brigada eran Elisa Magna Astudillo, Teresa Navarro Navarro, Berta Jiménez Escobar, Ana Vilches Muñoz, Italia Vacarella Giglio y Orfa Saavedra Vásquez. Muchas de ellas, que provenían de distintas ramas de las FFAA, poseían conocimientos de enfermería, y se transformaban en ayudantes de Michael Townley en la aplicación de gas Sarín y otras sustancias químicas en los detenidos que llegaban a Simón Bolívar, para experimentar en ellos. 

“Soy inocente”

“Cuando leí mi caso casi me caí de muerta porque nunca pensé que mis compañeros podían hacer las cosas que declararon”, dijo para el documental de su sobrina. También ha dicho que no soporta la violencia, tanto así, que según ella nunca presenció una tortura y que no soporta el flagelo de un ser humano.

Rivas, tras casarse en 1978, viajó con su marido a Australia, donde vive hasta hoy. En 2006, regresó a Chile para asistir al matrimonio de una sobrina. Grande fue su sorpresa al ser detenida en el aeropuerto y trasladada a la Brigada de Derechos Humanos de la policía de Investigaciones, por su responsabilidad en los secuestros de calle Conferencia. 

Tras tres meses de prisión preventiva, fue dejada en libertad condicional y sujeta a arraigo, pero la examante del Mamo no pensaba quedarse para terminar condenada, eran muchos los testimonios que la involucraban en distintas causas y en particular en el exterminio de la cúpula del PC. Con ayuda de Contreras y los contactos que mantenían los exagentes de seguridad para ayudar a escapar a los suyos, huyó a Sídney, vía Argentina. 

Según ella, una “amiga” la ayudó para escapar del país. En Australia, asegura que mantiene una “intachable” conducta, la que al parecer no le sirvió, pues respondiendo a una solicitud de extradición expedida por la Corte Suprema de Chile en 2014, los tribunales de Australia la aprehendieron y dieron inicio al juicio de extradición, en ese país, el que se estima será largo de tramitación, pero que, dado el Convenio de Canberra, sobre extradición entre los dos países, esta será concedida. Además, en ambos países el delito está sancionado, no es político, sino que común, no está prescrito, pues es de lesa humanidad y su penalidad es superior a un año, todos requisitos para que la extradición prospere.

Antes de ser detenida en Australia, Rivas se desempeñaba como asesora del hogar en los suburbios de Sídney. La orden de captura internacional estaba vigente desde el 2 de agosto de 2013 y enviada inmediatamente a la Policía Federal australiana.

Si bien el Jorgelino Vergara reconoce que Rivas no mató a nadie en su presencia, sí torturó hasta dejar agonizando a algunos prisioneros en el cuartel de Simón Bolívar: “No la vi matar gente, pero torturó al extremo de que quedó moribunda. Después llegó la teniente Calderón y le puso el tiro de gracia, una inyección de cianuro a la vena”, nos relató el “mocito”.

“Era bipolar”

Jorgelino Vergara ha dicho que Rivas era una mujer buena para la talla, deportista, culta, muy preocupada de su aspecto físico y su “percha”, se veía bien de pantalones ajustados o pantalones pata de elefante, que se usaban en esa época: “Era como todas las mujeres de la brigada, muy bipolar: buena onda un rato y para lo otro, para la tortura muy fuerte, ahí yo la desconocía”, recuerda. 

El “mocito” relata que la vida en ese lugar era extraña, en medio de tantas masacres, torturas, sangre, dolor y muerte, eran capaces de comerse un asado o jugar un partido de fútbol. Las fechas emblemáticas como fiestas patrias, navidad u otras, eran celebradas animosamente. En ellas era una activa partícipe Adriana Rivas. “Ella era bonita, pero a lo mejor quedó así por el entrenamiento de las Rocas de Santo Domingo, por eso pasaban todas, por ejemplo, a ella le gustaba jugar pichanga y era muy buena para la talla, para el chiste, pero en lo otro…chuta como se diría ‘muy perra’ en la tortura”, señala.

“Nadie se cuestionaba el tema, era tomado como un trabajo más en ‘horarios de oficina’ y después todo volvía a la normalidad. No había lugar a cuestionarse. Yo menos, fíjese, no tenía dónde irme, cómo buscar trabajo, estaba solo e incluso si me iba de seguro me eliminarían, porque era peligroso”.  

Adriana Rivas también está requerida por el caso de Reinalda Pereira, dirigente comunista que estaba embarazada al momento de su aprehensión. “Eso lo sabían los agentes y quienes la torturaron -entre ellos Rivas-, tenía unos tres meses de embarazo esa pobre mujer, la mataron a golpes, esos fueron Lawrence y Barriga. (Reinalda Pereira tenía 29 años al momento de su detención y estaba embarazada de 5 meses. Militante comunista, tecnóloga médica, fue detenida el 15 de diciembre de 1976. Los criminales a que se refiere Jorgelino Vergara, son el entonces capitán de Ejército Jorge Barriga -suicidado- y el teniente de Carabineros (r) Ricardo Lawrence –actualmente fugado de la justicia-) La molieron a golpes”, murmura el “mocito”.
La justicia australiana le denegó la libertad bajo fianza, no solo por el peligro que vuelva a escapar, sino que además por su peligrosidad.