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viernes, 1 de enero de 2021

El 80 por ciento del apruebo deberá saber sortear la trampa que esconde la convención constitucional

    

La rebelión de octubre del 2019 – que no vieron venir por ceguera y sordera- forzó el plebiscito y abrió el proceso constituyente hoy transformado en una encrucijada histórica de la cual no avizoramos sus resultados; aunque esto parece prefigurarse si no existe unidad.

La ciudadanía del 80 por ciento del apruebo intervino el espacio público con una acción política contundente mediante masivas movilizaciones exigiendo a voz en cuello dignidad.

Mostró la felicidad de un pueblo que se reencontró en las calles para denunciar las desigualdades sociales y económicas y  enrostrarle a la élite política su ensimismamiento en sus particulares intereses, sin vocación de servicio público y que permitió la extrema concentración de la riqueza, las corrupciones al interior de la Fuerzas Armadas y Carabineros, las colusiones de las farmacias y el retail, la connivencia entre los empresarios y la política, y mucho más.

Pero ese acto político ciudadano que confirmó los anhelos de una nueva Constitución está a punto de vivir su mayor fracaso. El famoso tercio de Longueira es la carta que el rechazo jugará para continuar con el gatopardismo de la política burocrática y para que la nueva carta fundamental no sea tal, sino que una frustración con consecuencias impredecibles.

Se establecieron reglas eleccionarias para que, en definitiva, se produjese  la fragmentación y dispersión del voto ciudadano del apruebo.  Las élites políticas y económicas apostaron a que la ciudadanía de las protestas no tuviese la capacidad de unión necesaria para ser representada legítimamente en el actual proceso constituyente. Este es un lastre enraizado en la clara voluntad de la dictadura de romper el tejido social y en el fomento del individualismo.

Existen razonables dudas de que la élite política “progresista” quiera cambiar la Constitución. Les acomodó por décadas esa camisa de seda y es por eso que sus prioridades no están en el proceso constituyente, sino en las cuotas de poder que significan las elecciones de gobernadores, municipales, parlamentarios y presidenciales.

Los medios de comunicación en vez de educar cívicamente y alertar acerca de las significaciones que tendría un desconocimiento de la voluntad democrática del pueblo, hacen eco de las aspiraciones de corto plazo de una élite que no cuenta con apoyo popular.

Es el momento de la generosidad y solidaridad entre las organizaciones sociales, territoriales, medioambientales, de género, pueblos originarios, el mundo de la cultura, las artes, la academia.

Está la posibilidad histórica de escribir una nueva constitución con el respaldo de un inapelable ochenta por ciento.  Para esto es necesario aunar la diversidad de fuerzas del apruebo y, así, representar a ese movimiento social, político, cultural,  que se pronunció de manera tan clara por la construcción de un nuevo pacto social, en cuyo punto de partida se sitúa la nueva carta fundamental.

Es urgente que en todos los distritos del país se realicen los últimos esfuerzos por construir una lista única de candidatos independientes a la convención constitucional.

 

 

Rodrigo Medina G.

Concepción, 29 de diciembre 2020

 

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